Perú
Sin derechos laborales
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No llevan
cascos, ni arneses. Apoyan un pie en una estrecha cornisa y
el otro en un andamio tan inestable que un segundo obrero
debe sujetarlo con todas sus fuerzas, para evitar que se
venga abajo y aumente la larga lista de accidentes laborales
en el Perú.
Los
pintores que así se juegan la vida se encuentran a cien
metros de la sede principal del Ministerio de Trabajo. No
trabajan para el sector informal, ni para un empresario
inescrupuloso, sino que están pintando la fachada de la
Escuela de Postgrado de la Facultad de Derecho de la
Universidad de San Marcos. Al lado del tambaleante andamio
se exhibe el anuncio de un seminario sobre las nuevas
tendencias del Derecho del Trabajo.
Estas personas arriesgan su vida no por voluntad propia, sino
porque se encuentran obligadas por la extrema necesidad en
que viven.
Sucedió así hace pocos días, con los obreros sepultados
vivos en una obra en Chosica, y con los que se
electrocutaron al tocar una varilla de fierro en una
construcción en Chilca (Huancayo). En el Perú, la
precariedad del empleo permite que, cuando se contrata a una
persona pobre para trabajos manuales, se la pueda someter a
todo tipo de peligros.
Si resulta
escasa la protección frente a accidentes, mucho más grave es
la desprotección frente a las enfermedades. Desde Chorrillos
hasta Lince, la mayoría de las empresas encargadas de recoger la
basura en Lima incumplen requisitos mínimos como entregar
guantes a los trabajadores. En Trujillo, una abogada me
cuenta: "Actualmente hay un boom de edificaciones y
en ninguna existen instalaciones mínimas para que los
albañiles puedan hacer sus necesidades, tomar sus alimentos,
tener agua, etc.". En un estudio de abogados miraflorino, se
dispuso que los vigilantes que estaban en la puerta, durante
doce horas, no podían sentarse ni un momento, porque esto
atentaba contra la imagen del local.
El patético
panorama de explotación laboral que se vive en el Perú
ha salido a la luz recientemente, cuando los congresistas
demócratas de Estados Unidos señalaron que no existen
condiciones para suscribir el TLC con el gobierno
peruano, dado el incumplimiento de los convenios de la
Organización Internacional del Trabajo. Para la mayoría
de los peruanos, los convenios de la OIT a que se
refieren los demócratas son ciencia ficción, especialmente
porque muchos empresarios no parecen creer que los
trabajadores sean seres humanos con derechos.
El
flagrante incumplimiento de normas laborales tiene varias
razones: el aumento de requisitos para formar un sindicato
ha generado mucha debilidad de las organizaciones laborales
(hay que tener más de treinta años para recordar una huelga
bancaria en el Perú).
Tenemos
también el sector informal, tan elogiado, donde se logran
grandes ganancias a costa de pésimas condiciones laborales,
sea en los talleres textiles de Gamarra o las galerías de
Mesa Redonda... y quienes llegan allí escapan de otras
formas aún peores de explotación en las zonas rurales, como la servidumbre por
deudas aplicada por los madereros en la región amazónica.
Debe
decirse, además, que los inspectores del Ministerio de
Trabajo siguen siendo muy pocos y están concentrados en
Lima, lo cual permite a las grandes empresas mineras o a los
complejos agroexportadores vulnerar impunemente las normas.
En
ocasiones el propio Estado marca la pauta de explotación: en
hospitales y ministerios existen miles de trabajadores que
llevan años bajo la modalidad de "servicios no personales",
sin derecho a vacaciones o gratificación, y muchos ganando
apenas el sueldo mínimo. El programa "A trabajar" es aún más
discutible, porque está en manos del propio Ministerio de
Trabajo, que se jacta de haber dispuesto 400.000 puestos
laborales temporales... a 14 soles diarios, es decir, en el
mejor de los casos, 364 soles al mes. Cuando los
campesinos de una comunidad de Amazonas señalaron que por lo
menos querían el sueldo mínimo, los ingenieros dijeron que
como vivían en extrema pobreza, debían conformarse con eso o
no habría obras en su localidad. Por lo
tanto, las cifras sobre el crecimiento económico esconden
condiciones laborales inhumanas y es natural que tantos
peruanos prefieran marcharse, aunque sea arriesgando la vida
en Irak o Afganistán.
Sin
embargo, los demócratas de Estados Unidos no tendrían
que venir al Perú para comprobar estas formas de
explotación: el mes pasado se produjo una renuncia masiva de
trabajadores en la sucursal neoyorquina de una afamada
cadena peruana de restaurantes, cansados de los abusos que
se cometían contra ellos.
Veremos si
los sectores que sostenían que el TLC favorecería a
las grandes mayorías promueven el cumplimiento de los
derechos laborales. Aunque sólo sea por las objeciones de
los congresistas de EEUU.
Wilfredo Ardito Vega
Convenio Rel-UITA / La
Insignia
10 de abril
de 2007 |
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