No, ni
Shakespeare ni Chejov ni Ibsen
hubieran sido capaces de imaginar la comedia dramática
que acaba de ocurrir en estas tierras europeas. Lo que
se llama la fantasía de la realidad. Tal cual. Ribetes
dramáticos, discusiones interminables, ejecutivos
empresariales muy deprimidos al borde del suicidio, pero
todo terminó con champaña y sonrisas. Somos todos
democráticos, somos todos humanistas. Sólo queremos el
bien del prójimo, de todos. Con gente así vamos a salvar
el mundo.
En
pocas palabras: el top manager Wendelin Wiedeking,
de la empresa Porsche, dedicada a automóviles de
lujo, quiso comprar a la Volkswagen –aquella que se hizo
famosa con el “escarabajo”, el auto para que todos los
humildes pudieran tener cuatro ruedas–, pero resultó que
la Volkswagen se compró a la Porsche. Ni
más, ni menos. Y para consolar al ejecutivo Wiedeking,
le dieron como indemnización por despido 50 millones de
euros. Sí, 50 millones de euros.
Un
hecho más que deja al desnudo el sistema que domina al
mundo. Un sistema del egoísmo, de la avidez, de la
injusticia. El débil se jode, como principio. Si es
pobre, por algo será, como lema. Porque el mismo día en
que los ejecutivos de las dos grandes empresas llegaron
a ese “arreglo”, los diarios traían la noticia de que la
desocupación en Alemania había aumentado a
3.460.000 personas. Pero también hay que agregar más de
un millón de lo que se llama “trabajo abreviado”, o de
horario reducido por falta de tareas, con la
consiguiente reducción de salario.
Pero
volvamos al drama con final feliz. Lo que ganan los
ejecutivos en el mundo capitalista. Volvamos a
Wiedeking. En el debate sobre si lo echaban o no se
supo que el top manager había ganado oficialmente 80
millones de euros durante el año 2008. Sí, algo
absolutamente legal. ¿Por qué no?, se preguntarían los
que manejan la riqueza. Fue un buen ejecutivo,
responderían. Así salieron a la luz los altísimos
sueldos de los que tienen la manija. Por ejemplo, el
señor Piech, titular de Volkswagen, es
multimillonario, con una fortuna de más de mil millones
de euros. Para demostrar que lo recibido como despido
por Wiedeking no es exagerado, ni injusto, sino
algo que se “acostumbra” en ese medio, las secciones
económicas de los medios informativos del sistema
trajeron las cifras de lo recibido por los ejecutivos de
grandes empresas estadounidenses cuando fueron
despedidos: Lee Raymond, jefe del consorcio
petrolero Exxon, recibió como despido 350
millones de dólares; en 2007, Robert Nardelli,
boss de la empresa de construcciones Home Depot,
una indemnización de 210 millones de dólares; Hank
McKinnell, jefe del consorcio farmacéutico Pfizer,
obtuvo para irse 200 millones de dólares; Robert
Eaton, presidente de Chrysler, cuando esta
empresa se fusionó con la Daimler Benz, recibió
130 millones de dólares por presentar su renuncia,
etcétera. La lista podría llegar hasta el final de esta
contratapa.
Esas
sumas son ya una costumbre en el mundo de las altas
finanzas empresarias, me señala un periodista
especializado en información económica. Es así, agrega,
es la moraleja de la fábula, es algo que ya no se puede
cambiar. Son demasiado poderosos, dominan todos los
ámbitos.
Me
suena como la aceptación un tanto resignada de la
realidad de nuestro mundo. Pero que llama a abandonar
toda resignación cuando en los diarios alemanes del
mismo día podemos leer las grandes discusiones políticas
acerca de que hay que aumentar de 67 años a 69 la edad
para retirarse, ya que las cajas de jubilación presentan
déficit cada vez más grandes, porque el ser humano vive
cada vez más. O, por ejemplo, el político demócrata
cristiano Johannes Singhammer (sí, “demócrata” y
“cristiano”), quien ante la protesta de que lo que
reciben los jubilados alcanza cada vez menos para vivir,
dijo: “Los jubilados tienen que dejar de hacer turismo
en las vacaciones y darles ese dinero a los jóvenes”.
Claro, ahí está la cosa, hay que tomar los problemas
desde sus raíces, los jubilados tienen la culpa. Por
eso, el también demócrata cristiano Philip Missfelder
propuso, para ahorrar, que se les niegue financiar
caderas artificiales a los jubilados de más de ochenta
años de edad. O últimamente, cuando el presidente de la
Asociación de Empresarios, Dieter Hundt, señaló
sin temor a equivocarse que “la situación económica
exige una baja, en numerosos rubros, de sueldos y
jornales”.
