Uruguay
Elecciones 2004
"Demostrar que somos un Partido de leales" |
"La historia del
país está en un recodo". Ni campaña de marketing ni spots
publicitarios explican el favoritismo de la izquierda en las
próximas elecciones. Se trata de una acumulación histórica
de principios y luchas de varias generaciones que al doblar
el siglo se asoma a un nuevo desafío: profundizar la
democracia.
El cambio hacia la izquierda, o más de lo mismo. Según
las encuestas el pueblo oriental optará por el cambio.
Victoria que es –importa destacarlo– el resultado de largas
luchas. Todo avance hacia la profundización democrática ha
exigido intensa prédica y esfuerzos constantes. Hasta
conquistas que hoy pueden parecer obvias, son el fruto de
años de lucha. Veamos, apenas, algunos ejemplos. Cuando en
la Constitución de 1916 los representantes Emilio Frugoni y
Celestino Mibelli reclamaron el voto de la mujer, un
destacado vocero del Partido Nacional (Juan José Segundo)
replicó que nuestros legisladores debían ocuparse de que en
los conventillos donde están "esas criaturas andrajosas y
sucias" en cuya condición solían poner el acento los
representantes socialistas, "en lugar de pensar la madre en
ir a votar se ocupara de bañar y arreglar a sus hijos". La
polémica fue dura, hasta el punto que Mibelli llegó a
replicar que "si las mujeres tuvieran el derecho al voto,
mandarían a otras personas a bañarse". Pero en la votación
ganó la derecha. Y las mujeres alcanzaron el derecho al voto
recién veinte años después.
Hoy, quizá alguien pueda pensar que la lucha contra el
fascismo se libró sólo en Europa. No se tiene presente
–entre otras cosas– que algunos diputados del Partido
Nacional llegaron a afirmar (en abril de 1929 cuando ya el
mundo había presenciado crímenes monstruosos como el
asesinato del socialista Giacomo Matteoti) que "Benito
Mussolini es, fuera de toda duda, el hombre más
extraordinario de los tiempos modernos", (textual). Hasta en
el Parlamento llegó a haber –por estas latitudes– voceros
del fascismo. Por citar un ejemplo más, entre cientos
posibles: en 1944, el diputado José Pedro Cardoso marcó un
hito en la defensa del derecho de huelga, en una
interpelación al ministro del Interior de la época. Porque
ese derecho fue negado y reprimido enérgicamente, durante
décadas, por colorados y blancos.
Es casi innecesario recordar, además, las denuncias y
extensas campañas contra los acomodos, la corrupción
política, los "repartos de la administración pública con
fines de aprovechamiento personal", prácticas que llegaron a
caracterizar a personajes de los autodefinidos, con cierta
soberbia, como "partidos fundacionales". Podríamos
documentar, asimismo, las dilatadas campañas por los
derechos obreros, la reforma agraria, o las denuncias
concretas sobre el imperialismo en Uruguay y en la Patria
Grande Latinoamericana.
En síntesis: toda una larga prédica, jalonada por enérgicas
luchas, cimentó las bases de la izquierda, cuyas fuerzas
terminaron confluyendo con sectores progresistas de los
demás partidos, que comprendieron y concretaron por los años
70, la unidad para el cambio. Ya en 1959 –con una rotación
de lemas en el gobierno– el país comenzó a sufrir las
consecuencias de una línea económica. Vivían Trías denunció
entonces la receta imperial que llegaba a estas tierras, y
que consistía en imponer la llamada economía libre (libre
importación y libre exportación) desaliento del desarrollo
industrial, desaliento de la actividad estatal,
privatizaciones y más endeudamiento. Al finalizar una
intervención parlamentaria destacó, en noviembre de 1959,
que esos tiempos, que serían de dificultades crecientes y
miseria, serían también tiempos que madurarían
acontecimientos esenciales en el desarrollo histórico, como
la Central Única de Trabajadores, "Central que se plasmará
–destacó– en las asambleas consultivas que se realizan en la
Universidad de la República, para escándalo de muchos que
han creído ver siempre allí el coto reservado de los
doctores de las empresas extranjeras y vendepatrias de toda
laya".
Esos fueron, en efecto, los polos que se enfrentaron en las
décadas siguientes.
EL IMPERIALISMO y
SUS HILOS
Polarización que el imperio respaldó en beneficio de
sus posiciones en la llamada guerra fría. Hoy sabemos, por
las propias declaraciones de quienes dirigieron la llamada
"Escuela de las Américas" cómo se preparó a los militares
para el combate contra los sectores que luchaban en defensa
de la soberanía y contra la explotación en nuestros pueblos
del Sur.
Después, sectores de los partidos tradicionales (contra
sectores de esos mismos partidos y contra la izquierda)
apoyaron la irrupción militar y los años de la peor tiranía
de toda la historia del país. Hoy, la izquierda –que ha
demostrado– con una larga suma de mártires, en Uruguay, que
ha estado contra todas las dictaduras: de Terra, de Baldomir,
de Bordaberry,
–tanto
como contra el Pachecato y los militares– plantea
profundizar la democracia. Se buscará –en la más categórica
línea artiguista– que se atienda en primer lugar a los
sectores más humildes. El país tiene un millón de pobres,
una tercera parte de los cuales son menores de 12 años. A la
pérdida de las fuentes de trabajo ha seguido la pérdida de
la esperanza y la diáspora: el exilio económico está
integrado por decenas de miles de personas, especialmente
jóvenes, cada uno de los cuales es, en cierto modo –como
diría Seregni– "un desesperado de Uruguay".
La historia del país está en un recodo: el artículo 28 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos reconoce que "toda
persona tiene derecho a que se establezca un orden social e
internacional en que los derechos y libertades proclamados
en la Declaración se hagan plenamente efectivos". Cincuenta
y seis años de esta consagración manuscrita de todos los
derechos (libertades, derecho a la salud, a la vivienda, a
la seguridad social, a la educación, etcétera, etcétera) en
Uruguay, como en muchos países, estos derechos aparecen
desconocidos en gran medida. Pero es evidente el despertar
de los pueblos.
Cuando los partidos del gobierno (y el poder) no niegan las
raíces de la explotación y los privilegios, los derechos
humanos son desconocidos en su dimensión esencial.
EL ALBA DE LA
TRANSICIÓN
El Frente –liberado de compromisos con los
explotadores– es, por esto mismo, el alba de la transición.
Y los socialistas sentimos el deber de demostrar que somos
un Partido de leales: a la profundización de la democracia,
a las libertades, a los acuerdos elaborados por los
frentistas, y al recuerdo (que es un imperativo) de los que
forjaron, en algunos casos al precio de sus vidas, las
perspectivas que ya avizoramos.
Guillermo Chifflet
27 de octubre de 2004
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