Uruguay
Integración o TLC
Un
dilema para América Latina
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“¿Valió la pena?”. Así tituló “La Diaria”, publicación
uruguaya, su evaluación de la visita del presidente Bush.
Finalizada la gira, importa comparar las previsiones de
algunos observadores y de políticos, con sus resultados.
Pocos
días antes de la visita y para analizar sus objetivos, la
Fundación “Raíces y caminos” convocó una mesa redonda en
el Paraninfo de la Universidad de la República, en
Montevideo.
Uno de
los oradores, el profesor Wilson Fernández, luego de
analizar quiénes deciden la política internacional de
Estados Unidos, el peso actual de un presidente que no
cuenta con respaldo parlamentario y se aproxima al final de
su mandato (al denominado año del pato, porque puede hablar
-hacer cua-cua- pero poco más) adelantó que no se
firmaría acuerdo alguno.
La
realidad confirmó sus previsiones. No se concretó ningún
acuerdo comercial. Todo quedó en promesas, palabras o
elogios recíprocos. Algunos poco compartibles como la
afirmación de que Uruguay y Estados Unidos
tenían los mismos objetivos en materia de defensa de la
libertad y la democracia.
Hubo
conversaciones privadas. Pero no trascendió qué resultados
pudo obtener el presidente Bush en el plano político.
Al respecto, observadores de derecha y de izquierda habían
coincidido al comentar los objetivos posibles. El
subsecretario de Asuntos Políticos del gobierno de
Estados Unidos, Nicholas Burns, esperaba
que la gira pudiera convencer especialmente al presidente
Lula para que ayudara a impedir el deslizamiento de la
región hacia la izquierda. Fidel Castro advirtió que
el presidente Bush buscaría, en su gira, dividir y
revertir el proceso de cambios iniciados con la llegada de
gobiernos progresistas y revolucionarios a la región.
En los
hechos, como desde hace décadas, cada vez que jerarcas
estadounidenses recorren la región, sectores populares
respondieron con manifestaciones de protesta. En Uruguay,
donde se evitó prudentemente el contacto directo de las
fuerzas policiales con manifestantes, los disturbios fueron
menores. Aunque la Policía intervino cuando se rompieron
tres o cuatro vidrieras, el hecho fue destacado por medios
de comunicación nacionales e internacionales.
Para el
senador Alberto Couriel -economista, electo por el
Movimiento de Participación Popular (MPP), importante
sector del partido de gobierno-, “la visita del presidente
Bush no tuvo repercusiones relevantes” (..) “En la
agenda (de los posibles acuerdos con Estados Unidos)
ya no está el Tratado de Libre Comercio (TLC), la
delegación estadounidense no trajo ninguna propuesta de
carácter comercial y se limitó a recibir las demandas del
gobierno uruguayo con la promesa de estudiarlas, postergando
las respuestas”.
El
Ministro de Economía de Uruguay, Danilo Astori,
consideró la visita como “punto de partida de las
conversaciones que tendremos a partir del mes que viene en
el marco del TIFA (sigla de las palabras inglesas que
designan un Acuerdo de Comercio e Inversiones). Confirmando
tácitamente a observadores que ya citamos, como Nicholas
Burns y Fidel Castro, el ministro Astori
reconoció que los gestos políticos de Bush no se
deben a intereses económicos concretos. Dijo: “En el plano
del realismo político nosotros sabemos que Estados Unidos
está buscando una mejor posición en la región y es por eso
que ha realizado esta gira”. Y agregó que Uruguay
debía aprovechar (sic) esa situación: “Sacar de esa posición
política de Estados Unidos en el marco de una
estrategia internacional, los mejores resultados”, expresó
textualmente.
El
Ministro, que hace algunas semanas informó que las
conversaciones en el marco del TIFA, en algunos casos
han culminado en Tratados de Libre Comercio y en
otros no, ha anunciado que ya está definida la agenda para
esas negociaciones y que se están formando los grupos de
trabajo para las reuniones del TIFA, en las que se
verán las posibilidades concretas. Personalmente reiteró,
como en algunas oportunidades anteriores, su posición
favorable a un TLC con Estados Unidos.
