Recientemente se celebró el día de la libertad
de expresión. Y este derecho fundamental no sólo tiene un poderoso
impacto en la democracia, sino también implicaciones en el desarrollo de
nuestro país. Digo esto porque la ausencia de una auténtica libertad de
expresión ha sido un factor muy importante que ha incidido en la hábil
instalación de un discurso oficial que nos indica que el crecimiento
económico es la fórmula para superar la pobreza y la desigualdad.
Insistentemente, autoridades, centros de estudios, medios de
comunicación y los llamados "expertos" enfatizan la necesidad de
aumentar el Producto Interno Bruto para lograr el ansiado desarrollo. Y
como la economía crece de acuerdo a su interacción con los mercados de
alto desarrollo, la urgencia de los Tratados de Libre Comercio con
países del norte también es un discurso recurrente. De esta manera, se
celebra con pomposos anuncios la firma de un TLC y sus negociadores se
transforman en personajes dignos de admiración.
Lo cierto, es que el crecimiento económico no
ha dado el resultado que nos han querido vender durante más de 30 años.
El desempleo no baja del 8%; esto, considerando los miles de empleos de
miseria. Sólo el 30% del empleo entra en la categoría de "decente",
según la OIT. Además, la desigualdad no ha disminuido. Hace 16 años, la
diferencia entre el 5% más rico de la población y el 5% más pobre era de
110, hoy es de 220; es decir, durante los gobiernos de la Concertación
la brecha se ha acrecentado. Sumemos a esta realidad que según el
Servicio de Impuestos Internos, el 80% de los chilenos ganaba hasta el
2003, mensualmente, menos de 350 mil pesos. La propia revista Capital,
que no se caracteriza por tener una línea editorial muy progresista,
informa en su Book de estadísticas que 9 de cada 10 chilenos
disponen al mes de un ingreso per capita inferior a los 220 mil pesos.
Sin embargo, estos análisis y datos quedan
excluidos de los medios de comunicación y el discurso oficial los omite.
Si aparece una voz que los denuncie, que se atreva a desafiar a los
tecnócratas que dominan el escenario mediático de las cifras y los
pronósticos económicos, simplemente es silenciada en breve tiempo. No
sólo eso, recibe calificativos tales como "terrorista", "francotirador",
"obsoleto", "enfermo mental". El derecho a la libertad de expresión
requiere no sólo poder expresar alguna crítica, sino también poder
hacerlo en igualdad de condiciones y en el marco del respeto a la
discrepancia.
En nuestro país sigue instalado en el
imaginario colectivo que el crecimiento económico debe ser el fin último
de los ciudadanos, del Gobierno y de las empresas. Esto sucede porque en
Chile no existe libertad de expresión, debido a la grotesca
concentración de los medios de comunicación y al nulo acceso a la
información pública, lo que es altamente funcional al acuerdo político
entre el Estado y las privadas, para legitimar el actual modelo
económico que se basa en la explotación abusiva de los recursos
naturales y de los trabajadores.
El ejercicio informado de la libertad de
expresión es necesario para que las visiones críticas a la actual
estrategia de desarrollo chileno sean escuchadas. La concentración, la
desigualdad, la devastación ambiental son advertidas por voces que
carecen de la presencia y de la fuerza que poseen quienes sostienen el
discurso oficial.
Marcel Claude (*)
Convenio La Insignia / Rel-UITA
11 de mayo de 2006