Uruguay
Uruguay entre el Mercosur y el TLC |
El país
comienza a tener conciencia de los riesgos que genera el
replanteo de su inserción internacional a la que aspira
parte del gobierno y del sector privado.
En síntesis
se podría afirmar que los temas son más complejos, los
tiempos más breves y la región menos comprensible de lo
previsto. Comienza a quedar claro que la estrategia de
reclamar “más y mejor Mercosur” y, simultáneamente,
pretender concretar un TLC, es más complicada de lo
previsto.
Desde hace
apenas cuatro semanas Uruguay tomó conocimiento de que,
además de cuotas y aranceles, estarán sobre la mesa de
negociaciones las regulaciones que afectan a la prestación
de los servicios públicos, las modalidades que asume la
compra de productos por parte del Estado y las normas que
involucran a los derechos de la propiedad intelectual.
Es así que
empiezan a interesarse en el tema algunos jerarcas de
empresas públicas, proveedores del Estado, así como un
heterogéneo grupo compuesto, entre otros, por laboratorios
nacionales, usuarios de semillas, productores de software y
académicos e investigadores, es decir algunos de los
múltiples agentes que interactúan con las distintas
modalidades en las cuales se materializa la propiedad
intelectual.
Verano caliente
En todo
caso, la preocupación ha de transformarse rápidamente en
ocupación, y de la mejor calidad, si es que se pretende
enfrentar seriamente una negociación que cumpla con los
plazos estipulados por la contraparte.
En ese
sentido llama la atención la enorme asimetría de la
supervisión a la que estarán sometidos uno y otro equipo
negociador. Descontando tanto el período de 90 días en el
cual el Congreso estadounidense, informado de la existencia
de un candidato, instala sus respectivas comisiones de
análisis como, una vez firmado el eventual TLC, el otro
período de 90 días de que dispone para estudiar lo pactado,
resulta que las negociaciones habrán de transcurrir entre
enero y marzo de 2007. Tal presión es el resultado de
pretender atenerse a la fecha de expiración de la
“autorización para negociar” (el 30 de junio de 2007) de la
que dispone el Ejecutivo estadounidense. La superpotencia se
toma sus tiempos y tiene los mecanismos para proteger sus
intereses.
En
contraste, en Uruguay, al parecer, no serán necesarias
tantas prevenciones con nuestro “Congreso”. Según una
crónica aparecida en el diario brasileño Gazeta Mercantil
acerca de la reunión que mantuvieron los ministros Danilo
Astori y Jorge Lepra con la Federación de Industrias de San
Pablo –y que llamativamente no ha tenido ninguna difusión–,
preguntado sobre las divergencias entre los propios miembros
del partido de gobierno con relación al TLC, “Astori fue
enfático al afirmar: ‘Una vez que el acuerdo esté cerrado,
nos preocuparemos de negociar con el Parlamento su
aprobación’”. ¿Será éste el relacionamiento previsto con el
Parlamento para tratar tan enorme y decisivo conjunto de
temas?
Corazón, corazón
En
espiritistas o especialistas en cuestiones del corazón
habrán de convertirse los expertos en integración para
discernir acerca de la compatibilidad de una y otra forma de
inserción en la región y el mundo. Es que el mensaje
recibido por Tabaré Vázquez, luego de su reunión con su par
brasileño Lula, habría sido que la concreción de un acuerdo
con Estados Unidos sería aceptada por los socios siempre y
cuando no se lesionara el “espíritu” o, en su caso, el
“corazón” del Mercosur. “Difícil para Sagitario”, habrá
pensado Tabaré Vázquez.
Es que más
allá de la buena recepción que gran parte de la prensa
afirma tuvieron los planteos del presidente, lo cierto es
que la respuesta recibida en Brasil se parece bastante a un
claro rechazo.
En todo
caso las disquisiciones espirituales no se han de prolongar
en demasía porque no cabe dudas de que el “corazón” del
bloque tiene una forma bastante concreta, que no es otra que
el arancel externo común. Y, como se afirma en el propio
“informe oficial”, para asegurar el acceso de los productos
uruguayos al mercado estadounidense, la constitución de una
“zona de libre comercio” es la única de las opciones
razonablemente disponibles de acuerdo a la normativa de la
OMC.
