Con
un profuso historial de golpes de Estado, en 1976 la
Argentina fue cuna de la dictadura más feroz y sangrienta
del Cono Sur que, entre otras secuelas, dejó un saldo
escalofriante de 30 mil desaparecidos. Jair Krischke,
militante referente de los derechos humanos en Brasil y
asesor de la Rel-UITA, reflexionó para el Sirel acerca de la
coordinación represiva que instrumentaran las dictaduras
militares en la región, de sus responsables y de los traumas
y heridas aun perceptibles en la sociedad argentina
-¿Cuáles fueron los motivos para que en
Argentina se instalara una dictadura militar en 1976?
-El golpe que sacó a Perón del poder en 1955 fue
de una furia terrible, fue una muestra de cómo serían las
cosas después. Aviones de la Marina argentina sobrevolaban
la Avenida de Mayo ametrallando a la gente que estaba en la
calle y terminaban frente a la Casa Rosada; una barbarie sin
precedentes. Cuando ascendieron los militares comenzó una
represión muy fuerte, desmesurada, como por ejemplo, imponer
un decreto que prohibía las palabras “Perón” y “peronismo”,
una cosa absurda, pero lo hicieron.
Las cosas marcharon mal y se llegó a un punto en
que los gobiernos sucesivos no respondían a las aspiraciones
de la sociedad. Ahí volvió a la memoria de la gente la
bonanza económica del tiempo de Perón, cuando en verdad los
trabajadores tuvieron su dignidad respetada y sus sueldos
crecieron. Una importantísima parte del Producto Bruto
Interno de Argentina se canalizaba en sueldos. Los
trabajadores argentinos y la población en general lograron
un tiempo muy bueno en el desarrollo económico, social y en
la educación, con una muy buena Universidad pública.
Entonces se retornó al peronismo. “Perón vuelve”,
fue la consigna durante mucho tiempo. Y volvió porque los
milicos y la ultra derecha argentina no resistían más, era
inevitable. Volvió en 1973 a través de Cámpora, quien fue
electo Presidente y le dejó el mando. Llegó al poder, luego
murió, y ascendió su esposa Isabel Perón (Isabelita), que
era vicepresidente. Una mujer absolutamente incapaz para
dirigir una nación. A su lado estaba la figura trágica de
López Rega, “el Brujo”. En torno a él se organizó la Triple
A, una banda paramilitar, y fue así como la democracia, la
independencia y los respetos de los poderes se perdieron.
Ahí llegó el golpe del 76. Ya había un caos tremendo, caos
económico, caos social y los poderes en colapso. Retornaron
los milicos con toda la memoria anterior y buscando
introducir en Argentina el actual proyecto económico
neoliberal, moldes que los “hermanos del norte”
recomendaban. Para mantener esto desarrollaron una furia que
produjo al fin y al cabo todo este desastre. Tenían que
matar gente en cantidades importantes para mantener el
poder, entonces ocurrió toda esta tragedia.
Después aparecieron “los colaboradores”, hasta
hubo presencia de militares franceses que estuvieron en
Argelia, donde habían desarrollado un proyecto represivo que
incluía torturas brutales; de esto se habla muy poco. Todo
lo que pasó en Argentina tuvo mucha relación con el
pensamiento represivo francés de Argelia. Estuvieron en
Argentina, también en Brasil, figuras importantísimas de
este pensamiento represivo.
-Con la perspectiva del tiempo, ¿quiénes
son los verdaderos responsables de que esto haya pasado en
Argentina?
-Son los militares argentinos de todas las ramas.
Argentina tiene particularidades distintas a las de Brasil y
Uruguay. Por ejemplo, en Uruguay, por su tradición
democrática sólida, cuando un muchacho no tenía ninguna
perspectiva en la vida, dicho con respeto, se decía que iba
a ser militar. En Brasil los militares no tenían mucha
influencia, era un ejército que se componía por brasileños
con origen en el pueblo de todas las capas sociales. Había,
sí, algunos feudales, principalmente del nordeste del país,
y también habían particularidades como, por ejemplo, que un
negro pudiera ser oficial del ejército y llegar a coronel,
pero nunca sería general. Pero en Argentina los milicos
vienen de la oligarquía, de los terratenientes argentinos, y
por esa razón tienen un perfil distinto: saben de qué se
trata el poder.
-Fue la dictadura del Cono Sur con
consecuencias más escalofriantes.
-Fue la última en instalarse, pero la furia, la
barbarie generada por la dictadura Argentina fue totalmente
distinta a los demás países de la región. Si se toman en
cuenta los 30 mil desaparecidos que produjo y se compara con
la población argentina, el resultado es superior al 1 por
1.000; es impresionante. Hoy día cualquier familia tiene que
lamentar una pérdida: la desaparición de un hijo, de un
hermano, de un padre, de una madre, de un primo, de un
amigo, de un vecino. Esto marcó profundamente a la sociedad
argentina.
-¿Cómo interactuaba con las otras
dictaduras de la región?
