En enero de 1982 los organismos
represivos de Pinochet asesinaron al
ex presidente Eduardo Frei en la
Clínica Santa María, donde fue
intervenido quirúrgicamente por
molestias de una hernia al hiato.
Frei fue envenenado. El juez
Alejandro Madrid procesó a seis
personas en el caso.
Pocos dudan que el ex
dictador supiera y haya dado
directamente la orden. La Dirección
de Inteligencia del Ejército (DINE)
y la Central Nacional de
Informaciones (CNI) espiaron los
movimientos de la oposición. Fue un
trabajo a cualquier costo que
incluyó torturas y asesinatos. Para
ello formaron la Brigada
Político-Sindical a la que estuvo
adscrito el agente Raúl Lillo
Gutiérrez, que pasó por la
DINA, la CNI y la DINE.
Incluso los esbirros de Pinochet
se valieron de militantes demócrata
cristianos a quienes compraron con
favores y dinero, entre ellos el
chofer del ex presidente: Luis
Becerra Arancibia.
El juez Madrid
lo estableció: la CNI enroló
a unas 25 personas, quienes
aportaron información que facilitó
el espionaje y asesinato de Frei.
El Death Team de Pinochet
“Entre quienes
prepararon el plan para matar al ex
presidente Frei, destacan
Arturo Silva, Raúl Lillo,
Nelson Hernández,
Marcelo Sandoval y
Nelson Román. Es el mismo
núcleo operativo que, trasladado
desde la CNI a la DINE,
integró la Unidad de Operaciones
Especiales que asesinó al ex químico
de la DINA, Eugenio
Berríos, en Uruguay”.
Los suboficiales
Román y Sandoval aún
permanecen en servicio activo y
trabajan para la inteligencia del
Ejército. La investigación del
magistrado Madrid también ha
demostrado la existencia de archivos
de la CNI y la DINE
sobre sus operaciones delictuosas.
El mismo Raúl Lillo admitió
que se armaron carpetas con los
espionajes a personas consideradas
“peligrosas” para el régimen. “Los
agentes Rudeslindo Urrutia
y Enrique Gutiérrez
confeccionaron la de Frei
Montalva”, dice el periodista
Jorge Escalante, de La Nación.
En 1992, luego del
retorno de la “democracia”, fue la
propia DINE la que secuestró
y asesinó, en Uruguay, al
químico Berríos.
“El juez Alejandro
Madrid llegó a la conclusión de
que el ex jefe de Estado, que a la
época del asesinato encabezaba la
oposición a la dictadura, fue
inoculado con esos elementos
patógenos, burlando los controles
establecidos por la clínica, la
familia y amigos del ex mandatario
que intentaron protegerlo”, agrega
el periodista Manuel Salazar,
de la revista Punto Final.
Al acecho
Los esbirros del
dictador vigilaban todos los
movimientos de Frei, sus
actividades, infiltraron su círculo
y, finalmente, lo asesinaron. El
doctor y coronel (r) del Ejército
Patricio Silva, subsecretario de
Salud en el gobierno de Frei
y su amigo personal, es uno de los
procesados. Silva y el doctor
Pedro Cubillos
operaron en tres oportunidades a
Frei. Hoy se sabe que también
ambos operaron, en el Hospital
Militar, al general Augusto Lutz,
que murió en extrañas
circunstancias, en noviembre de
1974. Silva repite también en
el extraño “suicidio” del ex
ministro de Allende José Tohá,
a poco del golpe de Estado.
El magnicidio en
Buenos Aires del ex comandante en
jefe del Ejército, general Carlos
Prats, y de su esposa, Sofía
Cuthbert; el del ex canciller
Orlando Letelier y su
ayudante, Ronnie Moffitt, en
Washington; y el atentado al ex
vicepresidente Bernardo Leighton
y su esposa, Anita Fresno,
ocurrido en Roma, provocaron tal
conmoción que la dictadura desechó
usar ese método contra Frei.