Aunque hay
quienes sostienen que la voluntad política todo lo puede,
pretender vincularse comercialmente con Estados Unidos bajo
la modalidad de una “zona de libre comercio” y al mismo
tiempo proponer perfeccionar, aunque sea gradualmente, un
vínculo tendiente a conformar una unión aduanera en la
región es, técnicamente, imposible. El canciller brasileño
Celso Amorim lo reafirmó en estos días: “Los países son
libres de explorar las opciones comerciales que desean,
siempre y cuando no ataquen el corazón del Mercosur, que es
el arancel externo común”, dijo mientras estaba flanqueado
por su colega paraguayo, Rubén Ramírez, quien declaró:
“Paraguay no desconoce la importancia de Estados Unidos, y
es por eso que intentamos un acceso más efectivo a ese
Mercosur”. He allí la evidencia de otra complicación,
quizás, no prevista: las opciones y disposiciones de los
socios de menor tamaño en el bloque no son las mismas.
En el
ámbito de los medios de comunicación, Celso Ming –columnista
del conservador O Estado de São Paulo– afirmó que los
presidentes Lula y Kirchner decidieron “cerrar los ojos con
lo que está haciendo Uruguay” bajo el argumento de que
“todavía no hay un acuerdo”. Ming apunta que “Uruguay no
sólo está tomando un camino propio” sino que está
“contrariando la política del Mercosur. Al aceptar la
transgresión, Brasil y Argentina pretenden evitar ‘criar un
caso’ con un socio fundador del bloque”. Bastaría agregar
que, conservador al fin, Ming concuerda con la estrategia de
Uruguay.
Pero lo
cierto es que el llamado “cerno” del gobierno parece
decidido a tensar la cuerda. La visita de los ministros
Astori y Lepra a la FIESP fue la oportunidad de reiterar las
denuncias acerca del mal funcionamiento del bloque. En
particular la arenga a favor del “libre comercio” dentro del
bloque y la denuncia del llamado “mecanismo de adaptación
competitiva” a pocas semanas de las elecciones y en el seno
de la mismísima FIESP –fuertemente enfrentada con el
gobierno de Lula por este tema– por parte del ministro
Astori no puede interpretarse más que como un peligroso
redoble de la apuesta. Es así que la presentación de la
conferencia en la página web de la FIESP no pudo ser otra
que “La desestructuración del Mercosur y la intención de
Uruguay de realizar acuerdos comerciales con Estados Unidos
pautaron la reunión”.
Discernimiento
Desde la
academia, el especialista argentino Roberto Bouzas sostuvo*
que “es inconsistente pertenecer a una unión aduanera y,
simultáneamente, tener una zona de libre comercio con un
tercero”.
Pero Bouzas
no pretende ser más realista que el rey. La compatibilidad
de un TLC con el Mercosur, dice, es un tema puramente
“político” en el sentido de que depende tanto de la voluntad
de Uruguay como de “la voluntad de aceptación de los
socios”.
La
observación focaliza en algunos de los nudos de la cuestión.
Más allá de la incompatibilidad técnica entre un TLC y una
conformación que pretende avanzar hacia una unión aduanera,
¿hasta dónde están dispuestos Argentina y Brasil a pagar el
precio de generar un conflicto sin salida con uno de los
socios fundadores del Mercosur? Simétricamente, ¿hasta dónde
está dispuesto a ir Uruguay en su demanda de flexibilidad?
Además, ¿cuánto está dispuesto Estados Unidos a “bajar” sus
exigencias a los efectos de no generar, teniendo en cuenta
las fuertes resistencias internas y externas, una dinámica
que ponga en peligro la propia firma del TLC?
Finalmente,
y respecto a la negociación del TLC, la cuestión de
discernir qué es lo negociable y lo innegociable para
Uruguay parece ser una misión imposible.
Gabriel
Papa
Convenio
Breha-Rel-UITA
19 de
setiembre de 2006
* En un seminario para
periodistas del Mercosur organizado por la Fundación
Adenauer en Rio de Janeiro al que asistió BRECHA.
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