-Ya en democracia los militares argentinos
coordinaban con los brasileños. Muchos compatriotas míos
desaparecieron en Argentina aún en democracia, y militares
brasileños iban a Buenos Aires donde hacían operativos. ¡Era
tanta la locura! A manera de ejemplo voy a recordar: el
famoso poeta y músico Vinicius de Moraes se presentó con su
show y su grupo en Buenos Aires. Al volver al hotel, el
pianista avisó que saldría a comprar un medicamento y nunca
más volvió, desapareció. No era un tipo con militancia
política, simplemente usaba barba y caminaba por una calle
céntrica de la ciudad. Lo detuvieron, lo llevaron, lo
mataron bajo tortura y desaparecieron el cuerpo. Esa era la
locura que reinaba. Antes de la dictadura ya había
relaciones muy fuertes entre los milicos de la región;
desaparecieron uruguayos en Argentina en plena democracia.
Cuando aún los militares no tenían el poder total ya hacían
lo que querían por la debilidad del gobierno de Isabelita, y
fueron los peores al juntarse con los militares chilenos en
el tema del Plan Cóndor. Organizaron la represión de una
manera terriblemente competente. Por ejemplo, el Batallón
601, era un batallón del ejército que hacía operativos fuera
del país. El 601 propició el secuestro y la muerte bajo
tortura de un número impresionante de personas. Las Fuerzas
Armadas argentinas organizaron aparatos represivos brutales,
la Marina con la Escuela de la Mecánica de la Armada,
locales clandestinos de detenciones y torturas, “los pozos”.
En Uruguay y en Brasil hubo algunos, pero en Argentina eran
casi 80 o 90 locales clandestinos. Era un Estado terrorista.
-¿Cómo evaluás los daños que la dictadura
le ha causado a la sociedad argentina?
-Todavía hoy la sociedad argentina está
traumatizada, y sería imposible que fuera de otra manera
porque el sufrimiento ha sido mucho. La democracia hasta hoy
ha sido incapaz de solucionar los problemas creados por la
dictadura. Cómo puede sentirse una sociedad que tiene más de
400 niños que ignoran quiénes son sus padres verdaderos y
que, en la mayor parte de los casos viven con sus verdugos.
Es una locura, es un trauma que afecta ya a una segunda
generación, gente que por una razón u otra descubre de
repente que quienes decían ser sus padres, que lo criaron
toda la vida, realmente no lo son, y que de alguna manera
tienen relación con la gente que mató a su padre, a su
madre; eso es tremendo. Algo tan terrible como lo sufrido
por la sociedad argentina le va a llevar tiempo poder
superarlo.
-¿Qué importancia tienen los actos
recordatorios de estos hechos?
-Sigue siendo muy importante la movilización de
las sociedades. Veo con mucha preocupación como todo marcha
muy lentamente. En estos días tenemos en nuestros países un
nuevo tipo de dictadura, la dictadura del Poder Judicial, y
esto es gravísimo. Los poderes judiciales aún no se
democratizaron, no tienen la sensibilidad de observar lo qué
pasó y lo que está pasando para dar una respuesta verdadera,
especialmente a las víctimas de estas dictaduras militares.
Esto me asusta porque la democracia clásica prevé la
existencia de los tres poderes, y los tres poderes
democráticos; veo un Poder Ejecutivo que a través de los
años se va modernizando, va avanzando, el pueblo va
eligiendo gente más comprometida con esta realidad; el Poder
Legislativo sigue viviendo un momento difícil porque los
parlamentarios de nuestros países no se dieron cuenta de que
ahora estamos en democracia, que ellos son un poder y están
en el lugar más importante. Tienen autocensura y temor,
mucho temor. La autocensura es hija del miedo, y percibo
esto en Brasil, en Argentina, en Chile, en Uruguay. Nuestros
legisladores no se sienten libres para crear las leyes y
hacer los equipos y cambios que tienen que hacer. Y al
revés, veo a los poderes judiciales de nuestros países con
una postura propia de una casta noble, que nada tiene que
ver con esto, como si no fuese parte de la sociedad, y que
por eso no responde al tiempo y a la hora del momento que
vivimos.
-¿Está bien que se haya decretado el día
24 de marzo como feriado nacional en la Argentina?
-Es como un arma de doble filo porque se decreta
un feriado nacional que debería servir para reflexionar, y
muchas veces termina siendo un día de vacaciones que con el
paso de los años la gente no sabe ni el por qué, ni la razón
de ese feriado.
Bien vale aquello de que “Un pueblo que no tiene
memoria está condenado a repetir los mismos errores”.
Hubiese sido más importante que el día fuera de reflexión,
de diálogo e información en los lugares de trabajo, de
estudio, en escuelas y liceos, para las nuevas generaciones.
Que los cines exhiban películas sobre el tema, que en los
teatros se presenten obras, que en las escuelas los maestros
traten el punto con sus alumnos, crear por todos lados la
oportunidad de reflexionar sobre ese período.
-En una frase, ¿cómo definirías la
dictadura militar instalada en 1976 en Argentina?
-Fue la dictadura más cruel y brutal de nuestra
región.
Rel-UITA
24 de marzo de 2006
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