En una nota de Junge Welt para “Rebelión” se plantea
una interrogante fundamental: ¿tenía
el presidente georgiano Michail
Sakasjwili “luz verde” de
Washington cuando dio la orden a
sus Fuerzas Armadas de atacar
Osetia del Sur?
La respuesta es un rotundo sí, y sólo puede discutirse por
qué causa el gobierno estadounidense
decidió esta vez soltarle la correa
al perro, cuando en el pasado
siempre le había contenido.
La reconquista de Osetia del Sur
y de Abjasia es “el objetivo
de mi vida”, había comunicado
Saakasjwili en noviembre de
2003, antes de su imposición como
Presidente a finales de enero del
2004, gracias a una subversión
apoyada por Estados Unidos.
“Haremos lo máximo posible para que
la próxima fiesta nacional también
se pueda celebrar en Sujumi,
la capital de Absajia”. Esto
hubiera sido normal en enero de
2009; sin embargo, entre tanto hubo
elecciones.
En su discurso de toma de posesión
Saakasjwili habló de la
necesidad de construir un ejército
poderoso, “para volver a rehacer la
unidad de Georgia”. El 25 de
mayo de 2004 se realizó allí el
mayor desfile militar de la historia
del país, y Saakasjwili dijo:
“Si se pregunta a cualquier soldado
georgiano por qué sirve en el
Ejército, todos contestarán: para
reconstruir la integridad
territorial de Georgia”.
¿Podía ser esto un malentendido? La
cúpula georgiana pasó pronto a los
hechos: tras enfrentamientos
militares de varios días en
Osetia del Sur, en la madrugada
del 19 de agosto de 2004, tropas de
elite georgianas asaltaron varias
colinas estratégicamente importantes
en las inmediaciones de la capital
Tsjinwali. Todos los
observadores competentes estuvieron
de acuerdo en que era el preludio de
un ataque mayor. Sin embargo, en un
giro sorprendente de los
acontecimientos y sin declaración
oficial, los soldados georgianos
desocuparon pocas horas después las
posiciones conquistadas. Las
suposiciones que se hicieron
entonces referían a que el gobierno
estadounidense había intervenido por
medio de su poderoso embajador en
Tbilisi.
El veto estadounidense también
intentaba evitar una escalada bélica
en septiembre de 2006. En aquel
entonces, el ministro de Defensa
Irakli Okruaschwili, un “loco
atrevido” no muy responsable de sus
actos, había tenido que aterrizar de
emergencia con su helicóptero en
territorio de Osetia del Sur,
después de haber sobrevolado
provocadoramente sobre Tsjinwali.
“Todos deberían entender que los
impulsos de esos bandidos van a
terminarse de una vez por todas muy
pronto”, amenazó a continuación
Okruaschwili quien informó,
además, que próximamente dirigiría
personalmente “una expedición de
castigo”.
En el verano del 2007 alardeaba que
se bebería el próximo champán de Año
Nuevo en la capital surosetia. En
lugar de eso cayó en desgracia con
Saakasjwili, fue incluso
enviado temporalmente a una cárcel
georgiana y vive en la actualidad
exiliado en Francia.
El primer indicio de que el gobierno
georgiano tiene ahora la bendición
de Washington para su
agresión a Osetia del Sur fue
la actitud del congresista
estadounidense Zalmay
Khalilzad, antiguo representante
estadounidense en Kabul, en
el Consejo de Seguridad de la ONU:
en la reunión especial nocturna
convocada precipitadamente después
del comienzo del ataque georgiano,
bloqueó cada toma de posición
conjunta para la renuncia a la
violencia. Hasta el momento no ha
llegado desde Washington ni
una sola palabra de crítica al
proceder de Saakasjwilis.
Observadores expertos en Moscú,
se habían preparado para un peor
desarrollo del conflicto, después
que la secretaria de Estado
Condoleezza Rice se hubiera
encontrado con Dimitri
Sanakojew, el “Presidente de
Osetia del Sur” nombrado por el
gobierno georgiano. Hasta ese
momento había, entre Estados
Unidos y la Unión Europea,
unidad para ignorar a esta figura
creada para las provocaciones y las
aventuras militares.
Pocos días después de la visita de
la secretaria de Estado, en la que
supuestamente también se hablaría
sobre la inminente agresión,
comenzaron en la base de Vaziani,
cerca de Tbilisi, maniobras
conjuntas con el nombre de
“Respuesta Inmediata” en las cuales,
junto a 600 georgianos y pequeños
grupos de oficiales de Ucrania,
Azerbaiján y Armenia,
participó un contingente de 1.000
soldados estadounidenses con
diferente armamento. Los ejercicios
duraron del 17 al 31 de julio. Un
día después de terminar, en la noche
del 1 al 2 se agosto, comenzaron las
provocaciones militares de las
fuerzas armadas georgianas en los
alrededores de Tsjinwali.
Cuando Saakasjwili dio la
orden de atacar en la noche del 7 de
agosto, se encontraban todavía en
Georgia parte de las tropas
estadounidenses que participaron en
las maniobras, aunque por lo visto
ya no estaban en la base de Vaziani,
que fue atacada por aviones de
guerra rusos.
Igualmente había en Georgia
127 instructores militares
estadounidenses, entre ellos 35
empleados de “empresas privadas de
seguridad”. El gobierno
estadounidense había empezado ya en
abril de 2002 con el predecesor de
Saakasjwilis, Eduard
Shevardnadze, a entrenar
unidades de elite del Ejército
georgiano y a equiparlos con las
armas más modernas. Con un costo de
65 millones de dólares, este
programa representaba por aquel
entonces un tipo de proyecto piloto
con una dimensión sin precedentes,
en el campo de la antigua Unión
Soviética. Oficialmente terminó
en 2004, pero continuó bajo otros
nombres. Además, se unieron
instructores de Gran Bretaña
y un número desconocido de militares
y “asesores de seguridad” de
Israel.
Lo que ya no ofrece la menor duda es que el ataque georgiano
contra Osetia del Sur estaba
acordado con Estados Unidos.