Si entendemos que en el Tratado de Libre Comercio (TLC) con
EEUU, “Chile no obtuvo acceso real a los mercados
norteamericanos” y que “aceptó nuevas amenazas a su
soberanía”, como reconoce Joseph Stiglitz, premio Nóbel de
Economía, dirijamos nuestra mirada a México. Allí no se
trata de potencialidades o amenazas que pueden derivarse de
un acuerdo que recién empieza a funcionar.
No. En México ya han pasado de 10 años desde la firma del
TLCAN (TLC de América del Norte), punto intermedio
culminante en un proceso de prácticas neoliberales con 20
años de vida. El librecambismo en el país azteca, además de
ofrecernos suficiente material para el análisis, nos
recuerda que con el TLC no se da el pitazo inicial para un
“cambio de modelo de desarrollo y estilo de vida”, pues, en
realidad, este busca consolidar un partido iniciado hace
rato en América Latina, cuya apuesta es la imposición de una
constitución económica hemisférica, que defina y fije un
orden neoliberal. Y este intento, que al parecer avanza en
forma fluida por el sendero de los TLC bilaterales y no
tanto por la avenida multilateral del ALCA, deberá ser
enfrentado estudiando experiencias como la mexicana.
Con un lenguaje tecnocrático insuperable, Sandra Polaski, ex
funcionaria del Departamento de Estado, en una publicación
de la Carnegie Endowment for International Peace (www.ceip.org),
afirma que "el TLCAN ha producido una ganancia neta
decepcionantemente baja en materia de empleo en México".
Detrás de este subterfugio, siguiendo a la misma autora, en
realidad aflora una pérdida enorme. En las maquiladoras, de
los 800 mil puestos de trabajo creados hasta 2002 (producto
en gran medida de la devaluación del peso), apenas quedan
unos 500 mil. El resto de la industria registra 'una
disminución del empleo'. Mientras que en la agricultura han
desaparecido 1,3 millones empleos; tan dramática es la
situación en el agro, que México -la proverbial cultura del
maíz- importa este alimento básico.
Por el lado de los salarios, el asunto también decepciona.
Polaski confirma que "los salarios reales para la mayoría de
los mexicanos son más bajos hoy que cuando el TLCAN entró en
vigor", lo que provoca que los salarios mexicanos se
distancien de los salarios de EEUU; basta un dato, los
trabajadores de las filiales norteamericanas en México ganan
75% menos que los empleados en EEUU. Así las cosas, "la
desigualdad en materia de ingresos ha estado en aumento en
México desde la entrada en vigor del TLCAN (...). Comparado
con el período anterior al TLCAN, el 10% de los hogares con
más altos ingresos han aumentado su proporción del ingreso
nacional, mientras que el 90% han perdido su participación o
no han experimentado ningún cambio". A esto se suma la mayor
desigualdad regional y la creciente fuga de mexicanos hacia
EEUU buscando el empleo que no ha creado o que lo ha
destruido el TLCAN.
Frente a esta realidad, que es aún más deprimente si se
amplía la investigación a otros temas, las sociedades
andinas deberían comprender el riesgo que conlleva el TLC,
que se pretende cristalizar mezclándolo con acontecimientos
intrascendentes que distraen a la opinión pública, como
sucede con la organización del concurso de Miss Universo en
Ecuador.