Aunque en el mismo partido de gobierno hay quienes señalan
graves perjuicios para el país en el modelo de TLC
propuesto por Estados Unidos, y el Frente Amplio ha
tomado resoluciones sobre el punto en sus organismos
soberanos, no se ha producido un análisis y debate de todos
los sectores que habilite a tomar una posición colectiva,
cambiando, en todo caso, compromisos asumidos.
Paralelamente, organizaciones patronales, como la
Cámara de Comercio y la Cámara de Industrias, han
manifestado que si se hubiese avanzado en un TLC con
Estados Unidos “no habría necesidad de negociar a
través de grupos especializados por rubro para ingresar al
mercado” (de Estados Unidos).
Partidos
de oposición (Nacional y Colorado) insisten, a su vez, en el
camino hacia el TLC que el propio presidente
Vázquez rechazó cuando se le ofreció un modelo similar
al firmado por Perú.
Por otra
parte, la central obrera PIT-CNT y organizaciones
sociales importantes, como la organización nacional de
asociaciones de jubilados, la federación de cooperativas de
vivienda de ayuda mutua y la federación de estudiantes
universitarios, etc., han rechazado la presencia de Bush
y el TLC con argumentos que los partidarios del
Tratado no han replicado.
Más allá
de los temas comerciales, o como parte de los mismos, puesto
que todo acuerdo comercial comprende aspectos políticos, la
gira del presidente Bush marcó, en América Latina,
dos líneas claramente enfrentadas. Desde los años siguientes
a la segunda guerra mundial Estados Unidos apostó -a
través de organismos internacionales que domina, como el
Fondo Monetario- al libre comercio, la privatización de
empresas, desactivación de los servicios del Estado, etc.
Una fórmula que produjo estragos en las economías de los
pueblos de la región. “En muchos lugares las políticas del
FMI -ha explicado Stiglitz, premio Nobel
de Economía, ex integrante del Banco Mundial-
produjeron hambre y disturbios” (…) “y cuando los resultados
no fueron tan deplorables los beneficios se repartieron
entre los más pudientes, mientras los más pobres se
hundían en la miseria”.
“En la
actualidad -ha dicho también Stiglitz- son pocos los
que defienden la hipocresía de pretender que se ayuda a los
países subdesarrollados obligándolos a abrir sus mercados a
los bienes de los países industrializados más adelantados, y
al mismo tiempo protegiendo los mercados de éstos”.
Esa línea
imperial, que viene de largo tiempo atrás, buscó imponerse
con el ALCA o espacio de libre comercio desde el Río
Grande, al norte, a Tierra de Fuego en el sur. Fracasado ese
proyecto, lo que pareció evidente en la conferencia de
presidentes realizada en Mar del Plata, Estados Unidos
buscó alcanzar los mismos objetivos a través de acuerdos
bilaterales: los TLC.
En toda la
región, y dentro de cada país, los caminos de discrepancia
quedaron trazados: unos creen en la vía de los TLC y
en la posibilidad de ampliar el comercio con Estados
Unidos que podría beneficiar a algunos sectores aunque
perjudicaría a otros y, en la perspectiva histórica,
afirmaría el dominio del centro imperial. Otros apuntan a la
integración: “el sindicato de los pueblos pobres” o,
como también se la ha designado, la “patria grande” o
“una nación de repúblicas”.
El mundo
actual tiende -como indica la realidad- hacia la
conformación de grandes espacios económicos. Los países de
Europa, por ejemplo, después de perder millones de
vidas en enfrentamientos bélicos, han coincidido en la
defensa del interés común en la Comunidad Europea: un
acuerdo que llevó tiempo y deberá vencer todavía
dificultades. Pero que lleva a la defensa de intereses
colectivos de los pueblos de Europa.
En la mesa
redonda organizada por la Fundación “Raíces y Caminos”
a la que nos hemos referido, el profesor Alberto Methol
Ferré destacó que el Mercado Común del Sur (Mercosur)
es el camino que intentaron los héroes de la primera
independencia: Bolívar, Artigas, San Martín,
etc. Fracasados esos intentos, aquellas luchas culminaron,
por interferencia de intereses ajenos, en la fragmentación
de la región en pequeñas patrias. Hoy, la integración,
que estaba ya en el sueño inicial de las luchas por la
primera independencia, es un objetivo insoslayable
para alcanzar una voz audible en el mundo, en la defensa de
los intereses comunes.
