Paraguay
La tragedia del supermercado Ycua Bolaños
“¡¡Abran las puertas, por favor...
abran las puertas!!”
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Ese fue el
pedido desgarrador de 800 almas agolpadas frente a las
puertas cerradas del supermercado Ycua Bolaños, “el
más moderno y seguro de Asunción” según el slogan que
convenció a todos los clientes que fielmente
concurrían a realizar ahí sus compras. Pero una sola
chispa le bastó para que en cuestión de segundos el
establecimiento se convirtiera en una trampa mortal
para todos los hombres, mujeres y niños que se
encontraban en su interior aquel aciago domingo 1 de
agosto.
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Foto: gentileza diario La República |
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Todo parecía indicar que la mañana transcurriría como
cualquier otra. El día estaba espléndido, cálido y soleado e
invitaba a salir a dar un paseo, almorzar fuera o hacer
compras para el asado dominguero. Nadie se imaginaba que una
gran tragedia estaba cerca. Al promediar la mañana, y en
cuestión de segundos, una explosión estremeció a una placida
Asunción, que se convirtió en testigo muda, impotente y
dolorosa del más grande sufrimiento que jamás haya afligido
a sus hijos (además de las guerras), a 467 años de su
fundación.
El fuego se inició dentro del supermercado y las
puertas se cerraron, por una orden maldita, la más egoísta
de las órdenes que jamás nadie haya dado: “¡¡¡Cierren las
puertas!!! ¡¡¡Qué nadie se vaya sin pagar!!!”. Y todos o
casi todos los que estaban dentro quedaron encerrados en una
trampa mortal de fuego, humo e infierno. Eran más de 800
almas gritando, suplicando, implorando para que alguien se
apiadara y abriera las puertas.
Los transeúntes y vendedores ambulantes que estaban
fuera del supermercado no podían creer el drama del que
estaban siendo testigos casi por casualidad. Se armaron de
piedras y de cualquier otro objeto contundente que tenían a
mano para romper los vidrios o hacer boquetes en las paredes
para ayudar a las personas a salir del edificio.
El primer bombero voluntario que llegó al lugar, solo
y aún sin su uniforme reglamentario, relató su difícil
experiencia. Quiso ingresar por una de las puertas
principales, pero el guardia que estaba custodiando la
entrada con un arma de grueso calibre se lo impidió. El
guardia, hoy con paradero desconocido, gritó al voluntario
que nadie podía ingresar o salir del supermercado, a pesar
de que en su interior las llamas arreciaban con una fuerza
extraordinaria.
Al comprobar que el fuego se expandía hacia todos los
rincones del gran centro de compras y que la gente se
abalanzaba hacia alguna abertura para escapar, el bombero
increpó duramente al guardia y le dijo que aunque él se
opusiera iba a entrar a ayudar a las personas que corrían
despavoridas en busca de una salida. Al escuchar la "molesta
insistencia" del bombero, el guardia, cumpliendo órdenes del
dueño de la empresa, disparó dos tiros casi directamente a
la humanidad del voluntario que, por suerte, no dieron en el
blanco.
El anónimo bombero logró ingresar al interior del
supermercado, en donde todo se había vuelto un infierno
indescriptible y caótico. Según él mismo relató, vio a
muchas personas desmayadas, atontadas, suplicando ayuda en
medio del griterío, de los alaridos de dolor y del llanto
descontrolado y nervioso de la muchedumbre. La mayoría
buscaba un lugar por donde salir, pero ante la desesperación
y la poca visibilidad por la intensa humareda no sabían
hacia qué dirección correr para alcanzar alguna salida.
El arrojo y la valentía del bombero pudo salvar a
muchas personas, pero otros centenares más quedaron
atrapadas y murieron dentro de esa inmensa mole convertida
en un verdadero infierno.
...Y los muertos aumentan
Cada día que pasa, la cifra de muertos sigue en
aumento. Muchos cuerpos aún no han podido ser identificados
y tuvieron que ser inhumados con sólo un código de barra
como identificación, hasta tanto estén listas las pruebas de
ADN que logren dar con sus nombres y apellidos y puedan ser
entregados a sus familiares.
Hasta el momento, la cifra de muertos llega a 392,
aunque no es definitiva, pues casi a diario las víctimas
ingresadas de gravedad a los centros hospitalarios siguen
muriendo. Unas 77 de ellas siguen internadas con serias
quemaduras en un alto porcentaje del cuerpo. Por otra parte,
más de 100 fallecidos presentan quemaduras de tal entidad
que hace imposible reconocerlos a simple vista.
Para realizar las pruebas de ADN se solicitó ayuda a
España, un país que dispone de bastante experiencia en
identificar cadáveres mediante esta técnica. En tanto, unas
40 personas son consideradas desaparecidas y se presume que
sus cuerpos hayan sido totalmente consumidos por las llamas.
Los expertos afirman que es casi seguro que los
sobrevivientes queden con huellas profundas e imborrables de
la tragedia, tanto físicas como psicológicas. Las
quemaduras, la inhalación de humo tóxico, las córneas
destruidas por la acción del intenso calor son algunas de
las consecuencias físicas que dejará esta desgracia a las
víctimas, así como la inmensa carga psicológica que
arrastrarán por haber estado frente a frente con la muerte.
Historias desgarradoras
El incendio acabó con familias enteras, sin importar
condición social, sexo o edad. Padres, madres, hijos, tíos,
hermanos, sobrinos, todos murieron quemados o asfixiados.
