La conversión de la siniestra Escuela de Mecánica de la
Armada de Buenos Aires en un Museo de la Memoria, las
diferencias entre los gobiernos de Argentina, por un lado, y
de Brasil y Uruguay por otro, sobre la actitud a tomar ante
los violadores a los derechos humanos en las pasadas
dictaduras, el estado de las democracias en el Cono Sur,
fueron algunos de los temas de este diálogo con Jair
Krischke. La entrevista tuvo lugar luego que se cumpliera,
el 25 de marzo, el 25 aniversario del surgimiento del
Movimiento de Justicia y Derechos Humanos, del cual Krischke
fue fundador y presidente.
“El engaño y la complicidad
de los genocidas que están sueltos
el indulto y el punto final
a las bestias de aquel infierno
todo está guardado en la memoria
sueño de la vida y de la historia”
(León Gieco)
-¿Cómo viviste el reciente acto en la ex Escuela Militar de
la Armada de Buenos Aires?
-Con mucha emoción. Allí estuvo el presidente de la
República, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, pero me
enteré también que muchas personas que fueron privadas de su
libertad y fueron ferozmente torturadas en ese lugar
terrorífico volvieron a ese local que constituye una afrenta
para la humanidad en su conjunto. Pensé en esa gente, en sus
sentimientos encontrados, en su lucha. También en todos
aquellos que por allí pasaron y ya no están.
En un momento se pensó en demoler la Esma,
pretendiendo borrar de la memoria los hechos tan infames que
allí acontecieron. El presidente de la República Néstor
Kirchner demostró su sensibilidad, no sólo al dejar sin
efecto la demolición sino al convertir ese nefasto local en
un museo del horror. Ello es muy importante por las
víctimas, pero su significación mayor estriba en que las
futuras generaciones sepan qué pasó allí y en el país a
partir del golpe militar de 1976, y quiénes fueron los
responsables. Un pueblo con memoria impedirá que otros
genocidas intenten repetir ese infierno.
Los uruguayos y nosotros los brasileños no hemos
logrado aún lo que los argentinos están conquistando. En
Uruguay y en Brasil no se recuperó ninguno de los tantos
locales que fueron utilizados para torturar y asesinar a
tanta gente. Por aquí la memoria ha sido proscripta.
Sentimos una gran envidia por lo que pasa en la
Argentina, y en esto me arriesgo a hablar también en nombre
de los uruguayos. Argentina logró tener un presidente con el
coraje de hacer lo que está haciendo. Que tuvo la valentía
de pedir perdón en nombre del Estado en ese acto de la Esma.
Ni en Brasil ni en Uruguay logramos algo así, que un
presidente pida perdón a nuestros pueblos. Y hace falta.
Tener un local como museo de la barbarie, de la
bestialidad humana que representaron estas dictaduras,
también es necesario. Los argentinos lo tienen, y está muy
bien.
En Brasil y en Uruguay los gobiernos defienden a los
militares que perpetraron los actos genocidas y a los
civiles que colaboraron con ellos. Deberían estar en la
cárcel, pero el Estado los protege. Entonces me pregunto:
¿qué democracia es esta, qué Estado es este?
-En Uruguay a los militares torturadores no sólo se los
defiende, también se los promueve.
-En Brasil sucede lo mismo: gente que estuvo
involucrada en actos de tortura no sólo no ha tenido una
reprimenda de parte del Estado, sino que los han ascendido a
cargos importantes. Esto es insoportable.
-¿Cuántos argentinos pasaron por Porto Alegre, donde vuestro
Movimiento tiene su sede, en aquellos años de tanta
represión?
-Muchísimos. Porto Alegre es la ciudad más importante
del sur de Brasil y la más cercana a las grandes urbes
argentinas. Algunos se quedaron aquí, y otros se fueron a
São Paulo y desde allí a otros países.
En otros casos ayudamos logísticamente a sacar
compañeras y compañeros de la Argentina y aquí los tuvimos,
o los ayudamos a exiliarse en otros países. Una de las
últimas veces en que logramos traer una compañera a Porto
Alegre ocurrió en plena guerra de las Malvinas, el día en
que los ingleses hundieron al buque General Belgrano. Ese
día ingresamos a la Argentina regresando con una compañera y
su hijo, que había nacido prematuramente en la prisión a
causa de la tortura.
