Mientras escucha las noticias sobre la economía,

Federico Sánchez se duerme en la hamaca que sigue

quejumbrosamente su impulso por inercia, hasta que

se detiene. Era lo último que quedaba por privatizar.

 

La idea la tenía desde hace mucho tiempo, y la estrategia

ya estaba planificada cuidadosamente. Cuando llegó el

momento oportuno y se dieron Las condiciones necesarias,

no dudaron en tramitar la patente e inscribirla debidamente

en el registro de la propiedad. Los otros referentes de la

telaraña empresarial multinacional se encargaron de

hacer lo mismo en cada país, al poner a funcionar

los  mecanismos de producción y distribución,

preparados desde hacía buen rato. Los gobiernos

se lavaron las manos: no tenía nada de malo que

el aire se rigiera por el libre mercado, afirmaron.

 

El aire. Apareció con marcas diferentes para

hacerlo competitivo. Graduado según

porcentajes de pureza, con su equivalente

en precios. Anunciado llamativamente  en campañas

publicitarias. Parcelado en bolsas plásticas y botellas

desechables. Teñido de varios colores para hacerlo más

atractivo. Provisto de distintos olores de frutas, agradables a

todos los gustos. Para los niños, ornamentado de lazos y

dibujos de sus personajes favoritos de cuentos y películas.

 

¡Pobre aire! El de baja calidad vendido a dos bolsas por dólar. Rebajado en baratillos y ventas de patio. El aire “de luxe” importado de los Alpes, los Urales y los Apeninos, ofrecido como aire de marca en las “boutiques” y en parques  para ejecutivos. A punto que el último éxito de librería eran los manuales para hacer el amor con menos oxígeno.

 

Se anunciaban novedades. Se anunciaban novedades como escafandras irrompibles para niños y jóvenes hiperactivos, especiales para deportes y aventuras.

 

El aire privatizado es absorbido por grandes succionadoras que los procesan y comercializan. Las personas y los animales domésticos autorizados a vivir portan burbujas personalizadas controladas comercialmente por una filial de la empresa, que además acondiciona casas y edificios como espacios sellados para acomodar el aire que se les compra.

 

La pena de muerte se realiza simplemente por asfixia y el suicidio es un acto tan sencillo como quitarse la escafandra o la burbuja. Los políticos prometen más aire con los colores de sus partidos para obtener votos. El robo de aire se convierte en el principal delito penado por la ley.

 

Existe un aire ilegal, que se trafica por todo el mundo, pues viene mezclado con drogas y estupefacientes. Los ladrones de aire son los delincuentes más buscados en cada país. Los pordioseros piden una limosna de aire y las cometas que antes revoloteaban en la atmósfera son artículos de museo.

 

¡Pobre mundo! En los zoológicos, solo sobreviven sus burbujas ejemplares de las especies silvestres que probadamente consumen menos aire. La superficie de la Tierra y los mares están desolados, saturados de la contaminación. Los cultivos se realizan con químicos y manipulación genética en esferas especiales, y sólo existen peces criados en estanques cerrados.

 

Pobres, pobres! Hacen malabarismos para respirar menos, porque el costo de la vida sube. Perdieron lo único que era gratis, pues el que no-paga, no-respira, así como el que no trabaja no come. Se hinchan las mansiones como globos aerostáticos y, en cambio, desfallecen las casuchas desinfladas.

 

Federico despierta de la pesadilla con una sensación de ahogo. Casi no puede respirar. Se levanta y se quita la camiseta mojada de sudor. Todo está en silencio en la habitación. Va al baño y se asea. Se viste y busca algo para desayunar en la cocina. Continúa la sensación de ahogo. Enciende el abanico eléctrico en el nivel más fuerte.

 

Escucha a lo lejos los vendedores callejeros, cuyas voces suenan como el cruzar de espadas: ¡Bollos! ¡Sandías! ¡Pesca’o! ¡Melones! ¡Prensa! ¡Se afilan cuchillos! ¡Aire, aire barato!

 

Un jadeo caliente en la cara lo despierta. Es su perro que lo olfatea. Se pellizca los brazos para estar seguro que es de verdad. Se asoma al portal y acaricia al can. Una cometa coloreada cabecea en el azul del cielo.

 

AIRE de Raúl Leis

Sociólogo, Escritor y Secretario General

 del Consejo de Educación de Adultos de América Latina (CEAAL)

 

 

25 de junio de 2007

Ilustración: Gabriel Balla

                       © Rel-UITA

 

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