Colombia
El TLC y la
autonomía alimentaria |
En referencia al pretendido acuerdo comercial que los
gobiernos de Colombia, Ecuador y Perú quieren firmar con
Estados Unidos a espaldas de sus pueblos, debemos considerar
que los efectos del TLC en materia comercial nos presentan
como sofisma de distracción la búsqueda de condiciones que
permitan “mayor fluidez” en el comercio internacional. Para
este fin se creó la fórmula básica de acuerdo denominada
“Reducción arancelaria y trato nacional a las
importaciones”. Las dos figuras son complementarias: la
primera pretende eliminar obstáculos a la importación
impidiendo la creación de impuestos elevados, y la segunda
promueve que los Estados apliquen criterios y normas iguales
a los productos importados y criollos, supuestamente para
impedir cualquier diferencia que no tenga origen en el
mercado de bienes y servicios.
De esta forma intentan ocultar que las políticas públicas
sobre el Tratado quedan reguladas por los acuerdos finales,
y que por este mecanismo los Estados pierden el control de
sus economías.
La ruina de cultivos
alimentarios
La cultura alimentaria del pueblo de Colombia ha sufrido una
agresión histórica por parte de los gobiernos de turno que
estimularon el monopolio de la tierra y los megaproyectos
agroindustriales. Esto se agravará, pues el actual gobierno
está dispuesto a impulsar con mayor interés la propagación
de cultivos a gran escala, incluidos los no alimentarios
como palma de aceite y algodón entre otros, presionando al
pequeño agricultor para que abandone su cultivo alimentario,
de forma que para poder subsistir deba entrar en el brete
del monocultivo, ante la alternativa del desplazamiento por
razón de la violencia, las fumigaciones del plan Colombia o
la ausencia absoluta de posibilidades de vida rural digna.
En síntesis, la ruina se completa con la imposibilidad de
competir con la producción estadounidense, asistida por un
poderoso sistema de subsidios, tecnología y práctica de
producción intensiva, sin incluir el inevitable dumping
comercial. Ahora tenemos que comprender mejor cómo las
fuentes de comestibles para el consumo nacional se trasladan
progresivamente a los alimentos importados, cuya presencia
avasalladora es favorecida por la reducción de aranceles y
la fragilidad de la economía colombiana.
Lo más grave de todo es la pésima calidad nutricional de esos
alimentos importados, pues el modelo de producción intensiva
de la agroindustria exportadora de los países desarrollados
ha mostrado riesgos demasiado importantes, que no sólo están
ligados a su desmejoramiento nutricional, sino que se
incrementará el consumo de pollo con dioxinas, probaremos la
carne de las vacas locas y complementaremos la dieta con los
alimentos transgénicos.
El TLC, promueve una mayor concentración de la tierra en
pocas manos. En el texto del Tratado se le llama “requisitos
de desempeño” a una serie de disposiciones que blindan el
acuerdo ante las exigencias de las organizaciones sociales,
medioambientales, políticas, laborales o de otra índole, las
cuales reclaman que las inversiones extranjeras sean
respetuosas de la soberanía nacional y la legislación
interna, pues es claro que Estados Unidos y sus
corporaciones transnacionales no permitirán acciones en su
contra provocadas por prácticas que violenten los derechos
fundamentales del pueblo. De este riesgo los “negociadores”
no hablan.
La cultura alimentaria:
herramienta de dominación
En el creciente proceso de control de las transnacionales
sobre las semillas, el agua y la biodiversidad ocurre la mas
clara expresión de manipulación de la vida, y por esa vía,
del dominio de la cultura alimentaria de la humanidad, que
significa también su control económico, político y social.
Por eso el exterminio de la soberanía alimentaria y/o la
autonomía alimentaria es lo más grave que nos pueda ocurrir.
Ante semejante desastre no tenemos otra alternativa que
acogernos a la cosmovisión de los pueblos originarios, para
luchar por una agricultura orgánica, con criterio social de
autonomía alimentaria y que se erija como contrapoder, para
derrotar la práctica comercial que hace de los alimentos una
mercancía y no un derecho humano.
Nuestra misión como ciudadanos dentro de las organizaciones
sindicales o sociales, por tanto, debe ser la de continuar
con fervor la lucha para derrotar la imposición de TLC.
Luis
Alejandro Pedraza
© Rel-UITA
26 de
setiembre de 2005
|