Si en estas tierras de América, que fueron asoladas
por tiranías promovidas por el interés
ajeno, deseamos consolidar la
democracia, la investigación de algunos
crímenes es una tarea insoslayable. ¿No
ha llegado la hora de plantearse que es
necesario reunir toda la información y
determinar a los responsables de hechos
como la desaparición de Julio Castro?
Importa comenzar aportando algunos datos sobre esta
personalidad excepcional.
Ricardo Güiraldes,
autor de “Don Segundo Sombra”, habla de
peones de campo que llegaron a ser
hombres de pampa, porque tenían,
explica, “alma de horizontes”. El
maestro, escritor y periodista uruguayo
Julio Castro fue un ser así.
Baqueano del terruño y también baqueano
de América, de la Patria Grande,
que sintió y vivió, predicando, con
fervor y constancia, su integración.
Maestro con honda vocación, en todas sus actividades fue un
educador; con un trato amistoso, además,
fraternal, de buen paisano.
Sus libros y su trayectoria periodística (una cantera que es
necesario explorar) dejan honda huella.
Al promover la unidad de los sectores progresistas sostuvo
que la unidad de las izquierdas debe
ser, en su organización y militancia,
una gran escuela, que ayude al ciudadano
a convertirse en agente del proceso
integral de cambio que transformará al
país.
Y planteó que los organismos de base, de participación
ciudadana, deben cumplir, esencialmente,
una tarea de docencia cívica. Deben ser
-predicó- centros de educación política
y adoctrinamiento.
En un artículo publicado en “Cuadernos de Marcha” sostuvo que
los lugares de reunión de los partidos,
los clubes tradicionales, con la
corrupción del sistema habían degenerado
en meras agencias de enganche electoral
a cambio de la prestación de pequeños
servicios: una tarjeta de pobre, una
cama de hospital, el trámite de una
jubilación o la promesa de un empleo.
Todos atractivos más que suficientes
-denunció- para entregar el voto a
cambio de ese favor. En buena parte, la
organización de algunos partidos se basa
en ese comercio, cuyos agentes e
intermediarios son los caudillos y
caudillitos locales.
Frente a esa degeneración del club político, que ha
envilecido la relación entre el
ciudadano común y el dirigente abriendo
un vacío en la formación cívica -señaló
Julio Castro- los comités de los
partidos de izquierda ofrecen
posibilidades insospechadas de
convertirse en protagonistas del cambio.
Y esos centros de formación política son
y deben seguir siendo, sostuvo, la más
importante empresa de formación
ciudadana que ha conocido el país.
Julio Castro
criticó el hecho de que, bajo los mismos
lemas, coexistieran líneas de opinión
variadas y contradictorias: el populismo
y el cesarismo, la libre empresa y el
proteccionismo, el antiimperialismo y la
sumisión entreguista, tendencias que
conviven en medio de una confusión
nebulosa bajo el mismo lema, única
garantía de unidad.
Sostuvo, en cambio, que la coherencia en el orden de las
ideas debe comenzar por el análisis y la
toma de posición en los grandes
problemas nacionales, para cuya solución
es necesario seguir “el hilo conductor
del artiguismo”.
Nacionalismo, antimperialismo, democracia, latinoamericanismo,
defensa de los derechos y libertades de
los ciudadanos, participación popular en
el desarrollo, racional e intensiva
utilización de los recursos nacionales
–especialmente los humanos- paz social,
reforma de todo el aparato estatal son
aspectos importantes de la realidad
nacional a partir de los cuales es
necesario definir e impulsar la tarea
común. Predicó, así, la necesaria unidad
en el diagnóstico y en la propuesta de
soluciones, tanto como la militancia
tenaz para alcanzarlas.
Cuando recién comenzaba la unidad popular Julio Castro
intuyó, y lo dejó escrito, que esa
movilización, cualesquiera fueran sus
resultados inmediatos como demostraban
las luchas de noviembre del 71,
anunciaba el comienzo de un proceso
renovador e irreversible. Se abre a
pesar de todo un horizonte de esperanza,
dijo en tiempos en que la izquierda
debía proteger sus locales con bolsas de
arena para resguardarlos de los
atentados de los escuadrones
parapoliciales de la derecha. Y esa fe
ha sido confirmada por los hechos.
Julio Castro,
promotor y una de las personalidades
firmantes del llamado que en 1970
convocó a la creación de un Frente
Nacional, Popular y Antiimperialista,
propuso siempre que la acción política
de la izquierda debía ser de educación
cívica.
Docente en su profesión, docente en periodismo, maestro por
vocación y en su trayectoria vital, este
ser excepcional sigue siendo hoy un
detenido desaparecido. Se sabe quiénes
determinaron su detención, quiénes le
secuestraron, quienes redactaron
informaciones de la Jefatura de Policía
solicitando su búsqueda, quiénes
mintieron la información publicada
diciendo que había partido en un vuelo
de Pluna hacia Buenos Aires.
Hay testigos de que el referido vuelo no
salió. Pero se impone una investigación
a fondo. Sus asesinos todavía andan
sueltos. El Parlamento y el propio Poder
Ejecutivo deben promover las acciones
correspondientes para que este crimen no
quede impune.