El procesamiento
dictado por el juez señala que la
dictadura optó por un procedimiento
“que significaba que el hecho
punible resultara imperceptible para
todos, con exclusión de los que
participaron en él, aprovechando las
circunstancias de indefensión en que
se encontraba la víctima producto de
su enfermedad y prolongada estadía
en un establecimiento hospitalario”.
Se sabe que Frei
fue envenenado con gas mostaza y
talio. Su autopsia, realizada el 22
de enero de 1982 -40 minutos después
de su muerte-, intentó ocultar el
envenenamiento.
Fue realizada en la
misma habitación de la Clínica y no
en un pabellón quirúrgico. “En el
Laboratorio de Guerra Bacteriológica
del Ejército, Eugenio Berríos
obtuvo la toxina botulínica con que
infectó tarros de conserva, y generó
un masivo flujo de elementos tóxicos
durante la dictadura" -dice el
periodista Jorge Escalante-.
Ratones de laboratorio
En diciembre de 1981
Berríos ingresó a
Ricardo
Aguilera, Elizardo
Aguilera, Guillermo
Rodríguez Morales y
Adalberto Muñoz Jara
-prisioneros
políticos y militantes del MIR-
a la
Cárcel Pública de Santiago para
asesinarlos.
Ellos finalmente resultaron envenenados, pero
salvaron su vida.
"Dos reos comunes que
compartían alimentos con los
miristas murieron intoxicados”,
agrega Escalante. El ex presidente Frei
fue asesinado días después. Según la
Policía de Investigaciones, el
químico Berríos podría haber
participado directamente en el
envenenamiento de Frei.
Raúl Lillo es uno de los
agentes que custodió al químico
Berríos en Uruguay,
cuando permanecía secuestrado por
los organismos de inteligencia de
ambos países.
Mientras permanecía
hospitalizado, la familia de Frei
recibió una llamada anónima
informando que le estaban
“envenenando”. Quien ingresó con
frecuencia a la habitación fue el
médico Pedro Valdivia Soto
-otro de los procesados-, que
trabajó con los servicios de
inteligencia y está procesado por el
mismo juez en otro caso: el crimen
del agente de la DINA
Manuel Leyton, a quien le
asesinaron con gas Sarín en marzo de
1977, en la Clínica London, de la
DINA.
La justicia tarda, llega… y se va
Dos médicos
encubrieron el magnicidio: Helmar
Rosenberg y Sergio González
-patólogos de la Universidad
Católica-, quienes hicieron la
autopsia al ex gobernante, que
permaneció oculta por más de 20 años
en el Departamento de Anatomía
Patológica de la Facultad de
Medicina de la UC.
Actualmente, los seis
procesados se encuentran en
“libertad bajo fianza”.
En julio de 1981,
Eduardo Frei Montalva asistió
junto al líder de la Agrupación
Nacional de Empleados Fiscales (ANEF),
Tucapel Jiménez Alfaro, a la
primera Asamblea en la que el
movimiento sindical exigía el
retorno a la democracia. El
sindicalista Jiménez fue
asesinado por agentes de la CNI
y la inteligencia militar sólo 23
días después de que lo fuera Frei.
Informes sobre
Frei y Jiménez llegaban
todos los días a las manos de
Pinochet. Un informe secreto de
la CNI, de 124 páginas,
titulado “Síntesis de Apreciación
Semestral de Seguridad Nacional, 1°
de enero al 30 de junio de 1982”,
señala que el fallecimiento de
Frei era “previsible”, lo que
deja entrever que la SS
chilena estaba al tanto de su
asesinato.
Los contactos entre
Frei y Jiménez se
iniciaron a fines de 1981 con la
intención de conformar un bloque
político-sindical que pretendían se
convirtiera en la principal fuerza
opositora a la dictadura. Fue el
propio dictador quien les amenazó
con “caerles encima con todo el
peso”.
En menos de un mes
ambos habían muerto.