Ecuador
Jefferson Brown, encargado de negocios de la
embajada, dijo que todavía se pueden reactivar las
negociaciones del TLC. Incluso durante el actual gobierno.
Lo que
espera Washington es que, desde Ecuador, su pueblo, sus
empresarios y su gobierno manden "un mensaje con acciones
concretas". Christopher Sabatini, director de Políticas del
Consejo de las Américas, casi a día seguido, acotó que "éste
es un examen… una prueba que Ecuador debe superar". Habría
dos puntos pendientes: Primero, la aceptación del arbitraje
planteado por la compañía Oxy en el CIADI (Banco Mundial).
Segundo, permitir que las petroleras deduzcan los costos de
inversión y producción. Luego, con estas señales de "buena
fe", generado "un clima positivo para este Tratado", se
retomarían las negociaciones. Ya falta poco para concluir,
argumentan.
Esto
demuestra que la dureza del gobierno estadounidense, al
levantarse de la mesa de negociaciones, era parte de su
táctica. Presionó desde fuera, contando, en el Ecuador, con
el respaldo de una serie de personajes desesperados por la
suscripción de este Tratado para asegurar la continuidad de
las preferencias arancelarias andinas (ATPDEA).
A cambio
de muy poco, se perdería mucho. El TLC, lejos de ser un
tratado comercial, es una camisa de fuerza que frenará aún
más las posibilidades de desarrollo nacional, sobre todo por
la profundización de las normativas neoliberales que
arrastra. El TLC tampoco es un tratado de libre comercio,
mantiene y ahonda estructuras y prácticas proteccionistas,
que han hecho de los EEUU, al decir de Paul Bairoch, uno de
los más destacados profesores de historia de la economía en
ese país, "la madre y bastión del proteccionismo moderno".
Lo que está en juego son los intereses de los EEUU y sus
empresas.
Asumir
la posibilidad del arbitraje de la Oxy equivaldría a
reconocer que no se actuó conforme a la ley. Sería, incluso,
ir en contra del contrato suscrito entre el Estado y dicha
compañía, en donde ésta aceptó que la vía arbitral para el
caso de la caducidad es improcedente. Aceptar la posibilidad
de que las petroleras recuperen sus inversiones de la parte
que le corresponde al Estado de la (generosa) repartición de
las utilidades extraordinarias provocadas por los altos
precios del petróleo, resulta, por igual, un irrespeto al
marco jurídico nacional, que permite este tipo de decisiones
cuando cambian las condiciones en las que se firman los
contratos. Para Washington lo que cuenta "es tener la
posibilidad de proteger la propiedad privada", su propiedad
privada… sería aceptar una "seguridad jurídica" que no tiene
nada que ver con un marco legal que garantice a todos los
actores un trato justo.
La
suspensión de las negociaciones del TLC, sólo fue eso, no el
fin de dicho tratado. La tarea, ahora, es reposicionar el
asunto en la campaña electoral para conseguir que el TLC sea
colocado definitivamente en el tarro de basura de la
historia. El TLC, por tanto, es una prueba que todavía debe
ser superada por el pueblo ecuatoriano.
Alberto Acosta
Convenio La Insignia / Rel-UITA
10 de
agosto de 2006
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