Uruguay
La carreta
delante de los bueyes |
«La imagen más
trágica: la no transmitida. La imagen ausente, censurada en
estos primeros días: los muertos, los heridos, los
mutilados. Las vidas humanas. Ese detalle.»
-Eduardo
Galeano-
El ejercicio de ciudadanía es un
proceso de aprendizaje al que contribuyen las diferentes
instituciones presentes en la sociedad, entre ellas los
medios de comunicación. Desde un medio de comunicación
siempre se construye ciudadanía: se puede ayudar al
fortalecimiento de una ciudadanía activa y participativa o
se puede fomentar una ciudadanía pasiva vinculada únicamente
con el consumo. Pero, queda claro que sin la ciudadanía
activa la nación, como conglomerado soberano, no existe.
Por ello, cuando los uruguayos hemos abandonado nuestra
potestad de fijar pautas como nación para regular a los
medios de comunicación, cuyas ondas les cedemos a privados
para que hagan sus negocios en los cuales los mismos
uruguayos somos nada más que clientes cautivos, es que
parece poco sería la discusión que se esta verificando en la
epidermis de un problema que es esencial para el Uruguay
como nación soberana.
En una exposición que tuvimos la responsabilizar de realizar
en el marco del Forum de la Culturas de Barcelona, manejamos
algún ejemplo que asombró a muchos representantes de los
medios audiovisuales allí presentes, y que está vinculado
con la liviandad con que en el Uruguay se sigue manejando la
relación entre el Estado y los medios, sobre los que no
existe regulación alguna. Hablamos de las contrapartidas que
los mismos deberían otorgar por ser permisionarios de ondas
que son de todos. Hablamos en la oportunidad de la única
regulación que todavía está en vigencia, la que tiene que
ver con el horario de protección al menor. Inaplicable e
insustancial: sin ingresar en las telarañas mentales de
quién impuso ese arbitrio vinculado eventualmente al sexo,
decimos que la misma es de hecho inaplicable porque mientras
algunos medios locales acatan la modalidad del horario de
protección al menor, la tecnología hoy existente permite la
recepción de innumerables canales por vía satélite, lo que
impide en los hechos que esa única regulación horaria de
contenidos se aplique en toda su extensión y tenga alguna
efectividad.
"Horario del protección al menor", absurda denominación
-además-, pues en el mundo de hoy los menores no tienen
horarios muy distintos a los de los mayores y además,
lamentablemente, el objetivo de la regulación es resguardar
a los jóvenes y a los niños de escenas de sexo, en base a
una moral más que discutible, producto de telarañas
mentales, que se opone a las libertades, sin reparar que
-por ejemplo- se permite que la violencia sea uno de los
contenidos más buscados y consumidos por esos mismos seres a
que se quiere reguardar.
Éste es un punto de tantos otros, que muestran las
dificultades de cualquier tipo de regulación. Especialmente
la que se quiera aplicar en el marco del descontrol total
que ha significado, desde siempre, el otorgamiento de ondas
del Estado, en base al mecanismo el favor político. En el
tema del "horario de protección al menor", extremo por otra
parte en desuso, se mostró una lamentable ligereza y una
tonta insustancialidad, pues los menores a "salvar" no se
recuperarían con este ridículo arbitrio ni quienes observan
escenas de sexo, se han derrumbado en un declive moral que
los inhabilita para vivir en sociedad.
El fenómeno planetario
Coincidimos con Ignacio Ramonet en que, en muchas regiones
del mundo, los dirigentes políticos han cedido poder a los
grupos con influencia mediática, capaces de manejar la
información a nivel local y planetario. Esa caracterización
se puede aplicar, perfectamente, a la situación que se
verifica en nuestro país.
Todo el fenómeno de las privatizaciones no es más que una
transferencia del poder del Estado al poder privado, es
decir que el gran enfrentamiento en esta época de la
globalización es el enfrentamiento entre el mercado y el
Estado.
Nuestros sucesivos gobiernos, mucho antes de que el proceso
de las privatizaciones fuera considerado un elemento
paradigmático que mostraba, para algunos, el "buen camino
emprendido", se aplicó de manera abierta cediendo las ondas
de radiofonía y TV, sin dejar ningún punto del país
descubierto. TV abierta, por cable, radio AM y FM. Fue un
continuo ceder a la actividad privada de ondas.
