La
13 Conferencia de la Rel-UITA vivió un bellísimo y muy
emotivo momento cuando se presentó la “Cantata Patagonia de
Fuego”, del cantante y compositor Sergio Castro, basada en
los cuatro tomos de “Los Vengadores de la Patagonia
Trágica”, obra del historiador y escritor argentino Osvaldo
Bayer que reconstruye las primeras huelgas rurales de
Argentina y probablemente también de Latinoamérica, en cuya
represión fueron asesinados 1.500 trabajadores rurales.
La
presencia magnética del propio Osvaldo Bayer en la sala,
leyendo pausadamente tramos elegidos de sus libros, lectura
matizada de brevísimos y sarcásticos pincelazos, fue una
parte esencial del espectáculo. La voz rotunda y generosa de
Castro, su inconfundible “sonido argentino”, y la proyección
simultánea de algunas imágenes de la película “La
Patagonia Rebelde”, filme de Héctor Olivera
también inspirado en la obra de Bayer, le dieron a la
Conferencia un cierre emotivo, de alta calidad cultural y
cargado de contenido que contó con el auspicio decidido de
la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE).
-¿Cómo
surgió la idea de la Cantata?
-Me vino a ver Sergio Castro, me dijo que es músico,
que había leído mi obra La Patagonia Rebelde y quería hacer
una Cantata basándose en el libro. Para mí resultó una
oportunidad de llegar a otro público, para hacer conocer las
huelgas patagónicas, así que le dije que contara conmigo. Y
salió esta Cantata con la cual estoy muy conforme. Sergio es
un hombre muy inspirado, que canta y compone muy bien, por
lo que hemos tenido mucho éxito. Cuando Gerardo Iglesias
nos invitó a venir a esta 13 Conferencia de la UITA
aceptamos de inmediato, para que esa temática de las
represiones feroces que hubo en Argentina también sea
conocida en otros países. En este caso una represión que no
provenía de una dictadura militar -a lo que ya estamos
acostumbrados- sino del primer gobierno argentino elegido
por voto popular, el del presidente Hipólito Yrigoyen,
y que dejó 1.500 trabajadores rurales muertos.
-¿Por
qué ocurrieron esas huelgas?
-Realmente, cuando uno ve el petitorio de ellos piensa: ¡qué
poco pedían!
-¿Cuál
fue el contexto de esa masacre?
-Fue ejemplarizadora la forma en que esos obreros llegaban de
otras latitudes y se organizaban a pesar de las represiones
policiales que ya había en la zona. Antes la Patagonia
dependía directamente del gobierno nacional, no estaba
dividida en provincias como ahora. Eran Gobernaciones cuyo
titular era designado por el Presidente de la República. Por
supuesto que allí se ejercía la enorme influencia de los
dueños de la tierra que, en general, eran estancieros
británicos que habían recibido la tierra por la llamada
Concesión Grünbein, acordada por el general Julio Argentino
Roca. Fueron 2.500.000 hectáreas en las cuales estos
británicos introdujeron la oveja iniciando esa actividad en
la zona, y sirviéndose, además, de una explotación salvaje
de obreros rurales recién llegados sobre todo de España e
Italia. La mayoría era anarquista. Se organizaron primero en
los puertos y en donde había ferrocarril. Formaron una
Sociedad Obrera de Oficios Varios en la que entraban todos.
Así empezó la afiliación de los obreros rurales, pero la
explotación era tan grande que una de las primeras cosas que
se hizo fue elaborar y presentar un pliego de peticiones.
-¿Qué
pedían?
-Cosas que hoy parecen ridículas como un paquete de velas por
mes y por peón, porque en el invierno patagónico el sol sale
a las 10 de la mañana y a las tres y media ya es de noche.
En los llamados “camarotes”, que era dónde vivían los
obreros, no había luz eléctrica. También pedían que el
botiquín de primeros auxilios y medicamentos contuviese
indicaciones en español y no en inglés, y que se tomaran
peones casados y no sólo solteros para que se poblara la
Patagonia, y por supuesto pedían un muy pequeño aumento del
jornal. Se hizo una huelga que fue acatada por todos. Es tan
épico ver hoy los volantes que los obreros hicieron en sus
humildes prensas… Uno se pregunta cómo pudieron parar las
estancias en aquellas distancias enormes, teniendo en cuenta
que sólo usaban el caballo para trasladarse, y la Sociedad
de Obreros tenía sólo un FORD T. Sin embargo el paro fue
generalizado. Hubo extraordinarios dirigentes obreros como
el gallego Antonio Soto, que actuó en la zona de Río
Gallegos, como el gallego Outerello en la de Puerto
Santa Cruz, el argentino Albino Argüelles, que
trabajó en la zona de Puerto San Julián, y José Font,
un gaucho entrerriano llamado “Facón Grande” porque
le gustaba usar un facón (cuchillo) de gran tamaño
atravesado en su faja de gaucho.
Sergio Castro |
-¿Cómo
reaccionaron los estancieros?
