Acabo de estar en tierra gallega. Allí confirmé una vez más
una convicción: la ética triunfa finalmente. Pueden pasar
muchos años, pero los triunfadores circunstanciales que
pisaron y enlodaron la ética caen siempre. Caen
indefectiblemente en el estercolero de la historia. Como
Francisco Franco, el fusilador de poetas. Hombre de metralla
y hostia. Meter bala y después dar gracias de rodillas por
haber podido matar. Hombre de cuartel y catedral. Y por eso
glorificado con decenas de monumentos y calles. España fue
todo Franco. Mientras ahora se tiran abajo y se escupen esos
monumentos construidos por él mismo y sus mantenidos. Y se
levantan de sus tumbas escondidas los que dieron la vida por
libertad y justicia.
En Pontevedra me invitaron a la inauguración del monumento a
los fusilados el 12 de noviembre de 1936 en esa ciudad. Ese
día, a la madrugada, por orden del dictador Franco se fusiló
a los médicos Amancio Caamaño, Telmo Bernández y Luis Poza;
a los maestros Paulo Novás, Germán Adrio y Benigno Rey; al
abogado José Adrio, al periodista Víctor Casas, al capitán
Juan Rico y el editor Ramiro Paz. El genial monumento a los
fusilados está compuesto de troncos de árboles fundidos en
bronce en medio de un bosque de plátanos verdes llenos de
vida. Los troncos de bronce tienen sus ramas cortadas, como
si les hubieran amputado sus brazos en plena vida. En el
acto de recuerdo por los setenta años de crímenes tan viles
de gorra y botas, se escucharon discursos plenos de vida y
de esperanza en la palabra y no en la bala, y en los
presentes se notó la nostalgia por la pérdida de vidas tan
jóvenes y llenas de la esperanza de crear justicia para los
de abajo.
Los fusilados por Franco se convirtieron en árboles de bronce
y sus ramas cortadas son como los puños cerrados de la
protesta, la advertencia y la resistencia triunfantes.
En la misma bella Pontevedra se realizó al mismo tiempo el
congreso de historia Destecendo a desmemoria ("Destejiendo
la desmemoria"), referido a la lucha antifranquista en
Galicia. Pero el tema se extendió a otros crímenes del poder
en este planeta, donde el hombre sigue siendo víctima del
hombre. Pude hablar así de la muerte argentina, la
desaparición de personas y cómo poco a poco va llegando la
justicia a los culpables de esa forma horrible de asesinar.
Al mismo tiempo de estos valientes ejercicios de la memoria
en Galicia, en otra ciudad de su territorio, Santiago de
Compostela, se quitó el "Doctor Honoris Causa" al dictador
Francisco Franco. El consejo de gobierno universitario
resolvió hacerlo, "rechazando la concesión del título al
fascista porque no reúne ni los méritos científicos ni los
personales para ostentar dicho honor". Se lo dijeron con
todas las letras: "fascista". La resolución fue comunicada a
las universidades de Salamanca y Coimbra, por si deciden
seguir el ejemplo. Ni monumentos ni títulos honoríficos.
Esta resolución deja al desnudo el espíritu de alcahuetería
de la época del franquismo, cuando se le dio ese título al
dictador. Al acto concurrió, por supuesto, el cardenal
Quiroga Palacios y todos los ministros del gobierno y los
rectores de todas las universidades de España. Cuando en
1965 le otorgó el título al fascista, el rector Ángel Jorge
Echeverri dijo que la obra de Franco se asemejaba a una
experiencia científica "porque su régimen había conseguido
restaurar el biologismo normal de nuestra patria". Sí,
claro, estableció el biologismo a fusilamiento limpio.
Extraña fórmula la del rector en apoyar así ese régimen de
la muerte con la palabra "biologismo".Por supuesto que el
esclarecimiento de la historia que se basa en los
fundamentos de la ética está queriendo ser manchado ahora
por aquellos que se enriquecieron durante la dictadura
franquista. En ese sentido, hay medios de comunicación en
poder de esos empresarios y políticos que hacen diariamente
propaganda en contra. Pero, por supuesto, callan que Franco
llegó al poder con la ayuda de las tropas fascistas de
Mussolini y con la Legión Cóndor de los nazis. Basta
recordar el bombardeo a Guernica. Que, luego de la increíble
obra de arte de Picasso, ya no se podrá ocultar jamás.
