Ya está ampliamente demostrado. Según ha admitido el propio
Senado de Estados Unidos,
entre 1970 y 1974 la Agencia Central
de Inteligencia (CIA)
invirtió por lo menos 7 millones de
dólares para promover y justificar
el derrocamiento del presidente
constitucional de Chile,
Salvador Allende.
El hecho fue reconocido en 1975 por una comisión especial de
Estados Unidos que investigó
el tema. Dicho organismo -denominado
Comisión Church, por el
apellido del senador que lo
presidió-, redactó un informe sobre
la base de testimonios de diversos
funcionarios oficiales
estadounidenses y agentes de la
CIA. De acuerdo a ese documento,
partidos políticos, grupos y medios
de comunicación chilenos recibieron
cuantiosas sumas de dinero.
Al referirse a las elecciones de 1970, la Comisión hace
mención a una campaña de descrédito
para evitar que Allende
ganara las elecciones de ese año.
Funcionarios de la CIA se reunieron varias veces, en julio,
con funcionarios de la Internacional
Telegraf and Telephone (ITT).
La CIA rechazó una propuesta
de la ITT de servir de correo
para hacerle llegar fondos a
Jorge Alessandri -ex presidente
y candidato de la derecha-, pero
asesoró sobre la forma de hacerlo.
Unos 500.000 dólares de la ITT fueron transferidos a
Alessandri: 250.000 para su
propia campaña y otro tanto para el
Partido Nacional. Otros 350.000,
aproximadamente, fueron aportados
por otras empresas estadounidenses.
El informe describe, además, el financiamiento proporcionado
a grupos golpistas a mediados de
1973. El 20 de agosto, el Comité 40,
de la CIA, aprobó una
propuesta que otorgó un millón de
dólares a los partidos de oposición
y a grupos del sector privado; la
entrega de fondos estaba sujeta a la
aprobación del embajador en Chile,
Nathaniel Davis, y del
Departamento de Estado.
Nada de esos fondos pasó al sector privado con anterioridad
al golpe militar, acaecido tres
semanas después. Por entonces eran
muchas las interconexiones entre los
partidos políticos apoyados por la
CIA, los gremios militantes y
los grupos paramilitares, el más
notorio de los cuales era “Patria y
Libertad” (formado después de la
elección de Allende, el 4 de
septiembre, durante el “Track II”,
plan estadounidense para promover el
golpe de Estado.
La CIA suministró 38.000 dólares a
través de un tercero a “Patria y
Libertad”, con el objetivo de crear
tensiones y como posible pretexto
para la intervención de los
militares chilenos.
La Comisión Church informó que la CIA invirtió grandes sumas en
propaganda y apoyo a los medios de
oposición al presidente Allende.
Destinó un millón y medio de dólares
para apoyar a “El Mercurio”,
principal periódico del país y el
más importante en la propaganda
contra Allende. Según
documentos de la CIA, esas
gestiones desempeñaron un papel
significativo en la preparación del
escenario para el golpe militar del
11 de septiembre de 1973.
De esos informes surge también que “el principal proyecto de
propaganda de la CIA financió
un variado surtido de actividades,
que incluyó varias revistas de
circulación nacional y un buen
número de libros y estudios
especiales, así como materiales de
la agencia para no incluir cierta
información”. Se ocultó, por
ejemplo, que “en 1971 la CIA
comenzó a elaborar un programa de
desinformación y propaganda para
estimular a grupos militares
golpistas a moverse fuerte y
unificadamente contra el gobierno”.
Además, el material censurado incluía información sobre un
esfuerzo a largo plazo para
recolectar información operacional
que sería necesaria para un golpe
militar, tal como la obtención
ilícita de planes para el caso de un
levantamiento militar.
En 1971, Henry Kissinger y Richard Nixon
autorizaron 3,5 millones de dólares
para las intervenciones de la CIA
en Chile.
La Comisión Church informó que la intervención estadounidense en Chile
se mantuvo después del golpe con la
finalidad de promover una buena
imagen interna y externa de la Junta
de Gobierno, presidida por
Pinochet. Colaboradores de la
CIA participaron en la
preparación de un documento sobre un
plan económico general que luego
sirvió de base para las decisiones
económicas más importantes de la
Junta.
El documento del Senado estadounidense destaca que una vez
inaugurado el régimen de
Pinochet, Estados Unidos
mantuvo el acceso a ciertos medios
de comunicación para que la CIA
ayudara a conseguir apoyo público al
nuevo gobierno a partir de presiones
ejercidas desde los medios. Se
trataba de presentar a la Junta con
la luz más favorable posible y de
colaborar con periodistas
extranjeros en la obtención de datos
sobre la situación local.
Además, dos colaboradores de la CIA ayudaron a la
Junta en la preparación de un Libro
Blanco sobre el cambio de gobierno
en Chile. Se buscaba
-mediante ese libro- justificar el
derrocamiento del presidente
Allende y, con ese objetivo, fue
distribuido ampliamente en
Washington y otras capitales
extranjeras.
La historia de las intervenciones encubiertas o públicas de
Estados Unidos en la política
interna de los países de América
Latina merece ser revisada
detalladamente. El día de reclamarle
verdad, justicia y reparación
histórica debe llegar más temprano
que tarde.