Los barrios cercanos al supermercado quedaron enlutados. Las
familias afectadas fueron absolutamente desmembradas pues
casi todas perdieron a dos, tres, cuatro o hasta cinco de
sus miembros. Dieciséis niños, alumnos de la escuelita
República del Uruguay, que queda sólo a metros del centro de
compras quemado, perdieron la vida mientras celebraban el
cumpleaños de uno de ellos.
El rector de una prestigiosa universidad también
encontró la muerte junto a su esposa y dos de sus hijas,
luego que había parado sólo unos minutos en el supermercado
a adquirir algunas provisiones para ir a pasar un día de
campo a orillas del río Paraguay.
Una mujer y su marido estaban comprando cuando el
incendio los sorprendió. En medio de la avalancha de gente y
la desesperación perdieron contacto uno del otro. El destino
quiso que ambos sobrevivieran y que luego de transcurridas
unas horas se reencontraran vivos en el mismo sanatorio.
Ahora los médicos luchan por que la mujer no quede ciega,
debido a que sufrió graves quemaduras en las córneas.
Cinco personas se salvaron de morir calcinadas, entre
ellas un niño, luego de mantenerse encerradas en el baño
durante más de una hora, tiempo en que los bomberos llegaron
al rescate.
Un médico que estaba asistiendo a los heridos en el
lugar de la tragedia ese domingo doloroso, encontró a su
propio hijo entre las víctimas mortales que eran sacadas en
bolsas negras del supermercado siniestrado.
Una mujer bombera voluntaria, dos semanas después del
nefasto incendio, no pudo recuperarse del golpe psicológico
que le supuso el rescatar tantos cadáveres calcinados y
experimentar tanto dolor e impotencia. No lograba volver a
conciliar el sueño por las noches en forma natural, lo que
la indujo a perder el control del número de tranquilizantes
que ingería para poder dormir, a tal punto que debió ser
ingresada de urgencia a un sanatorio para realizarle un
lavado estomacal.
Cuatro personas, según los reportes oficiales, cuyos
familiares perecieron en el incendio, se suicidaron al no
poder soportar el dolor.
Más de 30 niños quedaron huérfanos, luego de que sus
dos padres murieran en el siniestro. Ahora el Ministerio de
Educación y Cultura ha iniciado un programa de reinserción
escolar para lograr que los niños sobrevivientes o que hayan
perdido a sus familiares reciban ayuda psicológica que les
permita superar la traumática experiencia y retomar sus
estudios para no perder el año lectivo.
El clamor de justicia
Más de mil familiares de los afectados se están
organizando para demandar a quienes consideran como
responsables directos de la tragedia: el dueño y principal
accionista del supermercado, Juan Pío Paiva, y u hijo,
Daniel Paiva. Ambos permanecen detenidos en la cárcel de
Tacumbú, en Asunción. Las causas judiciales iniciadas en su
contra están caratuladas como homicidio culposo, con lo que
podrían sentenciarles hasta 25 años de cárcel a cada uno.
Sin embargo, las chicanas judiciales y las amenazas a los
fiscales que atienden las investigaciones relacionadas al
siniestro ya están a la orden del día, presumiblemente con
el fin de reducirles las posibles penas a ambos poderosos
imputados.
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EFE |
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Los sobrevivientes, los familiares de las víctimas
muertas, los bomberos voluntarios, los efectivos de la
Policía Nacional, los médicos, enfermeras y otros
voluntarios que intervinieron en el siniestro precisan de
atención psicológica permanente para superar todo el horror
del que fueron testigos directos.
Hasta ahora, el gobierno no ha logrado articular una
asistencia económica y psicológica a las víctimas. Las
donaciones recibidas aún no han sido entregadas a los
parientes de los afectados y se han denunciado ya
innumerables casos de desvío de fondos. Los ciudadanos y
ciudadanas que realizan donaciones voluntarias de aportes
económicos prefieren entregar las ayudas a un canal de
televisión, que organizó un maratón para recaudar dinero,
porque confían en que a través de este medio las ayudas sí
llegarán a destino.
Hijos de la corrupción
Esta tragedia puso a los paraguayos frente a la más
cruda de sus realidades: la corrupción e inoperancia que
reina en el país. El supermercado Ycua Bolaños "Botánico",
desde su habilitación en 2001, nunca recibió una
verificación del cumplimiento de las condiciones técnicas y
de seguridad de sus instalaciones de parte de los
inspectores de la Municipalidad de Asunción. El edificio no
contaba con escaleras ni salidas de emergencia, como casi
todos los edificios de Asunción, que se encuentran en las
mismas condiciones porque los paraguayos nunca fuimos
capaces de reclamar a nuestras autoridades municipales y
gubernamentales mayor control en los mecanismos de
seguridad.
Hoy cabe preguntarse: ¿Cuántos paraguayos más tendrán
que morir a causa de la negligencia para que reaccionemos y
nos exijamos honestidad y transparencia a nosotros mismos y
a nuestros gobernantes? ¿Cuántas tragedias más deberemos
soportar para aprender a convivir en una sociedad limpia de
corrupción, que respete a sus semejantes? ¿Cuánto dolor más
deberemos afrontar para aprender a valorar la vida de los
seres humanos que nos rodean y a entender que sus vidas son
tan importantes como las nuestras y que las cosas
materiales?
Rosalía Ciciolli
Asunción
© Rel-UITA
19 de agosto de 2004
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