Ecuador

Vendo cotorras, hablando muchísimo

 

Hablando muchísimo, en todos los espacios posibles, Ivonne Baki, ministra de Comercio Exterior pretende convencer a la sociedad de las bondades del Tratado de Libre Comercio (TLC). Todo es una maravilla. Los productores campesinos, los que menos producen, se verán beneficiados, dice. Se generará empleo, que es lo que piden los ecuatorianos, proclama. El TLC permitirá que la riqueza nacional se distribuya. "No podemos dejar pasar el tren del TLC", pues, según ella, el Ecuador, textualmente, "está muerto" y "gracias al TLC podrá superarse económicamente".

Sin adentrarnos en la contradicción que conlleva esta declaración mortuoria con la visión de una macroeconomía estable y boyante, desplegada por el presidente-coronel en su campaña electoral a favor de los candidatos de su partido para las elecciones seccionales de octubre, resulta obvio que el optimismo ministerial no se compadece con la realidad. Pongámoslo en términos precisos, tanta mentira es explicable sólo por la audacia de dicha señora.

Se podría desmenuzar una a una las falacias ministeriales, empezando por recordar que justamente los campesinos fueron los principales afectados del libre comercio en México; allí, un millón trescientas mil campesinos perdieron su trabajo por las crecientes importaciones de alimentos, incluso de maíz, a pesar de haber sido la tierra de los aztecas cuna cultural de dicha gramínea. En los países que han aplicado las recetas librecambistas -lo sabemos incluso por la experiencia ecuatoriana- las fronteras se abren, se bajan los aranceles y los mercados domésticos son invadidos por productos importados, muchos de ellos subsidiados en sus países de origen. En algunos casos aumentan los flujos exportadores, pero también se incrementan las importaciones, cayendo en déficit comerciales que alientan el endeudamiento externo. A su vez, en la medida que el Estado descuida el diseño y aplicación de políticas productivas nacionales, los productores locales ya no pueden competir con los bienes importados, por lo que algunos empresarios venden sus empresas a compañías foráneas aumentando la extranjerización o a poderosos consorcios locales incrementando la concentración, o simplemente cierran sus puertas. El desempleo se agrava.

Esta situación se complicará con el TLC, que no sólo trata temas comerciales sino que contrabandea aspectos no-comerciales como la sobreprotección a las inversiones extranjeras, los derechos de propiedad intelectual a favor de las grandes farmacéuticas y muchas otras cuestiones que disminuirán más aún la soberanía nacional.

Frente a tanta falacia no queda más que recordar -sin pretender menoscabar su memoria por la comparación- al legendario comediante cubano José Candelario "Tres Patines", quien, en uno de sus tantos episodios en la corte, fue condenado por estafa al "vender cotorras, hablando muchísimo": él, como la ministra en cuestión, era quien hablaba muchísimo para vender cotorras que eran simples murciélagos pintados de verde, como lo es el TLC. Ojalá la sociedad no se deje engatusar por tanto cotorreo ministerial. El TLC no es un resucitador, ni una panacea. En ninguna parte el "libre comercio" generó el desarrollo prometido, ni redujo la desigualdad ni la pobreza.

 

Alberto Acosta

Diario Hoy

Convenio La Insignia / Rel-UITA

15 de setiembre de 2004

 

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