Estados
Unidos
La compasión también es política |
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Los medios hegemónicos
de Estados Unidos han dedicado amplio espacio a describir
las emociones de Colin Powell durante su visita a la zona
afectada por el tsunami del 26 de diciembre en Asia.
"Agobiado" fue el adjetivo más utilizado por la prensa.
Fotos y videos mostraban el rostro preocupado de Powell. No
es para menos: casi 200.000 muertos, miles de desaparecidos
y un millón de desplazados; infraestructura destruida en
varios países y la industria turística de la región
fuertemente dañada, seguramente por años.
El tsunami parece haber dado a la casa Blanca una magnífica
oportunidad para mejorar su imagen ante el mundo y demostrar
compasión. Mientras en Estados Unidos crecen las críticas
por la invasión a Irak debido al aumento de soldados muertos
y por la carencia de una estrategia clara, lo que demuestra
la arrogancia de los promotores de la invasión, quienes
pensaron que sería una tarea de apenas unos días y que los
iraquíes recibirían a los invasores como verdaderos
"salvadores". Las críticas del resto del mundo llegaron
mucho antes de la acción militar, pero Washington no quiso
escuchar.
El aparato militar estadounidense aprendió muy bien una
lección básica de Vietnam, cuando la opinión pública forzó a
los políticos a cuestionar una que costó más de 50.000 vidas
estadounidenses y terminó con la derrota militar de la única
potencia mundial. Esta lección está relacionada con una
agresiva campaña de "educación" del público antes de toda
acción militar, con la ayuda voluntaria -y deseosa- de los
medios hegemónicos.
Por ejemplo, George Bush padre invadió Panamá en diciembre
de 1989 para arrestar al dirigente máximo de ese país, el
general Manuel Noriega. La campaña de prensa preparada por
la Casa Blanca dio los resultados esperados y la gran
mayoría de la opinión pública estadounidense apoyó dicha
invasión. El argumento principal: Noriega representaba un
peligro para la salud de la juventud de EEUU debido a su
participación en el narcotráfico. Obviamente, casi 15 años
después de dicha invasión, que concluyó con la detención de
Noriega y su condena a 40 años de cárcel en Florida, el
tráfico y consumo de drogas no han disminuido en Estados
Unidos.
Años antes, el ex presidente Ronald Reagan, de quien George
Bush fue vicepresidente (de 1980 a 1988), argumentó que la
llegada de los sandinistas al poder en Nicaragua, a
comienzos de los 80, era una amenaza para la seguridad de
Estados Unidos. Por lo tanto lanzó una gigantesca operación
militar "indirecta" consistente en atacar a ese pequeño país
por medio de terceros, mercenarios y nicaragüenses
opositores. La opinión pública estadounidense aceptó el
argumento y apoyó la acción militar que costó más 30.000
vidas y agudizó perversamente la pobreza de Nicaragua.
Asimismo, la invasión a Irak de 2003 se realizó después de
una paciente tarea de "lavado de cerebro" público,
utilizando argumentos ya conocidos, como el peligro que
supuestamente representaba ese país y su presidente para la
seguridad del país. Como en los casos anteriores, las
excusas nunca pudieron probarse; pero lograron el objetivo
deseado.
Sin embargo, la campaña publicitaria de Washington para
lograr apoyo a la invasión a Irak no logró engañar a la
mayoría de la opinión pública mundial. La presión
internacional y el fracaso del plan inicial de ocupación
militar, que preveía un fácil triunfo, está creando
problemas al gobierno de George Bush Jr. La credibilidad
mundial del gobierno estadounidense es inexistente. Y de
pronto, la tragedia del tsunami sirve para mejorar dicha
credibilidad.
Aunque la oferta inicial de ayuda de Estados Unidos para
Asia fue muy escasa y mereció las críticas de las
autoridades de Naciones Unidas, el gobierno la aumentó
considerablemente a los pocos días. Es más, Washington
anunció a bombo y platillo la visita de Colin Powell y de
Jeb Bush, hermano del presidente, a la zona. Después, una
sucesión de fotografías y videos han mostrado constantemente
esa visita y la llegada de la ayuda estadounidense.
El pueblo de Estados Unidos ha demostrado ser generoso en
más de una oportunidad, y la ayuda a las víctimas del
Tsunami es imprescindible. Sin embargo, el exhibicionismo
del gobierno parece más bien una campaña de marketing ante
el desastre en Irak y su indiferencia frente a las críticas
mundiales. En efecto, cabe preguntarse por qué el señor
Powell no muestra la misma angustia ante los casi 100.000
civiles iraquíes muertos a menos de sus soldados, o por la
devastación de ciudades iraquíes, arrasadas
intencionalmente, y cuyas imágenes se asemejan a los
poblados destruidos por el tsunami en Asia.
Al parecer, la diferencia estriba en que el desastre de Asia
se debe a un fenómeno natural, mientras que el de Irak fue
provocado por una desmesurada ambición imperial.
Eduardo Stanley
Convenio La Insignia / Rel-UITA
10 de enero del 2005
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