China
como proyecto ilusionante |
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Adam Smith afirmó en
1776 que China era un país más rico que todos los de Europa
juntos. Tras dos siglos de explotación, el antiguo Imperio
del Centro recupera el lugar que le corresponde en el siglo
XXI
La emergencia de la China del siglo XXI como superpotencia
mundial se convierte en un reto ineludible para las demás
naciones, que no pueden seguir desconociendo cómo hablan,
cómo piensan y cómo imaginan su pasado, su presente y su
futuro los ciudadanos de China. Así aborda el profesor
Manuel Ollé, en Made in China su apasionante viaje hacia la
comprensión de la China actual superando prejuicios y
estereotipos sin fundamento. Se trata de otro mundo, de otra
mentalidad y de otra concepción de la vida apoyada en más de
cuatro mil años de continuidad y de transformación histórica
y cultural. Es preciso echar un vistazo sobre la China
actual y analizar algunas de esas claves históricas,
culturales y sociales que podrán arrojar luz sobre esa
realidad impresionante e imparable de una de las mayores
culturas de la historia y que sólo mediante su comprensión
podremos transformar en compañera de viaje en lugar de
contemplarla como temible enemigo que dominará la escena
mundial en menos de una década.
El mundo occidental parece despertarse de un sueño de
ensimismamiento sin haber sabido interpretar las señales
incesantes que enviaba el antiguo Imperio del Centro, harto
de las humillaciones increíbles y de la explotación
despiadada a la que las potencias europeas y EEUU la
sometieron desde el siglo XIX. Ahora se abren nuestros más
importantes diarios para reconocer los peligros de nuestra
ignorancia y prepotencia culpables. Que la economía china
era, por tamaño, una de las más importantes del mundo, no
precisaba de confirmación estadística, afirman. Su entrada
en 2001 en la Organización Mundial del Comercia nos ha hecho
descubrir de golpe que China se está convirtiendo en la
fábrica del mundo. Esto ha ocurrido de forma traumática para
ciertos sectores económicos europeos que no habían sabido
adaptar a tiempo sus estructuras y vivían el sueño
prolongado de un eurocentrismo gloriosamente fenecido.
Olvidamos que la China emergente del siglo XXI retorna a la
centralidad económica que ocupaba a principios del XIX
cuando era la primera potencia manufacturera del mundo desde
hacía nueve siglos. La ignorancia de la historia nos obliga
a repetirla, sostienen los chinos con una leve sonrisa.
Olvidamos que en 1776, Adam Smith había afirmado que China
era un país más rico que todos los de Europa juntos, “hasta
que la revolución industrial la desplazó empobreciéndola,
arruinándola y desindustrializándola gracias a unas formas
de comercio de reglas impuestas: el libre comercio colonial
obligaba a las colonias a abrir unilateralmente sus
fronteras a los productos europeos sin contrapartidas de
ningún tipo”, como demuestra el profesor de Estudios de Asia
Oriental. La revisión que han hecho las autoridades del
gigante asiático de la estimación de su PIB en 2004, la
sitúa con Hong Kong en el cuarto lugar mundial, desplazando
al Reino Unido, Francia e Italia y sólo por detrás de
Estados Unidos, Japón y Alemania. Hasta ahora, se sostenía
que tardaría más de una década en alcanzar esa posición de
fuerza.
A partir de 1978 su economía empezó a crecer a un ritmo de
un 9% que ha mantenido hasta la fecha y que le permitirá
situarse en segundo lugar, e incluso desbancar antes de 2050
a EEUU. Y todo esto a pesar de que Pekín reconoce que cien
millones de sus 1.300 millones de habitantes viven en la
pobreza, pero China es el único país de la historia que en
menos de dos décadas ha sacado de la pobreza a más de 300
millones de habitantes. Nuestros parámetros no sirven para
comprender la realidad de esa potencia colosal emergente.
China se ha convertido en la mayor importadora de petróleo,
hierro, cinc, cemento y de otras materias primas, así como
de las tecnologías más sofisticadas que la convertirán en la
segunda gran locomotora de la economía mundial, junto a EE
UU.
Los periódicos resaltan que esta misma semana se ha conocido
que en 2004 superó a EE UU como principal exportador mundial
de bienes de tecnologías de la información y de la
comunicación. Era el secreto de Polichinela que sus reservas
internacionales están entre las mayores del mundo y que a
finales de 2006 superarán el billón de dólares. Tampoco es
un secreto que la ingente posesión de títulos del Tesoro
estadounidense “ha convertido a su economía en una de las
principales financiadoras del déficit presupuestario de EE
UU, a la vez que en importante factor de estabilización
financiera global”.
Sólo cuando se ha llegado a percibir su crecimiento como una
potencial amenaza para el resto del mundo, se tiende la mano
para establecer puentes que permitan el diálogo constructivo
en lugar de la confrontación suicida. Para empezar,
reconocer que ya pertenece de pleno derecho al exclusivo
club del G-7 que pretende poner un cierto orden en la
globalización existente. Ojalá, pueda el gran Imperio del
Norte hacernos comprender la magnífica ocasión de
enriquecernos con todo lo fascinante y útil para el hombre
contemporáneo que aporta la corriente civilizadora que
empuja hacia delante a la China, que está, como sostiene
Manuel Ollé, mucho más cerca de lo que nunca habríamos
llegado a imaginar.
José Carlos García Fajardo*
CCS- España
28 de diciembre de 2005
* Profesor de Pensamiento Político (UCM)
y Director del CCS
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