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1964
Río de Janeiro
“Hay nubes sombrías”,
dice Lincoln Gordon:
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-Nubes sombrías se ciernen sobre nuestros intereses
económicos en Brasil...
El presidente Joao Goulart acaba de anunciar la
reforma agraria, la nacionalización de las refinerías
de petróleo y el fin de la evasión de capitales; y el
embajador de los Estados Unidos, indignado, lo ataca a
viva voz. Desde la embajada, paladas de dinero caen
sobre los envenenadores de la opinión pública y los
militares que preparan el cuartelazo. Se difunde por
todos los medios un manifiesto que pide a gritos el
golpe de Estado. Hasta el Club de Leones estampa su
firma al pie.
Diez años después del suicidio de Vargas, resuenan,
multiplicados, los mismos clamores. Políticos y
periodistas llaman al uniformado mesías capaz de poner
orden en este caos. La televisión difunde películas
que muestran muros de Berlín cortando en dos las
ciudades brasileñas. Diarios y radios exaltan las
virtudes del capital privado, que convierte los
desiertos en oasis, y los méritos de las fuerzas
armadas, que evitan que los comunistas se roben el
agua. La Marcha de la Familia con Dios por la Libertad
pide piedad al Cielo, desde las avenidas de las
principales ciudades.
El embajador Lincoln Gordon denuncia la conspiración
comunista: el estanciero Goulart está traicionando a
su clase a la hora de elegir entre los devoradores y
los devorados, entre los opinadores y los opinados,
entre la libertad del dinero y la libertad de la
gente.
1964
Juiz de Fora
La reconquista del Brasil
Hace casi treinta años, el capitán Olympio Mourao
Filho fabricó una conspiración comunista, el Plan
Cohen, por orden del presidente Vargas. Ahora el
general Mourao Filho compra la conspiración fabricada
por el embajador Gordon. El general confiesa que en
materia política él es una vaca de uniforme, pero de
conspiraciones comunistas sí que entiende.
En el cuartel de Juiz de Fora, alza la espada:
-¡Arrancaré al Brasil del abismo!- proclama.
Mourao Filho está despierto desde antes del amanecer.
Se afeita mientras lee en voz alta el salmo de David
que anuncia que todo verdor perecerá. Después desayuna
y felicita a su mujer, por ser esposa de un héroe; y a
la cabeza de sus tropas emprende la marcha hacia Río
de Janeiro.
Los generales se le van adhiriendo, uno tras otro.
Mientras tanto, avanzan rumbo al Brasil, desde los
Estados Unidos, un portaaviones, numerosos aviones,
varias naves de guerra y cuatro buques petroleros: es
la Operación Brother Sam, para ayudar al alzamiento.
Joao Goulart, perplejo, deja hacer. Su colega Lindón
Jonson envía desde Washington el más cálido
reconocimiento a los autores del cuartelazo, aunque
Goulart todavía ocupa la presidencia, y el
Departamento de Estado anuncia generosos préstamos
para el nuevo gobierno. Desde el sur, Leonel Brizola
intenta, sin eco, la resistencia. Finalmente, Goulart
se marcha al exilio.
Alguna mano del pueblo escribe, en una pared de Río de
Janeiro:
-¡Basta de intermediarios! ¡Lincoln Gordon presidente!
Pero los triunfantes militares eligen al mariscal
Castelo Branco, un solemne hombre de armas que carece
de sentido del humor y de pescuezo.
Eduardo Galeano