Bolivia

¿Comienza a despejarse

el futuro de Bolivia?

 

 

El presidente Mesa se ha proclamado ganador del referéndum sobre el Gas de Bolivia. Contra los pronósticos que auguraban un resultado parejo entre quienes apoyan su gestión y quienes pretendían hacerle caer, empañando de violencia la jornada, el pueblo de Bolivia le ha dado un voto de confianza a su presidente. Cualquier analista deberá estar satisfecho de que, al menos el día siguiente, no estemos recontando muertos o elucubrando sobre la fecha de un próximo golpe de estado. Al menos en esta ocasión los agoreros se han equivocado. La normalidad democrática es, lamentablemente, la excepción en el funcionamiento de los sistemas políticos andinos y en este sentido toda excepción útil para comenzar a transitar el camino de la estabilidad institucional debe ser, por tanto, bienvenida. Pero, más allá de rápidas y autoproclamadas victorias: ¿Qué pasa si analizamos más en profundidad los resultados y vemos que la abstención y el voto nulo suman el 60% de los sufragios?

En democracia se pueden cuestionar todos los mecanismos articulados por el poder político para ejercer el gobierno. Lo que bajo ningún concepto es correcto es negar la esencia misma del sistema. Un referéndum no puede ser boicoteado. Puede ser ganado o perdido. Puede reafirmar en sus posiciones a quien ostenta el poder y lo convoca o forzarle a renunciar al cargo. Las únicas opciones que abren la interpretación a un amplio abanico de posibilidades son la abstención y el voto nulo. Y este ha sido el caso. Más allá de las palabras y las convocatorias de Roberto de la Cruz o Felipe Quispe, la población boliviana que ha ejercido su derecho al voto (el 40% del censo) le ha dicho a su presidente que quiere que el futuro del país se articule en torno a la explotación y exportación de sus recursos naturales a través de una empresa pública y aumentando los impuestos que se cobra a las multinacionales. Queda definir qué pasa con el 60% restante. ¿Responden a los líderes que pretendían boicotear la consulta o no? Es imposible saberlo.

En cuanto a quienes han votado, no quedaba otra opción. El país más pobre y subdesarrollado de la América hispana, como recordaba hace poco el índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, no puede seguir permitiéndose ver cómo su riqueza permanece inmovilizada ante peticiones maximalistas no exentas de razón pero de difícil aplicación. Bolivia dispone de la segunda mayor reserva de gas de América Latina. Un recurso que, gestionado adecuadamente, permitiría recuperar las depauperadas arcas estatales a partir de la exportación de sus excedentes a países como Argentina, Brasil y Chile, incluso a los Estados Unidos -¿por qué no?-, y comenzar, con ello, una política de recuperación nacional.

A partir del resultado del referéndum se entiende que el gobierno, junto con el parlamento tiene la posibilidad de definir cúal será el modo de industrializar y exportar este gas con los mayores beneficios para el país. A partir del día 19 de julio la oposición deberá y podrá dar nuevamente la batalla contra el gobierno Mesa, pero tendrá que ser una batalla fundamentada y constructiva, tendrá que ser la batalla de los contenidos, la batalla de la política. Debe desdeñar la batalla de las barricadas. La izquierda extraparlamentaria sindical tratará de hacer suya la gran cantidad de abstencionistas y votos nulos que, al parecer, recogerán los resultados finales (la fecha de publicación de los mismos es el 4 de agosto). Probablemente estén en lo cierto cuando se autoatribuyen esta representatividad pero también queda por medio la peliaguda cuestión del analfabetismo y la existencia de más medio millón de personas que no están ni siquiera registradas como ciudadanos bolivianos. La batalla de las cifras es siempre manipulable. Siempre lo ha sido y no es el camino adecuado para invertir esfuerzos a partir de ahora. En todo caso nos queda la duda razonable sobre sí el boicot al referéndum ha sido efectivo con un 60% de personas que no han votado ni a favor ni en contra.

