DAKAR 2005 - Polo de Socio-Economía Solidaria

Con Celina Cossa,

de la UGC de Mozambique

Cuando es verdadero,

el desarrollo es comunitario

Además de fundadora y presidenta de la Unión General de Cooperativas, es también integrante de la Asamblea Municipal por el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO) –“El partido que luchó por la independencia de mi país”, señaló–. Fue la persona individualmente más votada en su ciudad, Maputo. Celina representó a su organización en el III Encuentro de Economía Social y Solidaria Dakar 2005, donde dialogó con Rel-UITA.

 

-¿Dónde naciste?

-Soy originaria de Maputo, ciudad capital de Mozambique. Más bien de su zona verde o rural, donde se practica la agricultura que alimenta la ciudad. Por eso digo que soy campesina.

 

-¿Qué es la Unión General de Cooperativas de Maputo?

-Es una cooperativa que presta servicios. Nacimos en 1980 con siete cooperativas y 500 asociados, y hoy contamos con 200 cooperativas y 6.000 miembros de los cuales 95% son mujeres.

 

-¿Cómo fueron esos inicios?

-No teníamos nada muy planificado o escrito, nos guiábamos sobre todo por las ideas que iban surgiendo. En nuestra organización tenemos la tradición de que todos pueden colaborar, aportar ideas, participar con sus sugerencias y proyectar la organización hacia el futuro. Mi cooperativa se llamaba “Agostinho Neto”, pero muy rápidamente fui seleccionada por mis pares para alfabetizar, y durante un tiempo fue lo que hice. Hasta que en una asamblea, recuerdo que fue debajo de una gran “mangueira”, fui elegida para ser la coordinadora de la organización. En ese entonces recibimos el apoyo de algunos técnicos independientes y del gobierno, cuya misión era colaborar en esa etapa inicial hasta que pudiésemos ser autónomos. Nosotros siempre quisimos pensar en nuestros intereses y a nuestra manera.

 

-¿Qué ocurría en esos momentos en Mozambique?

-La situación era muy compleja, había carencia de alimentos. Recuerdo que para conseguir un kilo de arroz o de harina había que dormir una noche entera en las filas, al aire libre. Nosotros garantizamos nuestro trabajo siendo reconocidos por el gobierno. Todos los socios hicieron una pequeña contribución inicial. Hacía un tiempo que existíamos de hecho, pero no teníamos nombre, y primero nos llamamos Cooperativa Polivalente de la Ciudad de Maputo, pero luego adoptamos el que tenemos actualmente. Fuimos creciendo primero en la capacidad de producción agrícola y luego comercializando nuestros productos de primera necesidad entre nosotros y al público en general. El pequeño margen de beneficio que producía el comercio lo fuimos acumulando y nos ayudó a crecer. Pronto pudimos obtener créditos, y pasamos a criar pollos, patos, cerdos, lo que contribuyó primero a mejorar nuestra dieta. Luego, yo empecé personalmente a criar pollos para vender y en nuestra primera reunión cooperativa les hice probar a todos mis pollos. El éxito fue inmediato y así comenzamos la crianza de pollos dentro de nuestra Unión. Al principio dependíamos de las reproductoras importadas de África del Sur, pero lentamente, y luego de varios fracasos, conseguimos ser autónomos en este aspecto y cerramos el círculo productivo: tenemos nuestros reproductores, los huevos, incubadoras propias, matadero. Cultivamos nuestro maíz y producimos nuestra ración que distribuimos a crédito entre los asociados que crían los pollos en sus establecimientos. En la actualidad, somos los mayores productores de pollo y gallinas del país.

 

-¿Cómo empezaron con el crédito interno?

