Conflicto entre Argentina y Uruguay
Alerta roja |
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Ya no tiene
sentido hablar de diferencias o controversias diplomáticas:
nadie niega a esta altura que entre Argentina y Uruguay
existe un enfrentamiento muy duro –el más duro desde hace
más de medio siglo– y que sus consecuencias son
imprevisibles. La situación ha dado lugar a la formación de
un implícito pero sólido encuentro nacional a este lado del
río, que incluye a los cuatro principales partidos, al
movimiento sindical, a las cámaras empresariales y, según
las encuestas, a una amplia mayoría de los uruguayos. Esta
unidad sólo es comparable a la que llevó, en plena salida de
la dictadura, al acto del Obelisco.
En los diez meses de gobierno frenteamplista, el presidente
del Directorio del Partido Nacional, Jorge Larrañaga, nunca
se había mostrado tan preocupado por un problema ni tan
dispuesto a tenderle la mano al presidente de la República.
Poco importa que su reacción pueda deberse a que hacia fin
de año Tabaré Vázquez haya buscado el respaldo blanco en su
principal adversario interno, Luis Alberto Lacalle, como
sostienen algunos observadores muy suspicaces. El Partido
Colorado también ha expresado su total respaldo al gobierno
de Vázquez en el conflicto con Argentina. El presidente
recibió, además del apoyo partidario, un aval institucional
inédito: el Consejo de Ministros, el Congreso de Intendentes
–reunido en forma extraordinaria en Río Negro por este
asunto– y la Comisión Permanente del Poder Legislativo,
todos por unanimidad, coincidieron con el titular del
Ejecutivo. Como dijo Larrañaga a El Observador (jueves 19),
hay riesgo de llegar a una ruptura diplomática y ese riesgo
está latente en la dirigencia política. En todo caso, la
adhesión recibida por Vázquez, propia de una situación pre
bélica, parece confirmar por lo menos los dichos de
Larrañaga.
Vázquez aceptó dos iniciativas que le planteó Larrañaga: la
de impulsar un entendimiento nacional interpartidario
–similar al que llevó a los acuerdos programáticos del 16 de
febrero de 2005– con el objetivo de brindar mayor cohesión a
la política exterior, y la de crear una comisión de alto
nivel con el cometido de examinar la situación de Uruguay en
el MERCOSUR y la planteada con Argentina por la instalación
de las plantas de celulosa.
Son imprevisibles las consecuencias que puedan surgir de
este encuentro nacional provocado por un conflicto externo,
precisamente con el país más cercano por la geografía y por
la historia. “Imprevisibles” significa sólo que no se pueden
prever, y no que sean muchas o muy importantes, pero sin
duda hay una situación nueva en las relaciones entre el
gobierno y la oposición, que puede ir más allá de los temas
que provocaron el acercamiento. Vázquez no es un gobernante
que deje pasar oportunidades caídas del cielo, más allá de
que, como en este caso, se trate de un cielo tormentoso.
Semana agitada
Después de varias semanas de silencio el presidente Vázquez
habló públicamente del conflicto con Argentina. Aunque sus
declaraciones a AM Libre (martes 17) fueron a propósito del
desembarco de Greenpeace en el muelle en construcción del
futuro puerto de Botnia (y algunas frases se refirieron a
este hecho), parecieron dirigidas por elevación a las
autoridades argentinas: “Los problemas que tenemos los
uruguayos, las dificultades y los desencuentros, los
resolvemos entre los uruguayos, porque somos un país libre,
democrático, soberano e independiente. (...) No vamos a
permitir que nadie de afuera venga a solucionar los
problemas de los uruguayos. (...) A este gobierno y a este
pueblo no lo van a patotear”. Más allá de este último
infinitivo, las declaraciones de Vázquez fueron mucho más
cautas que las de varios dirigentes del MPP y, sobre todo,
que algunos de los conceptos usados por el ex vicepresidente
Gonzalo Aguirre (AN, PN) para referirse al mandatario
argentino: “El estilo es el hombre, dícese con razón. Y el
de este hombre intemperante –el ocupante interino de la Casa
Rosada– es sacar pecho y atropellar, sobre todo si el
interlocutor es menos fuerte. (...) Pensó que sus arranques
de malevo maleducado y encaramado en el poder nos iban a
amedrentar. No fue así, y como pierde los estribos cada vez
que le llevan la contra, redobla la apuesta”. (El País,
lunes 16.)
Por su parte, el subsecretario de Vivienda, Jaime Igorra,
que hace unos meses pronosticó que la oposición argentina a
las plantas se debía sólo a la campaña electoral y que en
octubre, una vez celebrados los comicios, se terminaría
todo, sostiene ahora que en realidad se trata de “una
verdadera guerra económica”.