Son cientos de radios y canales de TV que se entregaron a
correligionarios políticos de los gobernantes de turno o, a
algunas empresas "madres", que por la vía de los hechos,
terminaron por configurar un monopolio que, obviamente,
distorsionó la transmisión informativa y, además, dejó
cautiva a la población de empresas que además de buscar el
lucro, que es un elemento vinculado a la lógica del sistema,
apoyaron a los gobiernos de turno, dejando de lado al
pluralismo informativo.
Como utilizando un Caballo de Troya, en el Estado se han
introducido empresarios o políticos con mentalidad
empresarial que en realidad son los que lo están vaciando de
muchas de sus prerrogativas, en particular de su función de
actor económico.
En ese contexto, los medios de comunicación tienen como
función principal: convencer al conjunto de las poblaciones
de que hay que hacer esas reformas, así como de votar por
aquellos que estén dispuestos a llevarlas a cabo.
Obviamente los medios, como grupos industriales y
económicos, van a beneficiarse de esas reformas. Por
consiguiente, vemos que existe una alianza entre el mensaje
de la globalización en favor de lo privado y en favor del
capital, y esos grupos mediáticos que encuentran su provecho
difundiéndolo.
Pocas veces en la historia ha habido una democratización de
la información que se ha dado por la vía de los hechos, más
allá de la índole de algunos propietarios de medios de
comunicación y de regímenes de concesión de ondas, como el
uruguayo, claramente antidemocrático por el privilegio que
consagra.
Sin embargo es una situación cambiante de una fluidez
sorprendente que hace caducar esas propias prácticas de
política menuda. Los medios, afines a los gobiernos blancos
y colorados, ya no pueden mantener un férreo monopolio
informativo Hoy, además de la prensa escrita, la radio y la
televisión, ha venido a añadirse Internet, un verdadero
inabarcable continente nuevo. En los últimos años, la propia
televisión ha conocido un desarrollo cuantitativo
extraordinariamente importante. Esto quiere decir que en un
hogar de clase media hay ya una capacidad de recibir
información como nunca en la historia. Ello provoca una
modificación esencial en el manejo informativo, pues las
cortapisas de otrora ya no tienen efectividad.
Los flujos informativos se convierten en imparables y los
manejos mediáticos se hacen cada vez más ineficaces.
Ramonet sostiene que en esta época de la globalización -por
otra parte- las empresas de los medios de comunicación
tienden a querer dominar un mercado cada vez más importante.
Esto hace que los grupos mediáticos, que antes eran locales
o nacionales, hoy tienden a ser por lo menos regionales,
continentales o a veces, planetarios, como es el caso de la
CNN, que desde finales de los años 80 ha tenido como
objetivo el dirigirse al mundo entero.
Este es el panorama que hace cada vez más difícil que
definamos una política nacional de comunicación, pues el
concepto de nación, obviamente, se lesiona cada minuto que
pasa por las nuevas modalidades de la globalización. Y menos
aún si buscamos esas definiciones en reuniones de "amigos",
sin darles participación a los profesionales de la actividad
y, por supuesto también, a los receptores que, obviamente,
tienen mucho para decir.
Es evidente que se deben analizar todos los aspectos de la
situación para lo que es necesario - repetimos - una
discusión abierta con todos los actores. Es tan ridículo
como inefectivo, realizar reuniones de "amigos" políticos,
como algunas que se intentaron, sin integrar a necesarios
actores en el análisis de problemática que exige la suma de
experiencias. Se derrocharon palabras, se construyeron
documentos, sin enriquecer la discusión en base a su
democratización.
Como corolario de tanta desubicación, hasta se planteó la
creación de un Ministerio de la Comunicación, absurdo del
absurdo, cuando todavía no se habían definido las políticas.
Apareció el elemento burocrático antes de tener en cuenta
los caminos a recorrer.
Es aquello de poner la carreta delante de los bueyes.
Carlos Santiago
*
Convenio La Insignia / Rel-UITA
23 de
septiembre del 2004
*
Periodista y escritor. Secretario de
redacción del diario LA REPÚBLICA y del suplemento Bitácora.
Montevideo (Uruguay)
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