Margarita Xirgu (1888-1969) actriz española radicada en Uruguay
durante su exilio, marcó con un estilo muy
particular, realmente fermental, al teatro
uruguayo.
En el verano de 1926, la cubana Lydia Cabrera presentó
a Margarita y a Federico García Lorca
en el hall del hotel Ritz de Madrid. Los
nombres de las dos mujeres aparecen en el
“Romancero Gitano”. El poeta dedicó “a Lydia
y a su negrita”, “La casada infiel” y a
Margarita Xirgu “Prendimiento de Antoñito El
Camborio en el camino de Sevilla”.
El mismo día le entregaron a la actriz el texto del drama
lorquiano “Mariana Pineda”, figura nacida en
Granada como Federico. Se había previsto
que la obra sería estrenada por Catalina
Bárcena y Gregorio Martínez Sierra,
famosos actores de la época, pero estos no la
llevaron a escena porque temían que esa obra,
que es un exaltado canto a la libertad, se
interpretara por las autoridades como un velado
ataque a la dictadura de Primo de Rivera.
Mariana Pineda
era ya un mito, símbolo de las luchas por la
libertad.
“Los niños de mi edad -ha señalado el propio García Lorca-,
en rueda, tomados de la mano, cantábamos en tono
melancólico los romances populares dedicados a
esa heroica mujer”.
Margarita Xirgu,
siempre atenta a las tendencias vanguardistas de
la dramaturgia universal, introductora en
España de Lenormand, Pirandello,
Bernard Shaw y Oscar Wilde,
entre otros, descubrió y ayudó a jóvenes valores
españoles. Después de García Lorca,
apoyó a Rafael Alberti y Alejandro
Casona. Cuando Margarita estrenó en
el Teatro 18 de Julio de Montevideo “La
Dama del Alba”, Casona dijo que ella era
su “madrina y maestra en el arte”.
A propósito: pocas semanas antes de ser asesinado, García
Lorca señaló que no creía en “el arte por
el arte”. Ese concepto, dijo, “es una cosa cruel
si no fuera afortunadamente cursi. Ningún hombre
verdadero cree en esa zarandaja del arte puro,
del arte por el arte mismo. En este momento
dramático del mundo –agregó- el artista debe
reír y llorar con su pueblo. Hay que dejar el
ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la
cintura, para ayudar a los demás”.
En los últimos días de abril de 1969, la prensa difundía la
triste noticia: Margarita Xirgu había
muerto, a los 81 años. Pocos años antes, los
críticos habían destacado que era una actriz
capaz de hacer olvidar su edad y que se ajustaba
estrictamente a su papel de joven en “La Dama
del Alba”.
Margarita Xirgu
compartió con fervor el pensamiento lorquiano:
“un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro,
si no está muerto está moribundo; como el teatro
que no recoge el latido social, el latido
histórico, el drama de sus gentes y el color
genuino de su paisaje y de su espíritu, no tiene
derecho a llamarse Teatro”.
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