Colombia
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Derechos étnicos, culturales y civiles
Los ancestros marchan en paz
La otra Colombia
(primera parte)
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Del macizo colombiano, en el sur del país, nacen tres
montañas que recorren toda la geografía patria. Del origen
de ese fenómeno maravilloso de la naturaleza surgen las
aguas cristalinas y puras que bajan a despertar la
fertilidad de los valles de los departamentos de Cauca y
Valle del Cauca. También de allí bajaron la semana pasada 60
mil aborígenes de diferentes etnias, descendientes de
quienes se resistieron a la conquista hace 500 años, para
ejercer ahora oposición con la resistencia civil al
neocolonialismo que significan el ALCA y el TLC.
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EFE |
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Llegan precedidos por una victoria política implacable sobre
las FARC, que a principio de este mes había secuestrado al
alcalde indígena del municipio de Toribio, Arquímedes
Vitonás, y otros indígenas de su cabildo, pero los tuvo que
entregar sin que se disparara un solo tiro ante la presión y
búsqueda de 500 indígenas que se desplazaron por las selvas
hasta encontrarlos y rescatarlos con vida. Los indígenas
sólo requirieron del acompañamiento de sus espíritus
sagrados y el bastón de mando, que según el propio Vitonás,
“Vale más que cualquier decreto o fusil”.
“POR LA VIDA, LA JUSTICIA, LA ALEGRIA, LA AUTONOMIA y LA
LIBERTAD DE MOVILIZACION”,
es la consigna que lleva la marcha desde Taravia, Mosoco,
Tóes, Vitonco, Moras, hasta la ciudad de Cali, adonde llegó
el 17 de septiembre luego de tres días de arduo camino con
35 grados de temperatura, para concluir con la realización
del Congreso de los Pueblos Aborígenes, por la Justicia, la
Libertad y la Autonomía.
El presidente Álvaro Uribe Vélez, su ministro de Defensa, el
director de la Policía Nacional, dialogaron con los
aborígenes voceros de la marcha, para “persuadir sobre los
riesgos de violencia”. La respuesta fue perentoria:
“Marcharemos en paz y llegaremos a Cali sólo con la palabra,
a decir que el agua y la tierra no están en venta”. Y la
sentencia se cumplió: 5 mil guardias aborígenes con bastón
ordenaron y protegieron de todo extraño a sus etnias, la
muchedumbre caminante, permitiendo sólo la presencia de los
medios de comunicación. En el canto de las consignas no se
escuchó ninguna diatriba, ninguna palabra que significara
violencia verbal, sólo demandas al Estado y su gobierno,
respeto por sus derechos ancestrales a la vida que está
unida a la “preservación de la madre tierra”, a su cultura y
a la no negociación mercantil en el Tratado de Libre
Comercio de su sabiduría sobre el conocimiento de la
naturaleza y de la naturaleza misma en el desarrollo de la
ciencia.
Esta otra Colombia que corre por la sangre de nuestros
hermanos mayores, los aborígenes, nos da un ejemplo de
dignidad, de resistencia civil, de franca identidad con la
defensa de la soberanía nacional a partir del origen de la
vida, la biodiversidad. Qué pensarán las llamadas
instituciones del Estado, los empresarios que se conformaron
con el carácter “consultivo” que les dio el gobierno fuera
de la mesa de negociación del TLC; o el Parlamento, que
viajó a la ronda de Costa Rica en un número no inferior a 80
legisladores para concluir, según informó la prensa
nacional, dejando un documento de respetuosas
recomendaciones, y hasta la Iglesia goda, que no sale de su
lema “Abrazaos y reconciliaos en el sufrimiento”.
La gran marcha entró a Cali y se dirigió al coliseo del
pueblo, protegida por sus guardias aborígenes por lado y
lado. En forma multitudinaria, con trapos multicolores,
predominando el blanco, y algunos con lágrimas en los ojos,
estudiantes, trabajadores, jóvenes y mujeres saludaron el
ingreso de los pueblos aborígenes. Entre los líderes de la
marcha estaba Gerardo Olcue, quien en una de sus luchas por
la recuperación de tierras recibió tres tiros en la espalda
que le paralizaron las piernas, pero montado en sus muletas
gritaba: “¡Vine porque los indios somos tenaces!”
Luis Alejandro Pedraza
© Rel-UITA
21 de setiembre de 2004
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