Los antecedentes de la traición a Chile están
ampliamente documentados. Hoy sabemos
que las raíces de la tiranía de
Augusto Pinochet venían desde largo
tiempo atrás. El 11 de septiembre de
1973 culminó una conspiración destinada
a derrocar al gobierno de la Unidad
Popular (UP), triunfante en la
elección nacional con la candidatura de
Salvador Allende, que se había
presentado por tercera vez.
El ataque a las Torres Gemelas, que se recuerda cada 11 de
septiembre, costó tres mil vidas. El
asalto a las instituciones en Chile
sobrepasó las 30 mil e impuso una
dictadura que ensombreció al país y
costó miles de vidas.
La conspiración de la derecha asociada al imperialismo venía
desde lejos. En 1964, la elección
inmediatamente anterior a la ganada por
la UP, fuimos enviados como
cronistas a cubrir ese proceso. En el
aeropuerto internacional de Ezeiza,
Buenos Aires, donde una tormenta detuvo
varias horas la partida del avión a
Santiago, nos impactó el titular de una
revista argentina: “¿Comunismo a dos
horas de Buenos Aires?”. La piel
sensible del capitalismo internacional
alarmaba contra el posible triunfo de
Salvador Allende, candidato del
Frente de Acción Popular, que el diario
El Mercurio, en su intento de
horrorizar, llamaba “Frente
Revolucionario de Acción Popular”. Esto
sucedía en septiembre. Ya en mayo
Allende había denunciado en el
Senado el río de oro (hoy se sabe su
origen) que financiaba a sus
adversarios: “Pocas veces hemos visto
disponer de mayores recursos, de más
medios económicos. Y el hecho no es
nuevo. Es la gran conjura contra el
pueblo que se repite implacablemente, en
cada ocasión que las fuerzas populares
han evidenciado su crecimiento, su
reivindicación de un destino diferente
para la patria”.
Desde los muros de Chile se advertía el terror. Por
ejemplo, un afiche expresaba: “Si eres
padre no olvides: en el bloque marxista
los padres no tienen relación con sus
hijos”. Otro ofrecía la opción: “¿Quién
quieres que toque a tu puerta esta
Navidad?”. De un lado aparecía Papá Noel
(el “Viejito Pascuero”), del otro un
soldado soviético.
En los barrios humildes y en las zonas
del cobre, partidarios de Frei
Montalva (candidato de la Democracia
Cristiana) regalaban novedosas radios a
pila con un signo publicitario que
incluso se podía retirar con facilidad,
de modo que todos aceptaban un obsequio
tan útil y costoso. ¿Error publicitario?
Una semana antes de la elección se
despejó el objetivo de esos presentes de
apariencia ingenua y generosa: por
cadena de radios llegaron, permanentes y
a todas partes, mensajes de Conte
Agüero, Eudocio Ravines,
Juanita Castro, entre otros; hasta
de Haya de la Torre, alineado ya
desde 1954 (año de la invasión a
Guatemala) contra su propio
antiimperialismo juvenil.
Poco antes del día de la elección se anunció que en octubre
(el mes siguiente) naves
latinoamericanas y de Estados Unidos
participarían de la Operación Unitas,
frente a las costas de Chile. El
fantasma del golpe de Estado, planteado
por varias vías, buscaba definir la
elección. A Raúl Ampuero, un
dirigente del FRAP, le
preguntamos si creía que podría
producirse un golpe de Estado. “En
agosto se habló del golpe”, nos dijo.
“Cuando el peligro pareció superarse
tuve la intuición de que Estados
Unidos estaba seguro de la victoria
de Frei, porque de lo contrario
el propósito golpista habría
continuado”.
Algunos patronos habían recurrido a sus ametralladoras
específicas. Ya en abril, la textil
Yarur, por ejemplo, informada por espías
enviados a las manifestaciones del
FRAP, había despedido a 15 obreros.
Frei Montalva,
que empleaba sin riesgos la palabra
revolución (su eslogan publicitario fue
“Revolución en libertad”) obtuvo la
victoria. La polarización se registró
con claridad. En el aristocrático barrio
Las Condes la alegría desbordó las
calles. En la comuna obrera de San
Miguel registramos tristeza y silencio.
Pero días después, levantada la veda
política, intuimos la victoria futura en
la palabra de Allende: en un
Teatro Caupolicán desbordado, con
claridad de conceptos reafirmó la fe en
la izquierda y su apuesta democrática a
ganar conciencias.
En Santiago,
un afiche
expresaba: “Si
eres padre no
olvides: en el
bloque marxista
los padres no
tienen relación
con sus hijos”. |
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Cuando, años después, luego de una larga lucha, la Unidad
Popular obtuvo la victoria empezó la
etapa más difícil. Hoy se sabe que un
“río de oro” financió a la oposición, al
diario El Mercurio, a la derecha.
El propio Frei Montalva, antes de
dejar la Presidencia, realizó una
importante compra de armas para el
Ejército.
Church,
legislador estadounidense, ha informado
que ya en 1964 militares chilenos
pensaban dar un golpe de Estado si
Allende era elegido presidente.
El 19 de julio de 1964 el Consejo de Defensa de Chile,
equivalente al Estado Mayor Conjunto de
Estados Unidos, se dirigió al
presidente Alessandri
proponiéndole un golpe de Estado si
Allende triunfaba en la elección. Y
ya desde ese año la CIA creó un
sistema de penetración de los militares
chilenos, que fue incrementando con el
tiempo.
El 11 de septiembre de 1973, militares de derecha asaltaron
La Moneda (el Palacio de Gobierno) donde
Allende resistió heroicamente y
dejó un mensaje de esperanza y fe en la
victoria final.
Podemos agregar algunos datos más, que se encuentran en
documentos desclasificados y publicados
por la CIA. De esa amplia
información surge que autoridades de
Estados Unidos ayudaron
decisivamente a la caída de la
democracia en Chile y prepararon
la tiranía. Surge también que ya el 13
de agosto de 1973 el Departamento de
Estado recibió de sus servicios
diplomáticos noticias de que grupos
extremistas, como Patria y Libertad,
cuyo principal dirigente, Roberto
Thieme, había estado vinculado al
intento de levantamiento que se produjo
el 29 de junio y se frustró, ya
anunciaba que realizaría una campaña
terrorista (con bombas, secuestros y
asesinatos) destinada a derribar al
gobierno.
Aunque la embajada de Estados Unidos no creía que ese
grupo fundamentalista (con filial en
Uruguay) pudiera realizar mucho más
que atentados aislados, informó que
ellos podrían aumentar considerablemente
el clima de tensión que facilitaría el
golpe.
La traición, consumada el 11 de septiembre pesará como lápida
sobre militares de la derecha chilena, y
en las páginas de la historia quedarán
derrotados para siempre por el coraje y
el mensaje vital de Salvador Allende.