Chile
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El
desempleo,
una
tragedia con responsables
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Algo encaja
mal, algo desentona en el Chile imaginario de quienes nos
gobiernan. Siempre dijeron que el crecimiento era la clave
de todo, pero las cifras son frías e indican que en nuestro
país se da la aparente paradoja de que crece a ritmos
acelerados y el desempleo sigue subiendo. La cesantía llegó
para quedarse y el "modelito" es incapaz de dar respuestas.
Un nuevo balde de
agua fría para las autoridades fue el último índice de
desempleo dado a conocer por el Instituto Nacional de
Estadísticas (INE), correspondiente al trimestre
septiembre-noviembre, que fue de 8,6%, lo que representa un
aumento de 0,5 puntos con respecto a igual período del año
anterior. Todo, en momentos que Chile registra un
crecimiento sobre el 6% y las exportaciones no paran de
marcar récord. La promesa de progreso que hicieron los
gurúes del modelo parece caerse a pedazos, y el desempleo es
un ejemplo de ello.
En total, el número
de desocupados en el último trimestre fue de 539.180, de los
cuales 310.020 son hombre y 229.160 mujeres. Asimismo, en la
Región Metropolitana el desempleo alcanzó a 9,1%; en tanto
que en la Quinta Región superó los dos dígitos, alcanzando
un 11,1%.
¿Por qué Chile
crece y a la vez aumenta el desempleo? Ante la sorpresa,
algunos han buscado respuestas más bien pintorescas, como la
del ministro secretario general de Gobierno, Francisco
Vidal, quien señaló que éste fenómeno era normal porque al
aumentar el crecimiento había más expectativas y, por tanto,
más gente buscando trabajo. Pintoresca, porque entonces uno
podría concluir que si crecemos menos o incluso si hay
crisis económica, el desempleo debería bajar y crecer en los
momentos de auge. Pintoresca además porque no da cuenta de
la incapacidad de nuestra economía para generar empleos a un
ritmo mayor al que la masa laboral activa que se integra al
mercado del trabajo, ni tampoco a un ritmo suficiente para
incorporar a quienes fueron despedidos.
Otros en tanto,
como centros de estudios de derecha, señalan que estas altas
tasas de crecimiento, junto a altas tasas de desempleo son
producto de la rigidez de nuestro mercado del trabajo, lo
que impide incorporar a los procesos productivos una mayor
cantidad mano de obra. Sin embargo, este planteamiento no se
hace cargo de que, según estudios del propio Banco Mundial,
Chile es uno de los países más desregulados en su mercado
laboral en el mundo, sin que ello tenga resultados concretos
en el empleo.
Las razones
ocultas
Otras explicaciones
no se muestran en el debate público, ésas que se explican el
fenómeno desde la perspectiva de una deficiencia estratégica
en nuestra estructura productiva, que se ha desarrollado a
partir de sectores que si bien generan crecimiento
económico, no crean empleos.
La columna
vertebral de la economía chilena es el sector exportador de
materias primas, siendo los principales exponentes de esto
el cobre y la celulosa, productos que por lo demás son los
responsables del importante superávit en balanza comercial
de Chile, que es la relación entre importaciones y
exportaciones. Esto, mientras que principalmente son los
sectores llamados no transables, o que no se comercian en
los mercados internacionales, los que mayoritariamente
generan empleo, como los servicios y la construcción; así
como otro sector se mantiene rezagado en la vorágine
exportadora y que es el gran responsable del empleo en Chile
-alrededor del 80%-, como son las pequeñas y medianas
empresas, que se ahogan por sus deudas y una demanda interna
que aún se mantiene contraída, lo que a su vez en gran
medida se explica por el alto desempleo.
Esta es la
estrategia a la que se encuentra amarrado Chile, más aun
después de los múltiples TLC -con particular importancia el
suscrito con EE.UU.-, la estrategia de ser meros vendedores
de commodities, que a la luz que los hechos más benefician a
la pequeña élite de los grandes exportadores que a la gran
mayoría de la población. Esta apuesta productiva, por lo
demás, no sólo no genera empleos sino que tiene otras
complicaciones adicionales, como su escaso concatenamiento
productivo o impacto en otros sectores económicos, a
diferencia de los productos manufacturados; asimismo, los
productos primarios tienen el gran inconveniente de estar
sujetos a los vaivenes de un mercado internacional de
precios altamente volátiles.
Pero lo más curioso
es que no existe voluntad de las autoridades para revertir
esta situación, por el contrario. Un ejemplo de lo anterior
son las prioridades en la política de apertura económica de
Chile. El grueso de los esfuerzos ha estado en llegar a
acuerdos con los principales centros económicos del mundo,
como la Unión Europea o EE.UU., en circunstancia que
nuestras exportaciones a estas zonas son fundamentalmente
materias primas -alrededor del 90%. Sin embargo, es de todos
conocido el desinterés por profundizar una integración
económica con los países de la región, en particular el
Mercosur, en circunstancias que el 70% de nuestras
exportaciones de manufacturas tienen como destino justamente
a Latinoamérica.
De hecho, el 85% de
nuestras exportaciones corresponde a recursos naturales con
escaso nivel de elaboración, lo que contrasta con la
realidad de otros países de la región, donde los productos
con mayor valor agregado tienen un mayor peso en su
estructura productiva y exportadora. Este es el caso, por
ejemplo, de Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, donde la
proporción promedio es que sólo un 50% de sus exportaciones
corresponde a materias primas.
Asimismo, sólo 10
productos son responsables del 75% de nuestras
exportaciones, que a su vez corresponden a 25 grandes
empresas -en su mayoría de capital foráneo- que corresponden
a apenas el 0,4% del total de empresas que operan en nuestro
país. Bien de pocos, mal de muchos. Una historia no por
largamente repetida, es menos brutal.
Otros instrumentos
que podría utilizar el gobierno para enfrentar el problema
se mantienen limitados por la ortodoxia neoliberal que rige
las decisiones en materia económica y los amarres propios
del TLC. Este es el caso, por ejemplo, del gasto fiscal, que
en la mayoría de los países del mundo se utiliza como un
instrumento contracíclico, es decir, un instrumento para
contrarrestar en este caso la caída de la demanda interna y
el empleo. Las tímidas propuestas gubernamentales de empleos
de emergencia han demostrado su fracaso en los últimos años,
pero apuestas más a fondo como un agresivo plan de obras
públicas no pueden realizarse por la regla de superávit
estructural asumido por el Ejecutivo, que limita fuertemente
el gasto público. Asimismo, posibilidades como potenciar a
las PYMES mediante una política discrecional en las compras
públicas, se mantienen amarradas por el compromiso suscrito
por Chile en sus TLC de tener "transparencia" en sus
compras, lo que obliga al final a tener que priorizar a las
grandes empresas, muchas de ellas extranjeras, que tienen
mejores condiciones para competir en licitaciones.
Por más que las
autoridades se resistan a asumirlo, hoy el alto desempleo en
Chile tomó características estructurales, es decir, que
aumenta en los momentos de crisis y se muestra resistente en
los momentos de crecimiento económico. O, en otras palabras,
un desempleo que en el Chile de hoy llegó para quedarse.
Iván Valdés Gutiérrez
Convenio La Insignia / Rel-UITA
7 de enero del 2005 |