Cual
cruzado medieval contra los infieles,
Alan García decidió poner fin a la
demanda indígena que –con gran firmeza–
enfrenta su plan de lotizar la Amazonía
a favor de grandes extractores de
materias primas y avasallar los derechos
de las comunidades y al medioambiente.
Escindido y excluyente, el Perú volvió a estallar. La
orden de García y su gabinete de
desalojar –a sangre y fuego– a los
nativos que ocupaban Corral Quemado y
las zonas aledañas de la carretera
Fernando Belaunde desató una cruenta
ola de violencia. Tropa de choque,
vehículos blindados y helicópteros, que
lanzaban lacrimógenas y tiros,
encendieron el fuego. Rápidamente corrió
de los caseríos a Utcubamba y Bagua
Chica, hasta la estación de bombeo # 6,
donde 38 policías estaban retenidos. El
balance es incierto, pues los cadáveres
habrían sido echados al río, pero
sabemos que decenas de nativos, civiles
y policías han muerto, sus familias los
lloran sin poder recuperarlos, y viejas
cicatrices se reabren.
Cual cruzado medieval contra los
infieles, García decidió poner
fin a la demanda indígena que –con gran
firmeza– enfrenta su plan de lotizar la
Amazonía a favor de grandes extractores
de materias primas y avasallar los
derechos de las comunidades y al
medioambiente.
Ahora, psicóticamente, es un complot,
hasta internacional, una manipulación de
nativos ignorantes. Pero García
había advertido sus planes a las
comunidades y pequeños propietarios
rurales en “El Perro del Hortelano”. En
octubre del 2007, identificó modernidad
y progreso con gran inversión y
transnacionales. Señaló: La inversión
“necesita propiedad segura (de tierra),
pero hemos caído en el engaño de
entregar pequeños lotes de terreno a
familias pobres que no tienen un centavo
para invertir”. Fue categórico: “La
demagogia y el engaño dicen que esas
tierras no pueden tocarse porque son
objetos sagrados y que esa organización
comunal es la organización original del
Perú”. Y recalcó: “…en todo el
Perú (hay) tierras ociosas porque el
dueño no tiene formación ni recursos
económicos, por tanto su propiedad es
aparente. Esa misma tierra vendida en
grandes lotes traería tecnología de la
que se beneficiaría también el
comunero”. Más claro ni el agua: la
propiedad de los pobres “es aparente” e
inútil por falta de capital. La
propiedad real, que el Estado debe
imponer: la gran propiedad.
Con las facultades legislativas que el
Congreso le delegó para “adecuar la
legislación al TLC-EEUU”,
inescrupuloso y mañoso, creyó encontrar
la oportunidad para imponer su visión
revelada. Lanzó una ofensiva contra las
comunidades y la Amazonía con decretos
legislativos (DL) inconsultos (violando
el Convenio 169 de la OIT
y otros) y provocó la reacción de los
pueblos amazónicos. El afán de
negociación fue inútil hasta que en
agosto del 2008, con una huelga,
arrancaron la derogatoria de dos DL y la
revisión de otros. Regresaron la
mecedora y el engaño. El 9 de abril se
desató la segunda huelga. Pero ahora, el
Congreso jugó con García y
frustró la discusión y aprobación de sus
mismos dictámenes por derogar los DL
antiamazónicos. Entre tanto, Simon
jugaba al “diálogo” y la mecedora,
buscaba desconocer a los líderes de la
Asociación Interétnica de Desarrollo de
la Selva Peruana (Aidesep), y
preparaba la represión.
El gobierno sabía que mucha gente de la
zona era ex combatiente del Cenepa,
reservista o rondero. Los nativos
advirtieron que en esta lucha se les iba
la vida, aunque no querían violencia.
Movilizados masivamente, buscaron
negociaciones diversas e infructuosas.
Pero García presionaba al
gabinete y a Cabanillas para
acabar la protesta. Así nació la torpe
operación del “día del medioambiente”
–ahora supuesta respuesta a un complot–
que, con las primeras muertes, desató
las iras más hondas, los resentimientos
más profundos y una cruenta y cruel
sucesión de muertos y heridos. La
condenable e inaceptable ejecución de
policías detenidos y maniatados en la
Bomba 6 revela que hay sectores que –sin
dirección– pueden dar rienda suelta a
toda clase de demonios.
Se persigue y descabeza la dirección de
las comunidades nativas, Aidesep, lo que
agudizará el caos y la respuesta
desarticulada, mientras el mismo
Presidente de la Corte Suprema denuncia
la presión política sobre el PJ.
La situación ha convocado una Jornada
Nacional de Lucha el 11 de junio y
varios paros y movilizaciones
regionales. Urge una salida:
1) El gobierno debería declarar temporalmente inaplicables (“vacatio
legis”) los DL objetados, mientras el
Congreso procesa las demandas de
inconstitucionalidad y derogatoria;
2) El Congreso debiera colocar los temas en agenda y
resolver, sin evadir su responsabilidad;
3) El gabinete Simon-Cabanillas debe irse y asumir su
responsabilidad política en esta
sangría;
4) Convocar a una investigación internacional de lo ocurrido,
dadas las denuncias de Villa Stein sobre
las presiones politicas al PJ, la
ilegitimidad del Congreso y del
Ejecutivo;
5) Nombrar una Comisión mediadora: quizás la defensora del
Pueblo, los obispos amazónicos y
Salomón Lerner (CVR);
6) Cesar la persecución a los dirigentes indígenas nacionales
en Lima y levantar el Estado de
Emergencia y toque de queda.
García, el gran responsable –que
repite su brutal manejo de la revuelta
de los penales de junio 1986–, debe
irse. Y nosotros refirmarnos en una
Constituyente que reconozca al Perú
plurinacional y defienda sus recursos
naturales, entre otros cambios, para
refundarlo.
Javier Diez Canseco
Publicado en La República
9 de
junio de 2009