El llamado "primer piso" de la era neoliberal
fue montado por el gobierno de Fujimori entre 1990 y 2000 con sus
decretos leyes para privatizar todo, desconocer los derechos laborales,
reducir lo público a su más mínima expresión, instaurar un régimen de
corrupción absoluta, controlar los medios de comunicación comprando con
millones de dólares la complicidad de sus propietarios y violar todos
los derechos humanos con la total participación de los jefes de las
fuerzas armadas y policiales y la complicidad de la jerarquía de la
iglesia católica y los más connotados empresarios.
Luego, el presidente Toledo –de biología andina y cerebro
gringo de Stanford– mantuvo ese primer piso en economía y ofreció "un
segundo piso" para despojar a la llamada democracia peruana de sus
errores políticos. Las cifras macroeconómicas parecen muy buenas: 5.5 %
de crecimiento anual al final de su mandato, los ingresos de las
empresas se duplicaron y los salarios crecieron menos del 3%.
Alan García prometió un "cambio responsable". Ni un solo de
sus decretos cambiará lo esencial de esos dos pisos neoliberales que ya
duran quince años. A las empresas mineras que tienen extraordinarias
ganancias sólo les ha pedido que entiendan la grave situación del Perú y
que ofrezcan voluntariamente en una "mesa de donantes" algunos millones
de dólares más para "financiar la lucha contra la pobreza". Nada
comparable con la decisión soberana del gobierno boliviano de Evo
Morales, quien por mandato de la multitud organizada en "El Alto"
invirtió los términos de distribución de la riqueza producida por sus
hidrocarburos: 82% para el Estado y 18 para las empresas. Lo esencial
del modelo económico está asegurado. La pregunta es: ¿hasta cuándo?
La clase política peruana tiene una capacidad extraordinaria
para imaginar el país que quiere y para no ver el país tal como es. En
este punto, es plenamente visible el nuevo abrazo de Alan García con sus
amigos de la derecha. En su lógica pareciera que el principal problema
del Perú es la "pobreza". Esta es la tesis y el lenguaje de los Bancos
(Mundial e Internacional de Desarrollo) y de miles de nuevos super
especialistas internacionales y nacionales, en financieras y ONGs. La
categoría "pobres" corresponde estadísticamente a personas que tienen
bajísimos ingresos. Nada más. Con la misma lógica de describir la
realidad eludiendo los problemas de fondo se inventaron los llamados
sectores A, B, C, D, E. Como el problema no tiene solución a la vista es
posible que se creen después nuevas categorías F y G. Bajo el paraguas
de "pobres" se esconden diferencias enormes: pobres son los obreros
estables y no estables, los millones de migrantes andinos y limeñas y
limeños expulsados de Lima que trabajan en lo que pueden y encuentran y
viven en los conos de Lima, los campesinos, los profesores de la
enseñanza pública (primarios, secundarios y universitarios). Fue a
partir del desastroso primer gobierno de Alan García que los profesores
universitarios dejamos de recibir un salario decente y nos vimos
obligados a buscar un segundo empleo, a ser taxistas o vendedores
ambulantes. Pobres son los millones de indígenas que en los últimos
quince años están rechazando el Estado Nación, propiedad de la clase
política, y entregando sus votos a los llamados "outsiders" desconocidos
como Fujimori, Toledo y Humala. Para el Sr. Alan García el problema
étnico del país no existe. Tampoco habría relación alguna entre cultura
y poder. Por eso no dijo una sílaba sobre el asunto. Fujimori y Toledo
se sirvieron de sus rasgos asiáticos y de los símbolos étnicos para
ganar las elecciones y para nada más. Humala recibió ese mismo apoyo,
pero no hay que olvidar que sólo fue un voto electoral y no un
compromiso político mayor. Con el Primer Congreso de la Coordinadora
Andina de Organizaciones Indígenas, (Cusco, 15-17 de julio) convocado
por las organizaciones ECUARUNARI, de Ecuador, CONAMAQ de Bolivia y
CONACAMI, de Perú, acaba de nacer la primera propuesta política indígena
en Perú que debe ser tomada en serio. Alan García no sabe o no quiere
saber que en 16 de las 24 regiones de los andes y la costa peruana, hay
una protesta muchísimo más fuerte de lo que él imagina y que no se trata
simplemente de un reclamo de unos soles o dólares más o menos. La
Coordinadora sostiene que en Perú el Estado Nación ha fracasado y que se
requiere de otro Estado.