-Al principio no sabíamos qué era eso del microcrédito. Nosotros practicábamos la ayuda mutua tratando de sobrevivir. No sabíamos cómo diversificar nuestras actividades porque no teníamos recursos financieros. En 1986, mientras preparábamos nuestra asamblea general de cooperativas –que en nuestro caso implica la participación de 2.000 personas elegidas en sus cooperativas para participar– recibimos una donación de semillas de maní y de porotos. Llegó realmente en un momento muy oportuno, y en la asamblea decidimos vendernos a nosotros mismos esas semillas a un precio simbólico. El dinero así reunido sería utilizado como un fondo rotativo. Ese fue el origen de nuestro sistema de microcrédito que hoy se llama Caja de Ahorro y Crédito, que es nuestro banco, reconocido y controlado como cualquier otro por el Banco Central. Todos los bienes de la Unión son propiedad de las cooperativas que la integran, y en la actualidad, ahorrar, prestar e invertir forma parte de nuestra cultura.

 

-Dame un ejemplo de crédito interno.

-Bueno, por ejemplo, entregamos todos los insumos necesarios para un ciclo de producción de pollos, que es de dos meses, con un interés del 3% y sin garantía. Esto no sólo es una tasa muy inferior a la bancaria, sino también condiciones no mercantiles, sin hipotecas ni cosas así. Usamos la confianza mutua. Nosotros, todos somos productores, sabemos que hay una tasa de pérdida en los pollos de aproximadamente 2%, y eso está incluido en nuestros cálculos. Nuestro sistema es ir adonde están los socios, conocer sus necesidades y darles soluciones, sugerencias, propuestas, crédito y asistencia técnica. Llevamos los servicios al terreno y no nos quedamos esperando en alguna oficina. Nuestro interés es el desarrollo de la comunidad y no simplemente obtener beneficios.

 

-¿Qué otros servicios proporciona la Unión?

-Crecimos lentamente, sin darnos cuenta, pero sin pausa. Hoy tenemos escuela primaria y enseñanza secundaria, una escuela técnica donde se forman nuestros/as hijos/as y también niños y niñas cuyos padres no integran la cooperativa porque pensamos que el desarrollo aislado de la sociedad, del entorno, no es deseable ni posible. Queremos compartir lo que tenemos con quienes viven las mismas dificultades. También proporcionamos capacitación a las personas que las cooperativas eligen para realizar tareas comunitarias, sobre todo teniendo en cuenta que nuestra organización es casi solamente de mujeres y estas siempre quedaron relegadas a la hora del estudio y la formación. Para nosotros este aspecto es clave en nuestro desarrollo. También proporcionamos capacitación profesional para jóvenes, de forma que no queden esperando que alguien les dé un empleo, sino que tengan herramientas, conocimientos para desarrollar sus propias iniciativas. Tenemos nuestra carpintería, por ejemplo, que además de fabricar los objetos que necesitamos también es escuela, igual que nuestro taller mecánico, o el horno de cerámica. Son pequeños emprendimientos que nacieron cuando percibimos que si nos diversificábamos podríamos crear trabajo para quienes no lo tenían, y al mismo tiempo ir cerrando círculos productivos y de servicios que fortalecían nuestra Unión. Contamos con siete puestos de salud descentralizados a los que acceden no sólo nuestros miembros sino toda la comunidad, y desarrollamos un fuerte programa de educación, prevención y detección del HIV-SIDA. Ahora, con un pequeño fondo del Banco Mundial iniciamos un programa por el cual integraremos a 25 personas con HIV para que trabajen dentro de las cooperativas en tareas leves, no pesadas, de forma que al fin de cada mes reciban una retribución modesta de 50 o 60 dólares, pero que para personas que estaban sin nada y marginalizadas es un gran cambio positivo sentirse socialmente integrados. Sabemos que es una gota en el océano, y que no es sólo el medicamento lo que cura sino también el alimento, las buenas condiciones de vida y la autoestima. Es solamente nuestra mano tendida.

 

-¿Qué les dirías a aquellos que recién comienzan en este camino colectivo?

-Que cuiden la transparencia, la honestidad, la modestia y el gusto por el trabajo. Y que mientras haya alguien que no tenga un pedazo de pan limpio para comer, nuestra conciencia no debe descansar. Personalmente me siento feliz cuando veo que todavía puedo darle algo al prójimo.

 

 

En Dakar, Carlos Amorín

© Rel-UITA

15 de diciembre de 2005

 

 

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