En un paraninfo colmado y
entusiasta, el lunes 22, la Universidad de la República otorgó
el doctorado honoris causa a Mario Benedetti.
Estas son las
palabras con las que el escritor agradeció, emocionado, este
reconocimiento, acompañadas de un poema que BRECHA publica en
exclusividad.
Sólo unas
palabras para decir gracias. Al señor rector y en su nombre a
esta universidad que después de todo es la mía; y también a
Sylvia Lago por su generosa y lúcida aproximación a mi obra.
En los
últimos años he recibido doctorados en tres universidades muy
queridas para mí: Alicante, Valladolid y La Habana, pero este
honor que ahora me otorgan viene de una universidad que es
como decir el corazón de mi país y pasa a ser el huésped de mi
propio corazón.
Mi
tránsito universitario tuvo que ver sobre todo con dos facetas
muy diversas, ambas vinculadas a la Facultad de Humanidades.
Una de las
profesiones con la que durante varios años me gané la vida fue
la de taquígrafo, y con otro colega, mi entrañable amigo Mario
Jaunarena, hoy desaparecido, formamos un equipo que atendía,
por estricto concurso, a los consejos universitarios. En ese
campo me tocó desempeñar durante un buen lapso la labor de
taquígrafo y secretario de actas en el Consejo de la Facultad
de Humanidades. Varios años después gané un concurso como
director del Departamento de Literatura Hispanoamericana en la
misma facultad, y más tarde fui elegido miembro del Consejo. O
sea que primero taquígrafo y después consejero. Una silla
enfrente de otra, y también una visión distinta de otra.
Posteriormente el profesor Arturo Ardao y yo fuimos elegidos,
por unanimidad de la Asamblea, como integrantes del Claustro
Universitario, pero nunca llegamos a ocupar esos cargos porque
lo impidió la dictadura militar, yo creo que como una muestra
de su claustrofobia.
Aparte de
mi pasaje estrictamente profesional por Humanidades, hice allí
muy buenas amistades, organicé varios seminarios durante los
cuales enseñé y sobre todo aprendí, convocando a los más
destacados narradores y poetas de este Uruguay único y siempre
cambiante. Después vino desgraciadamente el exilio.
Aclaro que
si menciono este historial no es para vanagloriarme de él,
sino para que le haga modesta compañía a este honor que no sé
si merezco, pero que viene a alegrar mi sobrevida.
Defensa propia
Cuando se ama
en defensa propia
no importa
que nos aceche el desamor
si la memoria
está turbada
quedémonos un
rato a la intemperie
pensando en
todo en todos
en los viejos
añicos del tiempo
en formas
maltratadas del vacío
en el indulto
a nuestros desatinos
cuando se ama
en defensa propia
el corazón se
nos ensancha
la tristeza
se arrima / mansa y tibia
cargamos con
el sentimiento
como si fuera
una mochila
y poco
importa que los notables
nos ignoren
desde su cumbre
cuando se ama
en defensa propia
el alma se
convierte en un imán
y si uno
tiene mucho que decir
lo dice
sosegado en el insomnio
todo depende
del azar / decían
las tías las
abuelas las maestras
mas cuando se
ama en defensa propia
el azaroso
azar cambia de rumbo
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Mario
Benedetti
Convenio
La Insignia / Rel-UITA
31 de marzo de 2004