Colombia

           

Alfonso López Michelsen, 1913 – 2007

Gestor de la bioservidumbre nacional

 

 

 El 14 de septiembre de 1977 el país entero despertó con la intuición de que algo malo ocurriría con el orden público. Poco después, a las tres de la tarde, una muchedumbre de trabajadores, estudiantes y pueblo en general recorría las calles llevando en un féretro el cuerpo de un trabajador mecánico, víctima de un balazo en el pecho

 

 

Los gritos de la muchedumbre enardecida preguntaban:

-¡¿Quién lo mato?!

Y ella misma contestaba:

-¡El mandato claro lo asesinó!

Cuadro de texto: Osuna 78

 

El hecho luctuoso y la revuelta popular que sacudía la normal tranquilidad de Duitama -un pueblo de provincia en Boyacá- obedecía a la realización del paro cívico nacional convocado por las centrales sindicales y asociaciones campesinas contra el gobierno del doctor Alfonso López Michelsen, autodenominado “El mandato claro”. La finalidad del paro era contrarrestar las medidas antipopulares en lo laboral, económico y social.

 

El abuso de la fuerza pública en la confrontación popular al régimen dejó en el país varios sindicalistas muertos y muchos trabajadores heridos, y la sentencia por televisión y radio del presidente López: “El paro es ilegal y político”, a la vez que sostenía en sus manos la prueba suprema: un puñado de clavos retorcidos. Tenía un tono de voz como ahogado por las humaredas de las barricadas y el llanto de los familiares de los caídos.

 

El ex presidente López nació en Bogotá el 30 de junio de 1913 y falleció el 11 de julio de 2007. Con una fenomenal cobertura sobre su muerte, los medios de comunicación eclipsaron el duelo de Colombia entera por la masacre de los diputados secuestrados por las FARC. Durante tres días los medios empalagaron a la opinión pública con elogios al “gran estadista, gran polemista, pensador americano, contradictor lúcido, hombre del buen vivir con corte inglés, vallenatólogo* y parrandero”. Tales fueron las expresiones de sus aduladores, que también destacaron su “inigualable inteligencia” cuando sus críticos lo denominaron “delfín aristócrata” -por ser hijo de otro ex presidente- y él contestó: “Claro que le es más difícil pasar por bonita a la hija de una reina que a una mesera chusca**”.

 

Mientras a la opinión publica le vendían la idea de la muerte de un “prócer”, el otro duelo de elite lo vivían los neoliberales, alumnos de las tesis del doctor López sobre la Revolución Verde, el desarrollo de la agricultura industrial y agroquímica y el monocultivo intensivo que siempre impulsó y defendió como gobernante. En su prolífica actuación como periodista publicó sesudos análisis sobre las bondades del desarrollo de la ciencia aplicada al campo, sirviendo “curiosamente” de antesala a la presencia de nuevos programas de cultivos de multinacionales como Monsanto, que ahora contaminan biológicamente con su “semilla del diablo” -maíz transgénico- en detrimento y exterminio de las variedades nativas y de la soberanía alimentaria.

 

Mas allá de evocar al ilustre ex presidente por sus supuestas genialidades vendidas por un club de aduladores, el pueblo debe recordarlo como el intelectual que apoyó la industrialización de la agricultura provocando la expulsión de miles de familias del campo; que apoyó la biotecnología de transnacionales como Monsanto, lo que equivale a poner la investigación científica y pública en manos privadas no con fines no sociales, sino monetarios y con el agregando que los productos transgénicos no mejoran la dieta de los pobres, sino que la empeoran. Se trata de un modelo agrícola de interminables monocultivos –desiertos verdes– propiedad de unos pocos latifundistas. Como dijera Paulo Freire en su Pedagogía del oprimido refiriéndose a los latifundistas: “Pasan de opresores a oprimidos”, pues, con el nuevo modelo de agricultura, tendrán que comprarle cada año a la transnacional respectiva las semillas transgénicas patentadas, los fertilizantes, los biocidas, pero además venderles sus productos para su transformación posterior en la cadena de la neoesclavitud alimentaria.

 

El ex presidente López, entonces, fue gestor en Colombia de la bioservidumbre, fue un “Terminator” de la soberanía alimentaria, de la biodiversidad y de algunos sindicalistas cuya muerte se llevó en la conciencia.

 

En Bogotá, el pasado 13 de julio a las 12:30 p.m. el sol se ocultó, y una brisa fría acompañada por una bruma gris envolvía como en un manto de despedida el cortejo fúnebre que, presidido por una limusina, trasladaba los despojos mortales del ex presidente al Cementerio Central. Iba seguido por un enjambre de militares en moto, y luego una cinta negra de dolientes que se perdía en el fondo oscuro de la Carrera Séptima. Mientras observaba la marcha, un parroquiano con cara de curioso y un paraguas que en su tiempo debió ser negro, comentó con sorna popular: “Dedicó la vida a ser un gran estadista, tanto que no le quedó tiempo para hacer un buen gobierno”.

En Bogotá, Luís Alejandro Pedraza

© Rel-UITA

17 de julio de 2007

 

 

 

* Amante del vallenato, música popular colombiana

** En Colombia: mujer bonita

 

Ilustración: Osuna 78

 

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