La intervención de Greenpeace fue tan espectacular como
efímera: a pesar de que, según afirmó esa misma tarde su
director político, Juan Carlos Villalonga, el objetivo era
detener las obras por varios días y de que habría relevos
para los cinco activistas que a esa hora permanecían
encadenados a los pilotes de los muelles, estos últimos
fueron convencidos por la jueza competente de abandonar sus
posiciones. No quedó muy claro dónde habían embarcado: según
algunas versiones lo hicieron en la costa de Entre Ríos y
cruzaron el río en sus gomones; según otras, ingresaron
legalmente a territorio uruguayo por el puente y se
embarcaron de este lado, a pocos quilómetros del puerto de
Botnia. En todo caso, si bien algunos estuvieron arrestados
durante un par de horas, todos quedaron en libertad por
orden judicial, debido a que Botnia no formuló denuncia
alguna. Evidentemente, la trasnacional prefirió no abrir un
nuevo frente de conflicto. Greenpeace, cuyos orígenes se
remontan a 1971 y que se consolidó en 1978 con la
unificación de organizaciones ecologistas que actuaban en
distintos países, realiza acciones directas de similares
características a la del martes 17 en defensa del ambiente
en todo el mundo. En el desembarco en Botnia participaron 14
militantes de distintas nacionalidades. La plataforma de
Greenpeace con relación a las plantas de Fray Bentos incluye
cuatro puntos: “Que se detengan por completo las obras de
las plantas de celulosa de Botnia y ENCE hasta tanto ambos
países acuerden un plan de producción limpia para este
sector; que se suspenda la construcción de la terminal
portuaria de Botnia sobre el río Uruguay; que se establezca
como nuevo objetivo para el Grupo Técnico de Alto Nivel (GTAN)
la elaboración, durante el año 2006, del plan de producción
limpia que deberá ser asumido por la industria de pasta
celulósica en Argentina y Uruguay; que los criterios
propuestos por el plan sean adoptados por ambos países y
aplicados a los nuevos emprendimientos y se establezca un
cronograma para su cumplimiento por las plantas actualmente
en operación”.
Los cortes de ruta del lado argentino, a unos 30 quilómetros
del acceso al puente General San Martín, se intensificaron
en el último fin de semana, con motivo del recambio de
turistas argentinos en Uruguay. Hubo dos novedades en este
rubro. Por un lado, un contracorte realizado por camioneros
uruguayos que habían quedado trancados y que decidieron
impedir de ese modo la renovación de los piquetes que los
habían detenido a ellos. La reacción duró hasta que fueron
desalojados por la Gendarmería, un procedimiento
contradictorio con el que aplica este cuerpo con los
piquetes argentinos. La segunda novedad es que se denunció
que en la madrugada del miércoles 18 los piqueteros habrían
arrojado un proyectil contra un camión, también argentino,
que se dirigía al puente y que habría sufrido la rotura del
parabrisas.
Nudo
gordiano
Lo más grave quizás no sea que el conflicto haya alcanzado
esta semana su punto de mayor intensidad, sino que no se
vislumbra, de ninguna de las dos partes, la más mínima
intención de dar un paso al costado. El gobierno uruguayo
plantea el asunto como si se tratara de una cuestión de
soberanía, salteándose el único argumento jurídico que
respalda la posición argentina: el hecho de que el río
Uruguay es un recurso compartido y que, de acuerdo con la
regulación vigente, el gobierno argentino debió ser
consultado antes de iniciarse las obras y no lo fue. El
actual gobierno pudo haberse excusado y tomar alguna medida
para reparar la omisión, que fue del gobierno de Jorge
Batlle, pero no lo hizo.
Mientras tanto, hasta hace unos días, del otro lado actuaba
el desmelenado gobernador de Entre Ríos, Jorge Busti, y con
mayor ponderación, el presidente Néstor Kirchner. Pero a
principios de esta semana Busti declaró que nada había hecho
ni dicho sin consultar a Kirchner, afirmación que no fue
desmentida por la Casa Rosada, lo cual coloca
automáticamente al presidente en el bando de los halcones.
En estas circunstancias parece atendible la reflexión del
ministro José Mujica: “Siento enormemente que la cosa se
haya polarizado al extremo de que es una discusión
francamente inútil porque se ha transformado en
absolutamente irracional, envicia todo y le hace mal a
Argentina, pero nos hace mucho peor a nosotros” (Radio El
Espectador, miércoles 18).
El epistolario entre las cancillerías no ha hecho más que
confirmar las posiciones de cada parte, y algo no muy
diferente es lo que puede esperarse del GTAN, que ayer
celebró su última reunión previa al primer informe, que debe
presentar el sábado 30.
Hace varias semanas el senador blanco Sergio Abreu planteó
que este conflicto sólo podía resolverse en una conversación
entre Vázquez y Kirchner. Seguramente es así, pero eso
requiere que previamente haya un acuerdo entre ambos
mandatarios cocinado por sus cancilleres u otros emisarios;
de lo contrario el resultado de ese encuentro, sin duda
infructífero, sería contraproducente.
Mujica, por su parte, ha sugerido que en este tipo de
conflictos debería mediar el MERCOSUR. Fuentes diplomáticas
consultadas por BRECHA señalaron que este tipo de
mediaciones en conflictos bilaterales es ajeno a los
cometidos del organismo regional, y que además se trata de
un ámbito muy poco propicio para que pueda llegarse a buen
puerto. La propuesta de Mujica, aunque es muy racional,
difícilmente funcione.
No aparece, por ahora, una fórmula que permita desatar este
nudo gordiano.
Guillermo Waksman
Convenio Brecha / Rel-UITA
23 de enero de 2006
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