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Con
Daina Rodríguez
En
esos días la 30 estaba clausurada y Germán Araújo en
huelga de hambre |
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La
resistencia tuvo una radio que fue, al mismo tiempo, nido,
barricada, hogar, faro, familia, esperanza y muchas cosas
más. Daina tuvo el privilegio de formarse profesionalmente
en ese ámbito de CX 30, en esos años, con aquellos colegas.
Cuando “los niños del exilio” llegaron al Uruguay la radio
estaba amordazada y su principal animador ayunaba en
protesta contra la arbitrariedad. No importó. Daina y sus
compañeras y compañeros no estaban en el aire, pero sí en el
corazón de su gente. La 30 estuvo allí ese día, porque allí
estaba la libertad. Y Daina lo recuerda de esta manera.
-Esa
jornada del 26 de diciembre de 1983 te encontró trabajando
como periodista, ¿qué recordás y qué importancia le das a
ese acontecimiento de la venida de los niños del exilio?
-El recuerdo es muy conmovedor, porque aquellos niños eran
una avanzada de lo que se iba logrando poco a poco y de lo
que íbamos a lograr después, que fue la posibilidad del
regreso de mucha gente que hacía tantos años que no podía
estar en el país y que añoraba el Uruguay. Esa fue una idea
fantástica porque, en definitiva, contra los niños no se
puede. Yo la viví en un momento muy especial en el cual
empezaba a despuntar mi vocación periodística sin que yo
tuviese real conciencia de ello. Empecé por la necesidad de
hacer socialmente alguna cosa para acompañar la lucha de la
gente contra la dictadura, y hacía algunos años que
trabajaba en CX 30 haciendo de todo un poco, aprendiendo
sobre la marcha esta tarea maravillosa y sobre todo tratando
de colaborar, poniendo un granito de arena todos los días
para que aquello terminara de una vez por todas y pudiéramos
reencontrarnos todos los uruguayos, los que estaban afuera y
los que estaban adentro, más adentro.
-Y en la
radio tenías un referente bien cerca como Germán Araújo.
-Ni que hablar, le debo tanto que es difícil decirlo porque
es una persona que extraño mucho, con la que aprendí
muchísimo porque influyó mucho en mi formación como ser
humano, más allá de lo político y de lo social. No hay cómo
olvidarse de eso y el recuerdo es permanente, siempre para
Germán.
-Cuando
llegaron los niños CX 30 vivía horas difíciles.
-Sí, estaba clausurada desde el 18 de diciembre por haber
trasmitido una Convención del Partido Colorado, en aquel
momento decir Partido Colorado, Partido Nacional también
eran “mala palabra”. Germán había comenzado una huelga de
hambre en el edificio de la avenida 18 de Julio y Martín C.
Martínez, y nosotros, los trabajadores de la radio,
decidimos hacer aquella caravana del retorno de los niños
como si la radio estuviera al aire. Entonces, recurrimos una
vez más, como tantas otras veces, a esa maravillosa
colaboración de la gente, porque la radio no tenía móviles,
en realidad no tenía nada, tenía a la gente, a la calidad
humana y se apoyaba mucho en la gente que hizo las veces de
móviles silenciosos porque en aquel momento no teníamos un
medio por el cual emitir, pero estábamos presentes. Tengo un
recuerdo muy fuerte, que me emocionó muchísimo, el de ver a
la gente en la vereda, en la calle, en la rambla, a lo largo
de todo el recorrido de aquella caravana, con carteles de
papel, de cartón, que decían, “Trasmite CX 30”. La presencia
de la radio en aquel momento me emocionó mucho porque no
había sido generada por nosotros desde adentro, sino por los
oyentes, ellos fueron la voz de los que no teníamos voz,
como decía Germán. Recuerdo que en un momento previo a la
llegada a la sede de AEBU, que era el destino de aquella
caravana, mientras intentaba imaginar qué pasaría por la
cabecita de aquellos niños, qué estarían pensando, me llegó
de algún lado el rumor de que habían levantado la clausura
de la radio; pero no era cierto, ocurrió recién unos días
después. En esos momentos, además, no podíamos entrar a la
radio, nos juntábamos en el bar junto al del Palacio Salvo,
y de pronto, sin saber cómo, nos llegaban llamadas de
Suecia, de España, de Italia, en fin, el mozo del bar hacía
de telefonista y nos pasaba las llamadas de gente que nos
hacía llegar su solidaridad. Fueron días en los que se
mezclaron muchas cosas, pero dejaron recuerdos muy lindos.
El único testimonio fotográfico que tengo de esa jornada es
una Polaroid-instantánea que me sacó Mauricio Kriger en la
que aparezco saludando desde una VW Combi, propiedad de
Mera, que iba en la cabeza de la caravana a manera de móvil
radial. Detrás nuestro, en un Ford Falcon verde, parado en
el estribo, cantando y celebrando recuerdo que venía Víctor
Vaillant.
Rubén
Yizmeyián
© Rel-UITA
21 de
diciembre 2005
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