Pero
volvamos a los 50 millones de indemnización. Hay que
reconocer que ese ejecutivo, Wendelin Wiedeking,
supo hacer las cosas cuando era el jefe indiscutido de
Porsche. Sí, de la fábrica Porsche. Donde
se fabrica el Porsche, el auto de lujo preferido
de los banqueros y ejecutivos de la New Economy en Nueva
York y ahora en Moscú. Top manager que supo aumentar las
ganancias de su empresa dejando cesantes a 1800 obreros
de un total de 9 mil. Demostró que se podía hacer más
con menos fuerza de trabajo: ahorrar ahí. No en su
sueldo y beneficios. Lo que se llama científicamente el
“sistema social de mercado”. Social.
Pero
esta comedia que parece inventada para divertir a la
platea y dejar vacío el paraíso no para allí. En la
misma semana en que se anunciaban los 50 millones para
el “ejecutivo” Wiedeking, y sí que lo es, se
producía algo en Alemania que transgredía todas
las reglas de la ética y de la moral, como se decía
antes. La ministra de Salud Pública de Alemania
se había ido con su coche oficial con chofer a pasar sus
vacaciones a Alicante, en España. La noticia
ocupó la primera página de los diarios y el primer lugar
en noticiosos de radio y televisión. No podía ser. La
ministra había usado en beneficio propio un vehículo
propiedad del Estado. Además, un diputado indignado
demostró que por lo menos se habían gastado 700 euros en
combustible. Claro, la ministra es socialdemócrata,
actualmente formando parte del gobierno, pero en un
partido que se encuentra en caída continua y, dentro del
gobierno, pretende representar a la “izquierda
moderada”. Páginas enteras, cálculos distintos de lo que
ese viaje costó a la sociedad, repudio de toda la gente
de bien. Acaba el presidente del partido de presentar la
lista de sus colaboradores en el próximo gobierno, en
elecciones muy cercanas. Y, por supuesto, la actual
ministra ha sido excluida. Cometió un pecado que no
tiene perdón.
Comparar los 50 millones dados al empresario –que no
ocasionó ninguna protesta de ningún representante del
gobierno– con los 700 euros de la ministra no tiene
razón de ser. Pero con esta crítica a la ministra se ha
demostrado que la ética debe estar presente siempre en
la política. ¿Y por qué se guarda silencio ante los
despropósitos de los que tienen el verdadero poder, el
económico? ¿Será tal vez porque de allí viene el dinero
de apoyo? Ya al pensar esto, el cronista se hace
sospechoso de propagar ideas extranjerizantes. Mejor lo
dejamos ahí.
Pero el
gran circo no termina allí. Ya no va a ser creíble lo
que escribiré ahora. Pero sí, les doy los datos a todos
aquellos descreídos. La noticia que voy a dar ahora
apareció en todos los diarios alemanes del 31 de julio.
Lo pueden constatar. Un basurero en la ciudad de
Mannheim se llevó, de la basura que recogía, un viejo
cochecito de bebé en desuso que había sido colocado
junto a los desperdicios. La empresa lo despidió. Ahora
el juez señaló que, si bien fue un robo, no es motivo
para ser despedido y ordenó que se lo retome. El hecho
nos hace pensar: llevarse un cochecito de bebé
abandonado es un robo, porque ya pertenece a la empresa
recolectora, sí. Pero un ejecutivo que recibe 50
millones de euros como indemnización por renuncia no es
ningún delito, es algo natural, comprendido en las leyes
de economía de mercado. Es para pensarlo, me digo. El
juez que hizo reincorporar el basurero despedido merece
un aplauso, qué coraje civil. Sí, porque en la Justicia
había dos hechos distintos: una dependiente de una
confitería que fue sorprendida comiéndose un pedazo de
torta que estaba a la venta fue despedida y la Justicia
señaló que era pleno derecho de la empresa de hacerlo.
Con el nuevo veredicto del cochecito de bebé abandonado,
tal vez la Justicia no sea tan severa con los que no
tienen nada. (Ahora se está esperando otro fallo de la
Justicia: se ha permitido revisión del fallo en primera
instancia que aprobó el despido de una cajera del
supermercado Kaiser–Tengelmann por haberse quedado con
el bono de dos botellas vacías por 1,30 euro.)
¿Increíble, no? Pero típico del primer mundo, en países
donde el capitalismo “derrama” riqueza. Claro, a unos un
poco más, a otros un poco menos. ¿Y en el tercer mundo?
No hablemos. Cerremos el capítulo. Lo podemos ver con
nuestros ojos todos los días.
Es
como querer poner frente a frente dos fotografías: el
Che Guevara es fusilado por querer hacer la
revolución en los solitarios llanos de Bolivia y,
enfrente, un almuerzo conjunto de los ejecutivos que
cobraron esas indemnizaciones multimillonarias de las
grandes empresas. No, querer hacer esa comparación
levantaría la sospecha de que el cronista ha bebido
algunos whiskies antes de sentarse a escribir. Pero, eso
sí, lo que es imperdonable para el sistema que nos rige
a todos es esta información también aparecida ayer en
los diarios alemanes: “La venta de cerveza en
Alemania ha disminuido, en el primer semestre de
este año, en un 4,5 por ciento, a un total de 49,5
millones de hectolitros”. Que los alemanes beban menos
cerveza... ese sí que es un indicio de que las cosas no
andan bien.