Algo se mueve contra
el totalitarismo neoliberal |
En
Barcelona, se reunieron tres ex presidentes de Gobierno
socialdemócratas, el portugués Guterres, el francés Jospin y
el español Felipe González. Coincidieron en el fracaso del
Consenso de Washington y pidieron la reforma de las
entidades económicas internacionales para acabar con “las
demoledoras consecuencias sociales de la política
neoliberal”. Concluyeron también que era prioritario
reorientar el Fondo Monetario Internacional, establecer un
impuesto para financiar la reducción de la desigualdad,
regular los mercados financieros e
imponer una tasa sobre los movimientos especulativos de
capital.
El último censo federal en EEUU
da como resultado el incremento de los
ciudadanos que han traspasado el umbral de la
pobreza hacia abajo por tercer año consecutivo:
casi un 13%, cerca de 36 millones sobre 290,
tanto como la población de Argentina. Según la
ONU, de tantos pobres, tres millones y medio
viven en la calle y, de ésos, un millón son
niños. En la UE, los indigentes que viven en la
calle son tres millones y los pobres pueden
llegar al 15% de la población.
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Las conclusiones de los ex presidentes son tanto
más notables cuanto dos de ellos, González y Guterres,
aplicaron políticas del funesto Consenso de Washington. El
informe anual sobre inversiones en el mundo del Banco
Mundial (BM) insiste en alguno de los errores de los últimos
años, como pedir a los gobiernos reducir riesgos normativos,
eufemismo de desregulación, es decir, ausencia o reducción
de normas de control, en este caso de inversión extranjera.
La desregulación ha convertido el mundo económico en una
jungla, con nefastas consecuencias para los ciudadanos, pero
el BM se empeña en su desacierto. Incluso su vicepresidente
para desarrollo privado, Michael Klein, se preguntaba en la
presentación del informe si había otras recetas que las
neoliberales, confirmando así el carácter de dogma
totalitario de la irracional doctrina económica aplicada por
el BM. No obstante, ese mismo informe reconocía que la
política industrial y la intervención gubernamental son
cruciales para las economías nacionales, cuando hasta ayer
se consideraba que la intervención de los gobiernos en
economía era herejía y que la mejor política industrial era
la inexistente.
Por eso algo se mueve en la política económica
mundial, aunque persistan graves errores neoliberales de
infaustas consecuencias. Como muestra vale la propuesta de
los democristianos alemanes del CDU para su cercano
congreso. No escarmentados con el rechazo ciudadano a los
recortes sociales de su rival político, el pretendidamente
socialdemócrata Schröeder, los democristianos planean más
cercenaduras, tales como reducción de la protección contra
el despido, despido libre en determinadas ocasiones e
incremento de la jornada laboral (en algunas ocasiones hasta
73 horas semanales), sin el correspondiente aumento
salarial. La unánime postura de los grandes partidos
alemanes de hacer desaparecer el estado de cierta justicia
social ha tenido respuestas contundentes. Por un lado, la
mayoritaria opinión de los ciudadanos de los estados de la
desaparecida República Democrática Alemana que recuerdan con
añoranza el sistema de antes y, por otro, el castigo
electoral en las regiones de Sajonia y Brandeburgo, que ha
supuesto el descenso del democristiano CDU y del SPD de
Schröeder en beneficio de la extrema derecha neonazi que, en
Sajonia ha conseguido entrar en el parlamento regional y en
Brandeburgo, permanecer. Una encuesta de la televisión
pública alemana indica que el 86% de votantes del nazi
partido Nacional Alemán lo hicieron para castigar a los
grandes partidos.
Más signos de los tiempos del fracaso neoliberal.
El último censo federal en EEUU da como resultado el
incremento de los ciudadanos que han traspasado el umbral de
la pobreza hacia abajo por tercer año consecutivo: casi un
13%, cerca de 36 millones sobre 290, tanto como la población
de Argentina. Según la ONU, de tantos pobres, tres millones
y medio viven en la calle y, de ésos, un millón son niños.
En la UE, los indigentes que viven en la calle son tres
millones y los pobres pueden llegar al 15% de la población.
A la vista de tales datos, el emperramiento
neoliberal sólo se explica por talantes y actitudes como los
retratados en la película de John Huston, Cayo Largo. En un
hotel de los cayos de Florida coinciden, entre otros
personajes, un soldado, que vuelve de Europa tras la guerra
mundial, y Johny Rocco, un gángster deportado que ha
regresado clandestinamente. El soldado pregunta
retóricamente “¿qué quiere Rocco?” Y se responde él mismo:
“Quiere más”. Rocco lo confirma: “Eso es, quiero más”. Y el
soldado pregunta de nuevo: “¿Alguna vez Rocco tendrá
bastante?” Y Rocco contesta: “Nunca tengo bastante”.
Eso es lo que le pasa al capitalismo neoliberal.
Su único objetivo es tener más y nunca tiene bastante. Sin
mirar las consecuencias. Alguien tan poco sospechoso como el
Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, ha escrito que el efecto
neto de las políticas estipuladas por el Consenso de
Washington ha sido favorecer a la minoría a expensas de la
mayoría, a los ricos a expensas de los pobres. Y añade poco
después que ha llegado el momento de cambiar algunas reglas
del orden económico internacional.
Que así sea.
Xavier Caño
CCS.
Convenio La Insignia / Rel-UITA
12 de octubre de 2004
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