El gas boliviano nunca dejó de ser
imprescindible en la estrategia de
industrialización y potenciamiento
energético del Brasil. La historia de su
venta, que arrancó con las negociaciones
entre los dictadores
Banzer y Geisel en 1974, está íntimamente ligada con la transformación de
Petrobras en la empresa estatal más
importante de Latinoamérica, según
advirtió en su momento el líder
socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz,
quien murió asesinado durante el golpe
narco-militar de 1980.
De hecho, siguiendo el enfoque de
Quiroga Santa Cruz, la transnacional
brasileña jamás habría prosperado como
en la actualidad sin el gas boliviano
que comenzó a ser inyectado desde 1996
gracias al gasoducto construido por
Sánchez de Lozada.
En su libro “Oleocracia o Patria”, una
pieza maestra de periodismo
investigativo que Quiroga Santa Cruz
terminó de escribir en 1977 durante su
exilio en México, el asesinado líder
socialista advertía que “Brasil es, a
diferencia de Bolivia, un país cuyas
estructuras de hidrocarburos son más
petrolíferas que gasíferas”, pues de un
total de 1.869 pozos productivos
perforados hasta 1970, sólo 84 fueron
productores de gas; mientras que
Bolivia, a la luz de estadísticas
contemporáneas, tiene una reserva
probada de 27 trillones de pies cúbicos
que abarcan a más de 70% de sus pozos en
explotación, frente a sólo 8 trillones
existentes en el Brasil, según datos de
Internacional Energy difundidos en el
año 2002.
“Puesto que Brasil no dispone de una
producción gasífera nacional compatible
con sus necesidades y que, además,
ninguna fuente de provisión le es más
conveniente que la que le ofrece Bolivia
por la proximidad y, consecuentemente,
por el medio de transporte empleado
(gasoducto), lo que le permite una
notable disminución del alto costo del
flete marítimo que hoy debe pagar por
sus importaciones ultramarinas, es claro
que ninguna operación le interesa tanto
como la formalizada por Geisel y Banzer”,
escribió Marcelo Quiroga Santa Cruz hace
tres décadas.
La resistencia nacional contra ese
negocio y la caída de Banzer en 1978
frenó la venta de gas al Brasil; pero
ésta se reactivó durante el gobierno de
Paz Zamora en 1992 y se consumó con
Sánchez de Lozada en el 96 con la
construcción del gasoducto a Curumbá.
En la década de los setenta, Petrobras,
entonces dominada por capitales privados
extranjeros invertidos por el Banco
Mundial y trasnacionales como
Phillips
Petrolium,
Gulf Oil
Company y
Volkswagen, intentó
consolidar una industria petroquímica
usando como materia prima la gasolina
para producir plásticos, fertilizantes,
detergentes y fibras sintéticas; pero
esa industria fracasó porque la gasolina
generaba otros subproductos no
rentables. Para evitar esa quiebra, el
Estado brasileño asumió las deudas de
los inversores extranjeros; desde
entonces Petrobras tiene una
administración dominantemente estatal;
pero para captar nuevas inversiones
privadas en su estructura accionaria
necesitaba contar con el gas boliviano,
según la explicación de Quiroga Santa
Cruz.
Actualmente, Brasil importa 25,2
millones de metros cúbicos diarios de
gas boliviano, que son consumidos en las
regiones sur, sureste y centro-oeste del
país, que cuentan con ramificaciones del
gasoducto Bolivia-Brasil. Es el mismo
volumen que ya se había programado en
1974 mediante los acuerdos Banzer-Geisel.
Tomado de Argenpress
23 de
mayo de 2006
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