Uruguay

           

Partida y permanencia de un poeta

Un Benedetti ha muerto,

y otro a vivir empieza

 

  

Desde la multitud, o en soledad, todos dijimos: “Gracias por el fuego”, recurriendo al título de

unos de sus numerosos libros

 

Un dolor más allá de fronteras acompañó el martes 19 los restos mortales de Mario Benedetti, cuyo velatorio se realizó en el Palacio Legislativo, desde donde fueron llevados al Panteón Nacional. Más allá de los reconocimientos al poeta y al fecundo escritor, todos destacaron que muchas de sus obras son el conmovido registro de un tiempo de luchas, y por tanto de esperanzas.

 

Cuando, en el futuro, alguien analice el periodo 1971-73, que fue de extrema tensión política en Uruguay, los escritos de Mario Benedetti serán esenciales para conocer “la creciente inseguridad, la sensación de riesgo, el clima de represión que signaron aquel inquietante lapso (…) prólogo de lo que sería una estirada década infame”. Esos rasgos son testimonio -como dijo el propio Benedetti- “de lo que fueron aquellas jornadas de acoso, de alarmas, de muerte y, en definitiva, de encarnizada lucha política”.

 

Frente a las campañas de la derecha, dedicadas a acentuar mediante exageraciones e intrigas las diferencias en la izquierda, Benedetti analizó la realidad; fue a sus raíces.

 

“En tanto las controversias de la izquierda -sostuvo en mayo de 1971 en Marcha, semanario dirigido por Carlos Quijano, otra personalidad excepcional- surgen de su preocupación por liberar al ser humano, la formidable armonía, el gran pacto de la reacción, tiene su origen en un profundo y raigal egoísmo”. Y completó ese análisis con tajante claridad: “A no descubrir la pólvora,” sostuvo en polémica con la derecha.

 

“Recordarnos nuestras diferencias es sencillamente perder el tiempo, ya que somos perfectamente conscientes de ellas; las asumimos en su integridad. Pero también asumimos una realidad: que el enemigo implacable y natural no está allí sino precisamente en la clase dominante que dicta la plana a los editorialistas, y sobre todo en el centro imperial, que les presta su aval y su ideología. De ellos no nos separan diferencias de método. De ellos nos separa el gran abismo que siempre ha mediado entre explotados y explotadores”.

 

En todas las grandes causas populares: integración de América Latina, defensa de Haití, apoyo a la Revolución Cubana o a la Sandinista, o acción por los derechos humanos en toda latitud, movilizaciones obreras, todos quienes buscaban solidaridad, verdad, justicia, sabían que Mario respaldaría anhelos generosos.

 

Benedetti tuvo, por cierto, oportunidades de recibir el reconocimiento popular. En la entrevista que publicó en libro Hugo Alfaro se relata una anécdota que conmovió al propio Mario. “Un dactilógrafo del Banco República se puso a leer, disimuladamente, Poemas de la Oficina, y llegó al que se titula ‘Dactilógrafo’; de pronto comenzó a llorar desconsoladamente y no tuvo escrúpulos, delante de compañeros y clientes, en cruzar los brazos sobre la Underwood, la máquina de escribir, y escondió allí su afligida cabeza”.

 

Frente a la melancolía de Montevideo y de otras latitudes donde hoy se siente el silencio del poeta, hay textos de Mario que apoyan la defensa de la alegría.

 

Escribió: “Defender la alegría como una trinchera / defenderla del caos y de las pesadillas / de la ajada miseria y de los miserables / de las ausencias breves y las definitivas”.

 

Definitiva. Esa palabra afila tristezas por la desaparición de quien, desde su fecunda grandeza, supo expresar a todos. Su creación ha sido -como diría Roberto Ibáñez- una manera de apretarse a la muerte para sobrevivirla. Algo que permanecerá, aportando belleza; “rocío de los prados”, como diría Jorge Manrique, el poeta que definió nuestras vidas como los ríos (“que van a dar a la mar, que es el morir”) pero que escribió, también, sobre “la tercera vida”. La que acaba de comenzar, con grandes capacidades de permanencia, Mario Benedetti.

 

  

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

21 de mayo de 2009

 

 

 

Foto: elespectador.com

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