México - Estados Unidos

Braceros: 60 años de injusticias

Cuando Franklin D. Roosevelt y Manuel A. Camacho, presidentes de EEUU y México respectivamente, firmaron el Tratado de Braceros el 23 de julio de 1942, seguramente no pensaron que más de seis décadas después los sobrevivientes de esta experiencia aún estarían reclamando pagos de salarios adeudados.

Para Estados Unidos, los trabajadores mexicanos sólo iban a poner sus brazos, ya que el tratado especificaba que los hombres vendrían solos y después de tres meses regresarían a México. Si al año siguiente deseaban volver, deberían solicitarlo nuevamente. Como garantía de que no se quedarían en Estados Unidos, el tratado establecía que se les retendría el 10% de sus sueldos, porcentaje que les sería entregado en México unos meses después de regresar. Pero después de 60 años, el dinero no aparece.

"Fui de los primeros que llegó a Stockton, California, en septiembre de 1942. Éramos unos 1,500 trabajadores", dice Rodrigo Izquierdo de 88 años y oriundo de Ciudad de México. "Salí en el segundo tren rumbo al norte, todavía me acuerdo de las banderas estadounidense y mexicana al frente del convoy". El romanticismo se acababa al llegar a la frontera, donde los trabajadores mexicanos eran rociados con DDT y revisados atentamente. Luego, según la demanda, eran enviados a diferentes estados donde laboraban principalmente en la agricultura.

Se calcula que unos cinco millones de braceros participaron del proyecto que culminó en 1964. También se estima que la deuda sumaría más de 500 millones de dólares. Pero, ¿dónde está ese dinero? El banco Wells Fargo asegura que cumplió su parte remitiendo el dinero a México aunque se niega a producir pruebas. El gobierno mexicano dice que no sabe nada. Después de años de olvido premeditado, activistas a ambos lados de la frontera comenzaron a reflotar el tema de los braceros y la deuda multimillonaria.

"Braceroproa" es la organización binacional que lidera desde hace seis años los esfuerzos de recuperar el dinero para los ex braceros y sus descendientes. Y también algo más. "Hemos logrado reconocimiento para estos trabajadores, recuperamos parte de una historia que muchos querían se mantuviera en silencio", dice Luis Magaña, activista de la ciudad de Modesto. "No existe voluntad política de resolver el problema, los gobernantes tienen sus propios intereses."

Esta recuperación de la memoria, de la dignidad de miles de trabajadores, hoy ancianos, que contribuyeron a la grandeza económica de Estados Unidos fue destacada por la mayoría de los oradores durante el evento que reunió más de 600 personas llegadas de varios estados de EEUU y de México.

Para Ventura Gutiérrez, coordinador binacional de Braceroproa, las negociaciones están dando frutos y una solución futura es posible. "Esperamos que este año el Congreso de México reconozca los derechos de los braceros y se les otorgue una compensación -afirmó con cierto optimismo-. De lo contrario, volveremos a protestar frente al rancho del presidente Vicente Fox."

Durante su discurso público, Gutiérrez destacó la memoria del líder mexicoestadounidense Bert Corona (1918-2001), quien fue uno de los primeros en promover la causa de los braceros, mientras mencionó la negativa de César Chávez (1927-1993) y su sindicato campesino, UFW, de hacer lo propio. También dijo que confiaba en la cooperación entre los partidos políticos mexicanos PRI y PRD para lograr avances en el Congreso de México.

El diputado del PRI, Alfonso Nava Díaz, expresó en su discurso público que se comprometía a contribuir a una rápida resolución del problema. Sin embargo, el dominio del PRI se extendió durante 71 años, hasta el año 2000, sin que jamás demostrara voluntad para esa resolución. "Equivocamos el rumbo, perdimos mucho tiempo buscando los recursos, pero ahora esto no es relevante y debemos buscar una solución", contestó esquivamente a la prensa. Nava Díaz tampoco contestó con precisión sobre el derecho de los mexicanos en el extranjero para que puedan votar en las elecciones presidenciales del 2006.

Para Rodrigo Izquierdo estas palabras son sólo eso, palabras. "El dinero lo tienen en México", recuerda, y añade que le gustaría hablar con el gobernador de California para que los ayude presionando al gobierno azteca. "Ya pasó mucho tiempo. Soy el único que queda de esa época en Stockton."

 

Eduardo Stanley

Pacific News Service

Convenio La Insignia / Rel-UITA

29 de julio del 2004

 

 

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