-¿La dictadura militar argentina fue la más salvaje de la
región?
-Sin lugar a dudas. Fue la más atroz, causó treinta
mil desaparecidos. Esto es una herida muy honda que todavía
sangra.
-Juan Cabandié, el último nieto recuperado por las Abuelas
de Plaza de Mayo, habló en el acto de la Esma. Él nació en
ese local, y su madre continúa desaparecida.
-Esto, el robo de niños, demuestra el nivel de
atrocidad alcanzada. El mundo civilizado no dispone de una
forma civilizada de castigar a estos genocidas. Juan ha
recuperado su identidad civil, ¿pero cuánto tiempo le
llevará recuperar su verdadera identidad psicológica y
afectiva? ¿Cómo recuperará todos esos años en que no sabía
quién era? Esto, otra vez, me lleva a preguntar qué tipo de
castigo hay para estos señores.
Gracias al enorme esfuerzo de las Abuelas de Plaza de
Mayo se encontraron 77 chicos, ¿pero cuántos todavía no
fueron ni serán encontrados?
-Te cuento que en estos días, donde se recordó el terror que
vivió nuestra región y el gobierno de los Estados Unidos se
autodesigna como paladín en la lucha contra el terrorismo,
recordé a un terrorista made in USA: Dan Mitrione.
-¡Uno de los tantos! Dan Mitrione estuvo en Brasil,
donde fue instructor de torturas en el Estado de Minas
Gerais y en Rio de Janeiro. Luego pasó por acá por Rio
Grande do Sul, donde la policía le regaló un reloj de oro
por los servicios prestados y fue al Uruguay, donde los
tupamaros lo mataron en 1970.
Dan Anthony Mitrione decía: la tortura "es un arte,
más que una técnica: el dolor preciso, en el lugar preciso,
en la medida precisa". Frank Sinatra y Jerry Lewis
realizaron un show en beneficio de su familia. Mira qué
cosa.
Pero ahora nos enteramos que la CIA continúa con sus
andanzas por Brasil. Un ex funcionario brasileño declaró
públicamente que el gobierno norteamericano paga a los
oficiales de la Policía Federal por hacer determinados
trabajos. Contó además que hasta pincharon los teléfonos del
presidente de la república (risas). El tipo es un portugués
nacionalizado norteamericano y era jefe en Brasil en la CIA.
Se terminó la dictadura pero las cosas no cambiaron
mucho. Los demonios vinieron del Norte y lo siguen haciendo.
Estados Unidos está muy alarmado por otras expresiones
terroristas también condenables, pero quienes estimularon el
terrorismo de Estado por estas y otras playas fueron ellos
mismos.
-¿Cómo evalúas nuestras democracias?
-Mal, las cosas están muy mal. Ayer una joven
periodista me preguntaba qué cambió con la democracia en
Brasil en términos sociales y económicos. Y yo respondí que
hoy la juventud debe preguntar qué mierda de democracia es
esta que cada día que pasa lo torna a uno más pobre, con
menos oportunidades de ascender en la vida, de educarse, de
acceder a un trabajo decente.
Antes decíamos que con la democracia terminarían todas
las injusticias, y la verdad es que estamos cada vez peor.
Ahora los pobres de nuestra Latinoamérica son miserables, es
algo terrible.
Luchamos tanto por la democracia pero, ¿para esto...?
No, estoy seguro que no. La democracia es un sistema de
gobierno que debe brindar a todos condiciones de vida digna,
que la gente pueda ejercer el primer artículo de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos: es decir su
derecho a la vida. ¿Pero qué tipo de vida? Una vida digna,
que uno pueda tener todas sus necesidades satisfechas:
contar con trabajo, educación, vivienda, y no vivir
hambriento por las calles, sin futuro, sin perspectivas,
desilusionado con todo.
Me preocupa muchísimo toda esta situación, así como
que algunos piensen que la solución sea, nuevamente, una
dictadura militar.