Mesa ha conseguido una victoria que, más allá del resultado concreto de cada una de las cuestiones sometidas a referéndum, supone un voto de confianza y la aprobación mayoritaria de la gestión que ha desarrollado a lo largo de los últimos nueve meses por parte de la población que vota. El presidente de la excepción es ahora el presidente que debe aportar soluciones. Ya no es el bombero o el médico de urgencias sino el ingeniero que debe diseñar el camino de regreso a la estabilidad. Y difícilmente pueda hacerlo en solitario.

Evo Morales, principal líder de la oposición parlamentaria debe acompañarle en este tránsito. No tiene por qué formarse un gobierno de Unidad Nacional ni tiene por qué diluirse la identidad opositora del MAS (Movimiento Al Socialismo) con este movimiento. Simplemente, debe formarse un sistema de partidos que represente realmente las preferencias de los bolivianos. La clase política tradicioal se encuentra representada por el MNR (Movimiento Nacional Revolucionario) y el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria). Carlos Mesa, que proviene del MNR (antiguo partido del depuesto presidente Lozada) tendrá apoyos estables y alternativos en ambas formaciones. Existe también un partido al que se vincula con cada vez insistencia a los grupúsculos de la derecha golpista, NFR (Nueva Fuerza Republicana) dirigido por Manfred Reyes. No parece que vayan a tener demasiada relevancia en el futuro.

Pero el papel de bisagra, el engranaje fundamental de la gobernabilidad boliviana lo tiene el partido de Evo Morales. Es el único líder que podría, llegado el momento, anular la tendencia insurreccional de la izquierda sindical y transformarla en fuerza electoral para convertirse en el primer Presidente realmente rupturista de Bolivia. Es por eso que, apoyando la celebración del Referéndum y no su boicot, Evo Morales acepta las reglas del juego democrático. Ahora bien, ha matizado que su lectura del "Sí" a las preguntas de la consulta tal y como estas fueron formuladas, le llevan a defender la nacionalización de los recursos energéticos del pais. Y aquí es donde está la clave.

Este artículo que, en una primera lectura podría parecer defensor en exceso de la continuidad, no pretende recomendar que se perpetúe en Bolivia la clase dominante. Todo lo contrario: el objetivo es señalar que existen los medios para que la institucionalidad se transforme en el instrumento a través del cual la población puede mejorar sus expectativas racionales de vida. Sólo falta desterrar de una vez por todas los inútiles personalismos que enfrentan en la actualidad a Evo Morales, Felipe Quispe y Roberto De la Cruz para que el país tenga una alternativa real a la miseria y sumisión que su larga historia nos transmite. Una alternativa real que está a punto de estallar y tener el poder a su alcance y se disgrega, por el camino, en inútiles sacrificios de obreros y campesinos utilizados como carne de cañón en enfrentamientos periódicos con el ejército y la policía.

Ahora toca refundar la empresa pública Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Ahora toca elevar el precio que las multinacionales pagan por extraer el gas boliviano. Ahora toca decidir hacia dónde y en qué condiciones se envía el gas. Ahora Bolivia puede mirar directamente a los ojos de Chile y preguntarle ¿Qué estás dispuesto a darme porque mantenga tu capacidad productiva a pleno rendimiento con mi suministro de energía?

Bolivia tiene por primera vez en muchos años la capacidad de elegir. Tomar uno u otro camino es la decisión final sobre la cual la izquierda tiene que ponerse a trabajar. Esta vez existen alternativas a los planes de la clase dominante tradicional. Brasil está ahí, Argentina está ahí. El MERCOSUR espera, Chile se preocupa. El referéndum ha transcurrido con éxito y el 60% de los votantes insisten en pedir más de lo que se le ofrece: quieren, probablemente, nacionalizar el gas. Morales, Quispe y Solares darán la respuesta política a estas cuestiones en los próximos meses. Nos preocuparía ver que se escapan por la fácil senda de la barricada.

¿Debe preocuparse Carlos Mesa también? ¿será capaz de evitarlo?

 

Alberto Arce

Convenio La Insignia / Rel-UITA

22 de julio de 2004

 

 

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