Argentina
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Crisis olvidada, no superada |
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En diciembre de 2001
Argentina sufrió una crisis económica, social y política sin
precedentes. Con facilidad nos vienen a la memoria las
imágenes de los argentinos arremolinados en torno a los
bancos intentado retirar los ahorros de toda una vida; miles
de negocios colgaban en sus puertas los carteles de cierre;
y los gobiernos se sucedían en periodos de incluso días
Ahora han pasado los años, tres, no más, y ese ayer tan
presente se ha convertido en un pasado lejano. Parece que
una crisis de tal calibre se resuelve en tan sólo unos meses
pero las cifras y las estadísticas presentadas demuestran
todo lo contrario: según el Instituto Nacional de
Estadística y Censos (INDEC), el 42,8 por ciento de los
argentinos con empleo o en condiciones de trabajar tiene
ingresos inferiores a 115 dólares mensuales, cantidad
insuficiente para comprar los alimentos básicos.
Efectos
devastadores
Aún con el ingreso de dos miembros de la unidad familiar,
esas familias no podrían superar la franja de la pobreza,
situada en torno a los 257 dólares por mes. Aparte del más
que difícil acceso a los alimentos, cubrir las necesidades
más básicas como el transporte o la ropa se convierte en una
auténtica quimera.
Según el INDEC, a partir de enero de 2002 los precios de los
alimentos básicos crecieron en torno al 80 por ciento
mientras que los de la ropa y el calzado aumentaron un 87
por ciento, ascensos que contrastan con el 31,7 por ciento
del aumento de los salarios. Según otro informe del
Instituto para el Desarrollo Social, los argentinos podrán
recuperar los salarios del año 1998 en siete años, mientras
que para los hogares pobres con al menos un trabajador entre
sus miembros, para poder alcanzar la canasta básica
familiar, se requerirán veinte años.
Con todos estos datos resulta evidente que en diciembre de
2001 comenzó la crisis... y que perdura hasta ahora. Como en
todas estas situaciones, el argentino medio, el tipo de a
pie, fue, y sigue siendo, el más afectado. Los bienes
públicos como la salud, la educación o la previsión social
perdieron por completo su eficacia. Sin embargo, las elites
dirigentes y las clases sociales más ricas no sufrieron los
efectos ya que sus capitales se encontraban fuera del país.
En ningún momento tuvieron problemas para retirar sus
ahorros e inversiones.
Por desgracia, en algunos campos como puede ser la salud, no
se prevén cambios sustanciales. Los fondos del Presupuesto
Nacional apenas han aumentado, por lo que los argentinos
continuarán padeciendo las mismas carencias sanitarias desde
que comenzó la crisis. Y así, en la mayoría de los servicios
más básicos.
Las víctimas se
repiten
Y como siempre cuando acaece un problema de estas
características, los hogares más pobres son los más
perjudicados. Y dentro de estos, los niños. Se estima que el
74 por ciento de los niños de entre cero y catorce años es
pobre y casi la mitad reside en asentamientos, villas o
barrios sin infraestructuras adecuadas. Muchos de ellos
sufren la llamada ''hambre oculta'': anemia y falta de
micronutrientes esenciales.
Cierto es que el Gobierno argentino ha intentado satisfacer
las necesidades primarias de estos grupos sociales y les
facilita alimentos; política efectiva para atacar el hambre
de manera puntual pero que no combate las verdaderas causas
de la pobreza. Los aspectos más importantes en los que se
debe centrar la Administración deben ser la generación de
empleo, la protección de la infancia y promover una
educación gravemente dañada por los recortes de los
presupuestos.
Que la crisis argentina ya no ocupe páginas de periódicos ni
espacios en televisión o radio no significa que la situación
haya mejorado o que se haya vuelto al escenario anterior a
2001. Más de tres años después las cifras apenas han
mejorado y el panorama social es bastante dramático.
Argentina ha sido desterrada al más puro olvido.
Christian Sellés
Agencia de Información Solidaria
25 de febrero de 2005
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