Felipe Calderón asumió la presidencia de
México el pasado 1 de diciembre. Por
televisión se pudo ver a congresistas
que peleaban por el control del podio
donde debía tomar juramento; unos para
impedirlo, y otros para asegurar que se
cumpliera el requisito. Al final,
Calderón y el presidente saliente,
Vicente Fox, ambos del conservador
Partido de Acción Nacional (PAN),
entraron por la puerta de atrás y
protagonizaron un juramento express:
a las carreras y en medio de un griterío
que impedía escuchar sus palabras. Mal
augurio.
Calderón dijo, prometió y repitió a
quién quisiera oírlo que combatiría la
pobreza en México; y hasta anunció un
recorte de salarios de funcionarios
públicos, incluido el suyo. Pero no dijo
entonces que los recortes serían mayores
y que incluirían programas y servicios
que benefician a sectores necesitados de
la población. Y es que, a pesar de esas
declaraciones, Calderón tiene un plan de
gobierno perfectamente trazado; basta
ver a los que integran los puestos clave
de su gabinete.
Agustín Carstens, secretario de
Hacienda: El puesto más importante en
materia económica. Educado en Estados
Unidos, fue importante funcionario del
Fondo Monetario Internacional (FMI).
Luis Téllez Kuenzle: secretario de
Comunicaciones y Transportes, tiene
postgrado en Estados Unidos y fue
funcionario de Salinas de Gortari. Está
ligado indirectamente a Televisa y es
miembro del Partido Revolucionario
Institucional (PRI). Javier Lozano
Alarcón: secretario de Trabajo y
Previsión Social, de formación
corporativa y también miembro del PRI.
Un gabinete al paladar de Washington. Un
gabinete del FMI. Esta institución es en
realidad un banco transnacional que
presta dinero a los países que lo
necesitan a cambio de exigencias tales
como un estricto control del gasto
público, privatización de empresas
estatales, puertas abiertas al capital
transnacional y congelación de salarios.
Es decir, Calderón apuesta por el
proyecto implementado durante el sexenio
de Carlos Salinas de Gortari
(1988-1994), aunque él no tendrá dinero
para obras públicas como las que llevó a
cabo Salinas tras la venta de
paraestatales. No soprende que entre sus
primeras medidas ordenara un recorte en
el presupuesto de educación pública
equivalente a 1,2 por ciento (de 3.281
millones de dólares a 3.236,
aproximadamente), a pesar del aumento
del costo de vida, de la cantidad de
estudiantes y de la necesidad de
reconstrucción de escuelas en todos el
país.
Para funcionarios formados en escuelas
privadas o en Estados Unidos seguramente
es muy difícil imaginar la importancia
de la educación pública. Incluso el
congresista y presidente de la Comisión
de Presupuesto de la Cámara de
Diputados, Raúl Alejandro Padilla
Orozco, del PAN, se ha mostrado
satisfecho -ante la indignación de
muchos- por la reducción del presupuesto
de la Universidad Autónoma de México
(UNAM), considerada entre las 100
universidades más importantes del mundo.
Hasta la UNICEF ha declarado que reducir
el presupuesto educativo amenaza el
desarrollo social del país. La pobreza
en México mantiene su nivel de hace dos
décadas, a pesar de las declaraciones
triunfalistas del ex presidente Vicente
Fox. Una menor calidad del servicio
educativo no ayudará a mejorar la
situación. Para los gobiernos
paternalistas, el combate de la pobreza
se toma como un simple acto de caridad,
en lugar de ser una obligación de
Estado. Otros programas sociales también
sufrirán recortes presupuestarios.
En política interna y administración de
Justicia, ¿qué se puede esperar del
nuevo gobierno mexicano? La clave nos la
dan dos nombramientos:
Francisco Ramírez Acuña, secretario de
Gobernación. Ex gobernador de Jalisco,
acumula quejas en su contra por
represión de protestas y aumento de la
tortura en ese estado. Hasta dirigentes
del PRI lo catalogan como "arrogante" y
no interesado en la negociación.
También es preocupante el nombramiento
de Eduardo Medina Mora al frente de la
Procuraduría General de la República
(PGR). Es miembro de El Yunque, grupo de
ultraconservadores similar a la derecha
cristiana estadounidense y tiene fuertes
lazos con intereses bancarios. Es
seguro, entonces, que la aplicación de
la justicia seguirá estando influida por
la política. Otra gran oportunidad
perdida para avanzar en la consolidación
de la democracia en México.
Quizá esto explique la aproximación del
nuevo gobierno al conflicto social de
Oaxaca, donde se arrestaron a dirigentes
opositores mientras se mantiene intacto
el poder del gobernador Ulises Ruíz
Ortíz, centro de la ira de las protestas
de los últimos seis meses, que dejaron
al menos un decena de muertos, cientos
de heridos, pérdidas millonarias y una
profunda crisis social.
El juramento express de Calderón
fue tomado a risa por muchos, pero sin
duda puso de manifiesto la gran división
política existente en México, que podría
llegar a ser explosiva si esta nueva
administración aplica no sólo las
políticas elitistas muestran que sus
primeros pasos, sino además de la forma
en que pretende hacerlo. Intolerancia e
injusticia van de la mano. Aunque las
disfracen con palabras bonitas.
Eduardo Stanley
C onvenio
La Insignia /
Rel-UITA
13 de diciembre de
2006 |
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Foto:
martinoticias.com