Mientras los analistas ortodoxos no se
cansan de alabar los logros económicos
del gobierno de Alejandro Toledo, una
amplia mayoría de la población peruana
está disconforme. El propio Toledo,
asombrado, se preguntaba, durante su
gestión, cómo es esto posible: "Si Wall
Street y Washington están aplaudiendo,
¿por qué no me aplaude la gente en la
calle?"
Desde la lógica de los indicadores
macroeconómicos, aparecen como evidentes
los resultados positivos. El Perú, tras
superar la hiperinflación, estabilizó su
economía. Su PIB aumenta de manera
sostenida; en el 2005 alcanzó un 6% de
crecimiento, valor que supera el
promedio regional de 4,3%. Sus
exportaciones pasaron de 9.888 millones
de dólares en el 2003 a 16.907 millones
en el 2005. Se redujo el porcentaje de
la deuda externa en relación a las
exportaciones y al PIB mismo. Estos
resultados que brindan certezas a una
fracción de la sociedad peruana y a Wall
Street contrastan con la masiva
oposición a la continuidad de la
política económica ortodoxa,
conservadora y prudente (OCP).
Esta contradicción entre "bonanza
macroeconómica y malestar
macroeconómico", explicada
minuciosamente por Jürgen Schuldt en un
libro publicado hace poco más de un año,
concluye de manera sorprendente. De
conformidad con estudios especializados,
"el malestar autopercibido por los
encuestados en estos últimos tres años
es prácticamente equivalente al que
regía durante el trienio 1988-1990". Un
dato angustioso. En dicho trienio, valga
la pena recordar, durante el primer
gobierno de Alan García, el Perú
experimentó "la peor crisis del siglo XX,
en que llegaron a su clímax la
hiperinflación, el desempleo y el
terrorismo".
La gente no es malagradecida. Hay
múltiples razones que explican esta
situación, como demuestra Schuldt en su
trabajo. Las limitaciones de los
indicadores macroeconómicos, el PIB, por
ejemplo. La brecha entre las
aspiraciones y los logros de las
personas. La explosión de las
expectativas de consumo. Las mismas
promesas gubernamentales, incumplidas
por cierto. Todas estas explicaciones se
enmarcan en una política OCP incapaz de
generar empleo y sentar las bases para
el desarrollo. Las condiciones laborales
se han deteriorado grandemente. La
rotación en el trabajo crece, al tiempo
que cae la contratación colectiva.
Aumenta el número de horas de trabajo,
mientras disminuyen los beneficios
sociales. La inequidad no ha dejado de
extenderse; empobreciendo a amplios
segmentos de las capas medias. La gente
se siente peor al comparar sus niveles
de consumo con los de los grupos de
referencia o con el mensaje consumista
que promocionan los medios de
comunicación. Y en esta "bonanza" se
registra el mayor proceso emigratorio
peruano.
Si bien el eslogan de campaña de García
hablaba de un "cambio responsable", al
mantener el sendero de Toledo, su
segundo gobierno -como afirmó el mismo
Schuldt en Diario HOY- culminará
en un "continuismo irresponsable".
Triste destino para un país con tantas
potencialidades.
Alberto Acosta
Convenio La Insignia /
Rel-UITA
2 de agosto del 2006.
Imágen:
infocusco.org