Para Alan García, la reforma del Estado supone sobre todo
inyectar una dosis de austeridad y moralización para corregir los
actuales errores de este Estado, ajeno a los pueblos indígenas y a los
llamados pobres. Ganar la mitad de los grandes salarios de ayer no
cambiará en nada la naturaleza excluyente del Estado. Como el problema
de la exclusión estructural no le interesa, tampoco Alan García dice una
palabra sobre ese punto. Desde la política alternativa de los pueblos
indígenas la exclusión no se resuelve "integrando" o "incluyendo" a los
llamados indios al Estado Nacional como sostienen los funcionarios del
Banco Mundial y sus amigos en los gobiernos, sino planteando el problema
de otro modo y cambiando de Estado. El Sr. Alan García olvidó en dos
meses sus propuestas electorales de volver a la Constitución de 1979 y
rechazar el TLC con Estados Unidos. Si hubiera sido fiel a estas
promesas El Banco Mundial y el BID no le habrían asegurado los miles de
millones de dólares que ya tienen comprometidos para apoyar su gestión.
La diversidad cultural del país entendida como riqueza, (arguediana
metáfora de "Todas las sangres") no es tomada en cuenta por el nuevo
gobierno de Alan García. Otra vez, los técnicos del Banco Mundial y del
BID están más avanzados que él y su partido porque esa diversidad ya la
asumieron como suya, con una sola condición: que los llamados indios no
tengan cuota alguna de poder propio. Entre 1940 y 1990, tuvo lugar una
larga lucha por reconocer el valor de los pueblos indígenas. Poco a
poco, la idea de esa riqueza cultural fue ganando espacio, comenzando
por la música, la cerámica, los tejidos y, últimamente, la culinaria.
Cuando en 1990 se produjo el primer gran "Levantamiento Indígena" de
Ecuador, la primera "Marcha por la dignidad y el territorio" en el
oriente Boliviano y cuando en 1994 apareció el Ejército Zapatista de
Liberación nacional, los estrategas de la política norteamericana se
dieron cuenta de que debían hacer algo para detener esa insurgencia. El
Banco Mundial presta millones dólares al gobierno peruano que todo el
pueblo debe pagar para que sus técnicos propongan proyectos de
desarrollo para los pueblos indígenas. Lo mismo ocurre en otros países
de América Latina. El viejo principio de Lampedusa en "El gato pardo"
reaparece con gran fuerza: "hay que cambiar en algo las cosas para que
todo igual". El reconverso aprista Agustín Haya de la Torre, que en otro
tiempo fue de izquierda, ve el problema de la cultura y el poder en
términos de "razas" y cree que Aníbal Quijano y yo seríamos responsables
de una "guerra civil en el Perú" si defendemos el derecho que los
pueblos indígenas tiene a organizarse políticamente de modo autónomo. Se
trata de una grave ceguera compartida por el conjunto de la clase
política peruana que se resiste a aceptar que los pueblos indígenas
tengan voz y poder propios. El reclamo de otro Estado es el mensaje que
16 de las 24 regiones del país han expresado a través del 48 % a favor
de Ollanta Humala. Ignorar ese reclamo, esconderlo debajo de la alfombra
y presentarlo como una amenaza de guerra civil sigue siendo uno de los
más graves errores de la clase política.
Como ferviente católico, Alan García tiene una estrecha
relación con la jerarquía de la iglesia católica. Por su responsabilidad
en la violencia política de sus años de gobierno (1985-1990) ha buscado
un vínculo estrecho con la cúpula de las fuerzas armadas y policiales
(su primer vicepresidente es un almirante en retiro). Por esas
conexiones y por evitar tocar el tema de su propia responsabilidad no
dijo en su mensaje una palabra sobre el problema de la violación de
derechos humanos en el país. La inmunidad e impunidad de quienes
violaron esos derechos y no son castigados estarán aseguradas el tiempo
que dure su gobierno. Conviene recordar que siguen abiertos procesos
judiciales sobre la responsabilidad de Alan García y su actual primer
vicepresidente en la matanza de los presos en los penales de Lima, en
julio de 1986.
Más allá de todos sus discursos y promesas, Alan García tiene
dos objetivos precisos: lavar su imagen y terminar su mandato. Puede
asegurarse que logrará ese primer objetivo en los predios de la derecha
y de los Estados Unidos, pues su gobierno comenzó muy bien en esa
dirección, pero será muy difícil que lo consiga entre las masas
indígenas, campesinas y populares del país. Uno de los grandes logros
del régimen de Toledo fue durar cinco años. ¿Seguirá García el mismo
camino?
Rodrigo Montoya Rojas
Agencia Latinoamericana de
Información – ALAI
9 de agosto de 2006
Foto: martinoticias.com