Es que, claro, no se democratiza un país sólo recordando los
crímenes de los que asaltaron el poder, sino empeñándose en
hacer verdadera justicia y volcando en el pueblo aquellos
bienes mal adquiridos. ¿Qué hicieron, por ejemplo, en las
hermosísimas costas marítimas de Galicia el franquismo y sus
consortes? Una increíble retahíla de casas opulentas de fin
de semana para los del poder y del dinero, en vez de dedicar
esos increíbles lugares para el descanso y la diversión en
instalaciones comunitarias para el pueblo del trabajo y sus
hijos.
La democracia española debe ir atreviéndose a democratizar
cada vez más el país. También en sus formas. Acabar, por
ejemplo, mediante un largo y profundo debate, con la
institución monarquía. Es un verdadero insulto a todos
aquellos republicanos defensores de la democracia tener esa
figura, fuera de tiempo ya. Más que muchos países de régimen
parlamentario han demostrado que pueden mantener la misma
"continuidad" con un presidente elegido por el Parlamento:
ver, por ejemplo, Francia, Italia, Alemania. La monarquía
inglesa ha pasado ya los límites del melodrama con rasgos de
pantomima, para no hablar de las de Holanda, Suecia y otras
que han quedado en la Edad Media mental y ya su único efecto
es mirarse al espejo. El rey de España fue inventado
-después de la república- por la dictadura del general, que
por algo ya había llegado a ser generalísimo.
Ese rey español tiene ese origen descastado y pasaría a la
historia de la verdadera democracia si renunciara, aludiendo
que él se siente actualmente un miembro más de un
aprovechamiento propio de ficciones de los allegados al
poder para seguir detentando ese poder a través de personas
"designadas por Dios", tal vez buenas personas u honestas
como Juan Carlos, pero ni son representantes de Dios en la
Tierra ni pueden representar a todo un pueblo. El rey Juan
Carlos pasaría a la historia si renunciara porque
"representa a un sistema ya superado por la historia".Sin
duda, esa institución de la monarquía es una falta de
respeto para todos los que cayeron en su lucha por la
república -principalmente aquellos que dieron sus vidas en
plena juventud-, como tener instituciones "por razones de
seguridad" o de "estabilidad".
De los fusilados por Franco en Pontevedra se podría obtener
la siguiente razón, que pueden leerse del discurso del
notable escultor Fernando Casás, el autor del conjunto
escultórico de los troncos de bronce de árboles talados del
cual hablamos, quien dijo: "Estos troncos de bronce intentan
evocar a los hombres que perdieron su savia para que
crecieran nuevos árboles". Y es así. Sus rostros salieron en
los diarios en primera página setenta años después de que
sus cuerpos recibieran los balazos asesinos.
Yo tenía nueve años cuando ocurrió el levantamiento del
militar Franco. En la Argentina había dos versiones
definidas sobre la Guerra Civil Española: la que daba el
diario Crítica, que defendía a la república; y la del
Deutsche "La Plata" Zeitung, que defendía al fascista
católico Francisco Franco, protegido de Hitler y Mussolini.
Muchos argentinos viajaron a España a defender a Madrid.
Épico. Morir en Madrid por la libertad. Jóvenes de civil y
gorra contra militares de casco y botas... Y tanques y
ametralladoras traídas de Krupp y Mauser.
La muerte de poetas. García Lorca, fusilado. Miguel
Hernández, muerto de hambre en la cárcel por orden del
minúsculo Franco. La poesía y el heroísmo murieron bajo el
plomo de los fabricantes de armas y los eternos uniformados.
Picasso y la paz. Las lágrimas del inmortal Manuel de Falla
al llegar a Buenos Aires en su exilio. El tiempo del
desprecio. Y luego ya la muerte como dogma: la guerra
europea. El poder condenaba a la juventud a la muerte más
vil: el cazarse como bestias. Y la cobardía máxima, el
bombardeo de ciudades abiertas donde criaban la vida las
madres y los niños que iban naciendo.
Y de pronto el amanecer, ahora, ver que la historia sólo
justifica a los éticos: a los que defendieron la paz, a los
que se opusieron a la muerte, pese a que ésta venía rezando
el rosario. La cruz y la espada, aquellas armas que
sirvieron para conquistar América y exterminar o esclavizar
a sus habitantes naturales, conquistaron el Madrid
republicano y le metieron cerrojo y le enseñaron el miedo al
"pecado". El hoy no significa que ganaron aquellos
republicanos que fueron fusilados por sus ideales. Está muy
mezclado todo pero, por lo menos, los nombres de los que
creyeron en la libertad están de nuevo en las calles, y sus
monumentos son acariciados por los niños que juegan en las
plazas.
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