-Ellos ni siquiera reconocieron la existencia de la Sociedad
Obrera. Pero igual se hizo la primera huelga. Corría el año
1921, y el presidente Yrigoyen, del Partido Radical, en el
primer mandato democrático de la historia argentina ya que
no había sido elegido como hasta entonces en los atrios de
las iglesias sino por voto secreto y directo, ordenó al
teniente coronel Varela que fuera hasta allá con el 10 de
Caballería, observara la situación y tomara una resolución.
Varela fue y vio las condiciones pobrísimas y de explotación
en que vivían esos obreros e hizo firmar un primer Convenio
en el cual se le acordaban todos los puntos que reclamaban
los trabajadores que, como ya vimos, no era mucho pedir.
Varela se retiró, pero los estancieros inmediatamente
dijeron que ese Convenio lo habían firmado por la fuerza,
bajo amenaza de las armas, y que no lo cumplirían. Y así lo
hicieron. Las estancias fueron entonces nuevamente ocupadas
por los obreros. Irigoyen mandó de nuevo a Varela, pero ya
con la orden de terminar para siempre con las huelgas
patagónicas, dándole el “Bando de la Pena de Muerte por
Subversión”. El teniente coronel Varela llega con el 10 de
Caballería y, sorpresivamente para los obreros, en vez de
hacer cumplir el Convenio que él mismo había promovido
comenzó a detener a los dirigentes rurales y a fusilarlos.
Comenzó así una tremenda orgía de sangre que, según los
propios obreros, tomó la vida de 1.500 trabajadores rurales,
mientras que los estancieros dijeron que las víctimas de la
represión fueron “solamente” 750. Por su parte, el Ejército
consignó 26 muertos mientras huían como consecuencia de la
aplicación de la llamada “Ley de Fuga”.
-¿Cómo
impactó esto en la sociedad del momento?
-Tuvo un enorme eco en la clase trabajadora argentina y se
logró que el tema fuese tratado en el Congreso, donde se
demostró que fue una matanza terrible. Se conocieron todos
los detalles. A instancias de la oposición se integró una
Comisión Investigadora que se trasladó a Santa Cruz para
reconstruir los hechos. Se llegó a confrontar al presidente
Irigoyen preguntándole por qué le había dado la potestad a
Varela de aplicar la pena de muerte cuando ella había sido
abolida en la Argentina. No obstante, la mayoría radical del
Congreso se retiró de sala en esa sesión dejando a la Cámara
sin número suficiente. Y nunca más se discutió el tema.
Ese mismo año ocurrirá también la matanza de los hacheros de
los bosques norteños de quebracho donde se vivía la misma
explotación que en la Patagonia. Los hacheros hicieron
huelga y fueron reprimidos por la Gendarmería Volante, al
servicio de los madereros pero pagados por la gobernación de
Santa Fe, también radical. A pesar de los fusilamientos la
resistencia permanecía activa, por lo que el presidente
Irigoyen envió allí al 12 de Infantería con sede en la
ciudad de Paraná, cuya acción será masacrar a los obreros en
huelga. En este caso nunca se llegó a saber cuántos muertos
hubo.
Sergio Castro,
Osvaldo Bayer y Gustavo Etchegaray de la UATRE |
-Teniendo en cuenta esta historia, estos antecedentes, ¿cuál
es la situación actual de los trabajadores rurales
argentinos?
-Hoy las condiciones son otras, existe la Unión Argentina de
Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) que tiene
otra autoridad. Es la que ha permitido que en la Patagonia
hayan quedado consagrados los héroes de ese movimiento
obrero patagónico. Hoy Facón Grande tiene un precioso
monumento que fue financiado por UATRE; también la
demarcación de tumbas masivas, como la de los 610 fusilados
de la estancia La Anita, cercana a Río Gallegos, se
hizo también con apoyo de Gerónimo Venegas,
secretario general de la UATRE, así como la expresión
escultórica ubicada en la entrada a Puerto San Julián, en la
que se recuerda a Albino Argüelles, héroe fusilado
por orden del capitán Elbio Carlos Anaya, que por esas
ironías de la historia argentina llegó a ser después
Ministro de Justicia e Instrucción Pública, ese fusilador.
Se ha recordado también con una calle el nombre de
Antonio Soto, y en la localidad de Calafate hay una roca
que lo recuerda. Pero no hay absolutamente nada que recuerde
a los fusiladores de uniforme, ni siquiera una placa.
-¿Qué fue
del teniente coronel Varela?
-Los anarquistas no eran nenes de pecho, y por haber fusilado
a 1.500 compañeros aplicaron con él el “derecho de matar al
tirano”. El anarquista alemán
Kurt Gustav Wilckens le arrojaría una bomba a Varela y
después le dispararía seis balazos que determinarían su
muerte. Ese fue el fin del teniente coronel Varela, y
Wilckens siempre pasó como un gran héroe del movimiento
obrero, porque utilizó esa ley no escrita, pero respetada:
“el derecho de matar al tirano”. Cuando en un país no hay
justicia, el pueblo tiene derecho a hacer justicia con sus
propias manos.
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