“Me llevó toda una vida aprender a pintar como ellos”, señaló
Pablo Picasso ante una exposición de coloreados
dibujos infantiles.
El genial pintor español inició estudios de
pintura en Barcelona, y los continuó en Madrid. A la edad
de 20 años (en 1901) se trasladó a París, instalando su
estudio en el barrio de Montmartre. Allí se relacionó y
recibió la influencia de pintores como Touluose-Lautrec
y Degas.
Desarrolló su estilo en diversas etapas de su
productiva carrera. En la primera mitad del siglo XX
atravesó los períodos azul, rosa y precubista, antes de
embarcarse en el cubismo, movimiento que fundó con el pintor
George Braque.
Guernica, uno de sus cuadros más famosos, expresa
su horror ante los bombardeos de esa ciudad vasca en la
Guerra Civil Española (1936-1939).
Pasó en París la mayor parte de la Segunda Guerra
Mundial, y tras la liberación de esa ciudad trascendió que
había adherido al Partido Comunista.
Jerome Seckler,
en tareas periodísticas, lo visitó –cuenta– en un edificio
relativamente modesto, cercano al Sena, y señala que para
llegar al atelier de Picasso, que ocupaba uno de los
dos últimos pisos de un edificio de cuatro plantas, había
que atravesar “uno de los agujeros del muro que hacían de
puertas y subir por una estrecha escalera de desgastados
escalones de madera”.
Seckler
preguntó al secretario de Picasso si habían tenido
complicaciones con los alemanes. “Lo hemos pasado mal como
todo el mundo”, fue la respuesta.
La Gestapo, que vigiló permanentemente a Picasso,
lo acusó en una ocasión de ser en realidad un hombre de la
resistencia, cuyo nombre de batalla era Leipzig. Pero
Picasso se limitó a una respuesta concreta:
“No, yo soy Picasso, nada más”.
En realidad, mantuvo un estrecho contacto con la
resistencia clandestina, en la que se forjó, con inmenso
sacrificio, la liberación de Francia y la derrota del
nazismo.
La vanguardia del general Leclerc, que dirigió las
columnas de la liberación, estaba formada por tanques
manejados por republicanos españoles.
Indalecio Prieto,
ministro de la República, destaca el hecho en
sus “Discursos en América”. "Está demostrado –señala– que la
solidaridad de los republicanos españoles con los
republicanos franceses no ha sido ni es solamente una
solidaridad de espíritu, sino del espíritu y el músculo, del
alma y el cuerpo (…) Los españoles del “maquis” y los
españoles de las divisiones blindadas del general Leclerc
han ofrecido, además, su sangre".
Ante la reclamación del representante de
Franco en París, exigiendo que se quitaran las banderas
de la República Española de los tanques de la vanguardia de
Leclerc, Indalecio Prieto replicó que “de
donde no podrán ser arrancadas es del corazón de los
combatientes. El regatón de la bandera de la República
Española quedará clavado de por vida en el corazón de esos
heroicos combatientes, como está hincado con firmeza en lo
más profundo de nuestras almas”.
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