Al Capone, teórico

del sistema estadounidense

 

 

Claund Calburn, periodista de The Times, de Londres, designado por el periódico para entrevistar a Al -por Alphonse- Capone, el gangster estadounidense, fue el primer sorprendido: le tocó en suerte escuchar una conferencia sobre el “sistema americano”.

 

Capone se deshizo en elogios a la libertad, al espíritu emprendedor, a “los pioneros”, y se refirió con desdeñosa aversión “al socialismo y al anarquismo”. Insistió mucho en que sus negocios “seguían un modelo estrictamente americano”, y concluyó proclamando: “Este sistema nuestro, el americano, llamémosle americanismo, capitalismo o como se quiera, nos da a todos y a cada uno de nosotros una oportunidad, si es que somos capaces de aferrarnos a ella con las dos manos y aprovecharla al máximo”.

 

Al final, Calburn decidió no transcribir la entrevista para el periódico, porque –dijo- “Me di cuenta de que la mayoría de las cosas que Capone había planteado eran esencialmente idénticas a las que publicaba el propio The Times en sus editoriales, y dudaba mucho de que al periódico le hiciera gracia verse encuadrado en la misma línea política que ‘el gangster más famoso de Chicago’”, acusado de numerosos asesinatos que nunca se le pudieron probar.

 

Capone era popular entre mucha gente de Chicago, ya que en los tiempos de la Ley Seca abastecía de alcohol a los bares clandestinos de la ciudad. Se presentaba también como un benefactor, un hombre caritativo, que corría con los gastos de un comedor gratuito para los desempleados y celebraba fiestas para los pobres en Little Italy.

 

El editor de la revista Liberty escribió que cuando el gangster concedió una entrevista a otro periodista, Cornelius Vanderbilt, que sí se publicó, Al Capone se enfrentaba a un juicio por evasión de impuestos y a la perspectiva de varios años de cárcel en el caso de ser condenado. Pero en la entrevista se dedicó a darle consejos a Herbert Hoover, entonces presidente de Estados Unidos, a señalar quién sería el sucesor del mandatario y a denunciar la corrupción y la estafa.

 

Con motivo de un secuestro, circuló la versión de que los captores exigían un importante rescate para la liberación. Suponiendo que Capone sabía algo del asunto la Policía de Chicago pidió su colaboración. “Al” aceptó, y el secuestrado no tardó en aparecer, pero no hubo que pagar rescate. Capone gustaba decir que no toleraba los negocios sucios, y que para él el secuestro era inaceptable. El FBI, sin embargo, lo tenía como autor de “docenas de muertes violentas”, crímenes por los cuales nunca fue condenado por falta de pruebas.

 

En octubre de 1931 Capone fue condenado a once años de cárcel, en ese entonces la pena máxima por evasión fiscal, el único delito que se le pudo comprobar. Estuvo recluido en varias prisiones federales en las que fue atacado por otros presos, incluida la de Alcatraz, hasta 1940, cuando obtuvo la libertad tras serle diagnosticada una neurosífilis.

 

En 1990 la Asociación de Abogados Americanos llegó a la conclusión de que las pruebas esgrimidas contra Capone no eran aceptables, y que sus defensores no se habían enterado de que algunos de los testigos federales que declararon contra él lo habían hecho bajo coacción.

 

Frente a los rigores de la crisis posterior al crack de 1929, Capone advirtió que (para frenar el avance comunista) había que unirse hombro con hombro contra ello.

 

“Necesitamos fondos para combatir el hambre”, planteó. Y recordó que en el invierno había dado de comer a 50 mil personas. “No queremos ver cómo se resquebrajan los cimientos de este gran país –sostuvo-. Tenemos que luchar para ser libres”, agregó.

 

“Me alegro de haberle conocido”, le dijo Al Capone a Vanderbilt, quien confesó más tarde haber realizado “la entrevista más sorprendente” de su carrera.

 

  

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

25 de junio de 2010

 

 

 

 

 

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