José "Pepe" Mujica

De guerrillero a presidente

 

Guillermo Chifflet

 

 

“Hay un compañero que vive en una chacra, cultiva y vende flores, que estudia y sabe más de política que cualquiera de nosotros”, me dijo Raúl Sendic (padre) hace más de 50 años. Esa fue la primera vez que escuché hablar de JoséPepeMujica.

 

Mujica conoce el país, y los secretos del campo; es un sobreviviente de los años difíciles que atravesó Uruguay y que le dejaron cicatrices de varias balas. Sus convicciones le mantuvieron, además, doce años en la cárcel –de la que se fugó dos veces– y a la que utilizó, mientras pudo, para leer y ampliar su cultura.

 

El grado de convencimiento tiene mucho que ver con la actitud que se adopta. Mujica explica que, cuando con sus compañeros, hicieron un balance en ese sentido, se encontraron con un hecho estadístico que fue verificado por compañeros médicos y que resultó paradojal: allí donde estaba el grueso de la población carcelaria más “pesada” (los que eventualmente tendrían más años de prisión) había una cierta correspondencia entre más prisión y más compromiso ideológico; entre causas más pesadas y menos problemas psicológicos, en relación a la gente más “liviana”, que tenía mayores perspectivas para salir; incluso los que habían caído por accidente.

 

¿Cuáles son las variables psicológicas del militante clandestino en el marco de la guerrilla urbana? ¿Cuáles son los “tironeos” subjetivos?... explica Mujica que ha comprobado que los hombres se desgastan mucho más en este tipo de lucha.

 

“También los fracasos pueden llevar al militante clandestino a querer apartarse de la organización para volver a una vida menos inquietante, más segura. Tanto empeño puesto en conseguir los fines para los cuales cambió de vida, tantos nervios desgastados en función del objetivo que se ha propuesto, necesitan el respaldo del éxito, la sensación de que se está en el camino que de cualquier manera llevará a la meta deseada –dice el hoy presidente electo.

 

La interrupción de ese camino, la derrota y el fracaso, crean inseguridades que, para quienes no tienen el ánimo suficientemente endurecido, pueden resultar muy difíciles de soportar. Eso le pasó a muchos compañeros. Hubo algunos que llegado el momento defeccionaron y lo hicieron porque no aguantaban las tensiones, pidieron para irse y fueron sacados del país.

 

Hicieron su vida por ahí –continúa Mujica; a algunos los encontramos algunos años después. De todos modos eso no fue lo normal. Esos compañeros que defeccionaron porque se miraron al espejo y dijeron: ‘La mano viene dura, yo no la aguanto’, aflojaron porque no se la podían bancar.

 

Y esa sinceridad es formidable. Esa gente tuvo una honestidad intelectual brutal. En cambio, lo normal que me enseñó la vida es que el hombre es un bicho al que le cuesta mucho mirarse en su interior. Eso es lo más difícil: conocerse a sí mismo. En general, la cosa se iniciaba como un proceso de discrepancias, no se estaba de acuerdo con eso y tampoco con aquello; una cosa estaba mal hecha y la otra también. Siempre había, por supuesto, cosas que estaban mal, eso es incuestionable; no todo era perfecto. Pero el problema estaba que en cuanto uno se ponía a rascar, terminaba dándose cuenta  de que en el fondo el que discrepaba con todo no quería más Lola, necesitaba construir un mundo que lo llevara a justificar lo que estaba necesitando. Y lo que estaba necesitando era no aflojar. Esto fue lo más corriente.

 

Lo otro, ‘La mano viene dura, yo no la aguanto’, fue lo excepcional. Y lo más notable. Era la honestidad total”.

 

En 1971 el gobierno había encomendado la lucha contra los tupamaros a las Fuerzas Armadas. Dos años después, cuando Juan María Bordaberry dio el golpe de Estado (el 27 de junio de 1973), el Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros) estaba derrotado, de modo que poco después del golpe nueve dirigentes tupamaros que estaban presos fueron sacados de las cárceles en las que se encontraban para ser llevados a unidades militares, de las que eran trasladados permanentemente y en cada una de esas oportunidades sometidos a torturas. Estos nueve tupamaros que sufrieron toda clase de privaciones­ (los obligaron a vivir en calabozos minúsculos y hasta en pozos) fueron Eleuterio Fernández Huidobro¸ José Manera Lluveras¸ Julio Marenales Sáenz, Engler, Mauricio Rosencof¸ Raúl Sendic¸ Adolfo Wassen Alaniz, Jorge  Zabalza y José Mujica Cordano.

 

Este es el nuevo presidente de la República electo.

 

 

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

8 de diciembre de 2009

 

 

 

Foto: Infolatam

 

  UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay

Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 -  902 1048 -  Fax 903 0905