Ese camino
hacia la integración tiene, en la América Latina de
hoy, impulsos distintos. Venezuela, Cuba,
Bolivia, Ecuador, a los que se sumaría el
gobierno sandinista de Nicaragua, han planteado
claramente que, separados, los países latinoamericanos no
podrán desarrollarse y emprender una lucha eficaz contra
la pobreza. Aunque el trayecto en tal sentido puede estar
erizado de dificultades, avanza en la conciencia de los
pueblos y podrá superar la balcanización que siguió a la
derrota de los héroes de la primera independencia.
La gira de
Bush ha replanteado hechos de una historia difícil:
desde la política del “bick stick”, o política del
garrote, a las imposiciones más sutiles (o política del
algodón en el garrote, como la denominó el socialista
Vivián Trías) impuesta a través de las exigencias de
organismos internacionales en los que pesan decisivamente
los intereses del centro imperial.
Una larga
prédica de políticos y personalidades que lucharon por
mejores destinos para la región ha vuelto, con el recorrido
del señor Bush, a los primeros planos. Desde
Argentina, el presidente Chávez recordó a
Perón, quien insistía en que el futuro nos encontraría “unidos
o dominados”.
Methol
Ferré
ha insistido en documentos del presidente Perón en
los que sostuvo que el cauce principal de América
Latina, el eje de la integración, es la alianza
argentino-brasileña. En sus libros, el profesor
Methol Ferré destaca esos objetivos planteados por
Perón “para evitar divisiones que pudieran ser
utilizadas para explotarnos aisladamente”, tales como “crear
un mercado ampliado, sin fronteras interiores”, “condiciones
para la utilización del progreso técnico y la expansión
económica”, lo que permitirá “mejorar el nivel de vida de
nuestros pueblos” y “dar a Latinoamérica, frente al
dinamismo de los grandes y el despertar de los continentes,
el puesto que debe corresponderle en los asuntos mundiales”
en el camino hacia la creación de las bases para “los
futuros Estados Unidos de Sud América”.
Carlos
Quijano,
personalidad que está en los orígenes de la siembra que por
los años 70 culminó en la creación del Frente Amplio (hoy
partido de gobierno) planteó, reiteradamente: “Un proyecto
nacional para Uruguay es un proyecto que tiene una
connotación internacional. El objetivo es la integración,
el enemigo es el imperio. He ahí la estrategia.
Lo demás es la táctica, ajustada a las circunstancias de
tiempo y de terreno”.
No todos en
el gobierno progresista de Uruguay opinan hoy
con esa misma claridad, aunque esos sean conceptos que están
en la esencia del Frente Amplio.
La
oposición, por su parte, destaca las insuficiencias del
Mercosur, propone retrocesos en el camino hacia la
integración y reclama un Tratado de Libre Comercio
con Estados Unidos. Hasta anuncia un debate porque no
se recurrió a la presencia policial durante las
manifestaciones anti Bush, en una de las cuales,
reitero, se rompieron tres o cuatro vidrieras por algunos
encapuchados cuya acción fue repudiada por los propios
organizadores.
La
integración como política concreta opuesta a la línea del
gobierno estadounidense ha vuelto a los primeros planos del
debate. La gira del señor Bush ha funcionado como
parteaguas. En cada país y fuera de él, hay dos caminos.
¿Qué hecho podría favorecer más los intereses del imperio
que un TLC que partiera al Mercosur? El tema
se planteó en Uruguay, donde un acercamiento político
y económico aun mayor con Estados Unidos es visto por
algunos políticos y observadores como una traba más al
ineludible proceso hacia la segunda independencia.
Tendencia que tiene ya, en la región, a algunos gobiernos
claramente definidos, aunque otros no presenten el mismo
fervor hacia lo que parece ser ese imperativo histórico.
El tiempo que llega puede ser decisivo.
En Montevideo, Guillermo Chifflet
© Rel-UITA
19 de marzo de 2007
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