“Hay un
compañero que vive en una chacra, cultiva y vende flores,
que estudia y sabe más de política que cualquiera de
nosotros”, me dijo Raúl Sendic (padre) hace más de 50
años. Esa fue la primera vez que escuché hablar de José
“Pepe” Mujica.
Mujica conoce
el país, y los secretos del campo; es un sobreviviente de
los años difíciles que atravesó Uruguay y que le
dejaron cicatrices de varias balas. Sus convicciones le
mantuvieron, además, doce años en la cárcel –de la que se
fugó dos veces– y a la que utilizó, mientras pudo, para leer
y ampliar su cultura.
El grado de
convencimiento tiene mucho que ver con la actitud que se
adopta. Mujica explica que, cuando con sus
compañeros, hicieron un balance en ese sentido, se
encontraron con un hecho estadístico que fue verificado por
compañeros médicos y que resultó paradojal: allí donde
estaba el grueso de la población carcelaria más “pesada”
(los que eventualmente tendrían más años de prisión) había
una cierta correspondencia entre más prisión y más
compromiso ideológico; entre causas más pesadas y menos
problemas psicológicos, en relación a la gente más
“liviana”, que tenía mayores perspectivas para salir;
incluso los que habían caído por accidente.
¿Cuáles son
las variables psicológicas del militante clandestino en el
marco de la guerrilla urbana? ¿Cuáles son los “tironeos”
subjetivos?... explica Mujica que ha comprobado que
los hombres se desgastan mucho más en este tipo de lucha.
“También
los fracasos pueden llevar al militante clandestino a querer
apartarse de la organización para volver a una vida menos
inquietante, más segura. Tanto empeño puesto en conseguir
los fines para los cuales cambió de vida, tantos nervios
desgastados en función del objetivo que se ha propuesto,
necesitan el respaldo del éxito, la sensación de que se está
en el camino que de cualquier manera llevará a la meta
deseada –dice el hoy presidente electo–.
La
interrupción de ese camino, la derrota y el fracaso, crean
inseguridades que, para quienes no tienen el ánimo
suficientemente endurecido, pueden resultar muy difíciles de
soportar. Eso le pasó a muchos compañeros. Hubo algunos que
llegado el momento defeccionaron y lo hicieron porque no
aguantaban las tensiones, pidieron para irse y fueron
sacados del país.
Hicieron su
vida por ahí –continúa Mujica–; a algunos los
encontramos algunos años después. De todos modos eso no fue
lo normal. Esos compañeros que defeccionaron porque se
miraron al espejo y dijeron: ‘La mano viene dura, yo no la
aguanto’, aflojaron porque no se la podían bancar.
Y esa
sinceridad es formidable. Esa gente tuvo una honestidad
intelectual brutal. En cambio, lo normal que me enseñó la
vida es que el hombre es un bicho al que le cuesta mucho
mirarse en su interior. Eso es lo más difícil: conocerse a
sí mismo. En general, la cosa se iniciaba como un proceso de
discrepancias, no se estaba de acuerdo con eso y tampoco con
aquello; una cosa estaba mal hecha y la otra también.
Siempre había, por supuesto, cosas que estaban mal, eso es
incuestionable; no todo era perfecto. Pero el problema
estaba que en cuanto uno se ponía a rascar, terminaba
dándose cuenta de que en el fondo el que discrepaba con
todo no quería más Lola, necesitaba construir un mundo que
lo llevara a justificar lo que estaba necesitando. Y lo que
estaba necesitando era no aflojar. Esto fue lo más
corriente.
Lo otro,
‘La mano viene dura, yo no la aguanto’, fue lo excepcional.
Y lo más notable. Era la honestidad total”.
En 1971 el
gobierno había encomendado la lucha contra los tupamaros a
las Fuerzas Armadas. Dos años después, cuando Juan María
Bordaberry dio el golpe de Estado (el 27 de junio de
1973), el Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros)
estaba derrotado, de modo que poco después del golpe nueve
dirigentes tupamaros que estaban presos fueron sacados de
las cárceles en las que se encontraban para ser llevados a
unidades militares, de las que eran trasladados
permanentemente y en cada una de esas oportunidades
sometidos a torturas. Estos nueve tupamaros que sufrieron
toda clase de privaciones (los obligaron a vivir en
calabozos minúsculos y hasta en pozos) fueron Eleuterio
Fernández Huidobro¸ José Manera Lluveras¸ Julio Marenales
Sáenz, Engler, Mauricio Rosencof¸ Raúl Sendic¸ Adolfo Wassen
Alaniz, Jorge Zabalza y José Mujica Cordano.
Este es el
nuevo presidente de la República electo.
|