Brasil     FRIGORÍFICOS

 

 

Con Jair Krischke

Los frigoríficos brasileños masacran a la gente
con total impunidad

   
     

 

Presidente del emblemático Movimiento de Justicia y Derechos Humanos (MJDH) de Porto Alegre, Jair analiza el padecimiento en los frigoríficos de Brasil, donde el capitalismo sacrifica animales y trabajadores por igual.

 

 

-Según estudios recientes el 25 por ciento de los trabajadores del sector de procesamiento de carnes está lesionado…

-No estoy de acuerdo. Creo que la situación es mucho peor y el número de personas lesionadas debe superar largamente ese porcentaje. Conozco muy bien la situación en el estado de Río Grande del Sur, donde la gente no quiere trabajar en un frigorífico porque ya está instalado en el imaginario colectivo el sufrimiento que hay en esas unidades de producción.

 

Porcentaje más o menos, de todas formas estamos hablando de un verdadero escándalo. La pregunta que nos debemos formular es: ¿cómo en pleno siglo XXI las autoridades del Estado brasileño permiten que esto ocurra?

 

-Hay más preocupación por el bienestar de las empresas que por el de los trabajadores…

-No tengo dudas de eso. Siempre digo que hoy se vive una situación peor que en la esclavitud. Durante el régimen esclavista en Brasil el amo “cuidaba” del esclavo: le proporcionaba una alimentación adecuada para que luego pudiera desempeñar su labor y también “cuidaba” su salud. El esclavo era parte de su patrimonio, de su capital, y de alguna manera lo protegía.

 

Hoy el trabajador sufre un abandono tremendo: se lo explota al máximo, a unos niveles de exigencia física que nadie aguanta y miles terminan mutilados, enfermos, quemados por el trabajo, en una hoguera que no genera ni humo ni olor, porque los medios de comunicación masivos no dan cuenta de ello.

 

Si alguien se enferma, siempre habrá otro que ocupe su lugar. Se trata de un proceso brutal, de un cuadro dantesco que configura una extrema violación a los derechos humanos.

 

Miles de personas, principalmente mujeres, vienen sufriendo lesiones terribles y son condenadas a convivir con el dolor de por vida; algo inexcusable. El Estado brasileño lo sabe, y lo tremendo es que lo permite.

     
 

Miles de personas, principalmente mujeres, vienen sufriendo lesiones terribles y son condenadas a convivir con el dolor de por vida; algo inexcusable.

 
     

 

-Y las empresas no se hacen cargo de la gente que masacra…

-Bueno, en tu comentario está la respuesta. Masacran porque, justamente, no se hacen cargo de sus consecuencias, y masacran en la más absoluta impunidad.

 

Es terrible que mucha gente y muchos sectores del gobierno se vanaglorien que el mercado mundial de carnes está en manos de transnacionales brasileñas. ¡Otro escándalo y una gran estupidez!

 

Se trata de un sistema perverso en el cual las empresas privatizan sus ganancias y socializan las pérdidas. Esto es lo que sucede, y transfieren al Estado las personas que ellas han enfermado.

 

-El juez Sandro Sardá, del Ministerio Público del Trabajo, dice que el trabajador pierde su ciudadanía cuando ingresa a un frigorífico...

-¡Lo comparto plenamente! Es que debemos dar un debate más de fondo y tener en claro que la democracia brasileña es una democracia de transición. Brasil pasó 21 años bajo dictadura, de democracia ya tenemos muchísimo más. Son 27 años de democracia de transición, que no termina nunca, siempre de transición.

 

Pero en el ámbito laboral, todavía no asomó ni siquiera el proceso de transición. Allí pervive un autoritarismo total, si no, pregunta y verás ¿Quién manda? ¿Quién decide? ¿Quién fija las metas de producción? ¿Cuándo los sindicatos son consultados?

     
 

Los sindicatos tendrán que rever su praxis. Uno puede y debe trabajar para vivir, pero no trabajar y perder la vida y la salud. Hombres y mujeres deben trabajar para vivir, y vivir con dignidad.

 
     

 

Lo lamentable es que parecería que los sindicatos, que durante esos largos 21 años estuvieron bajo la intervención de la dictadura, asimilaron que la ciudadanía está apartada de las unidades de producción. Esto también es muy grave. Hasta ahora se habla de un sindicato “na porta da fábrica”, en la puerta de la fábrica, como si fuera algo grandioso. Con ello están convalidando que adentro no se llega y no se influye.

 

En algún momento los sindicatos tendrán que rever su praxis. Uno puede y debe trabajar para vivir, pero no trabajar y perder la vida y la salud. Hombres y mujeres deben trabajar para vivir, y vivir con dignidad.

 

 

En Montevideo, Gerardo Iglesias

Rel-UITA

30 de mayo de 2012

 

 

 

 

Foto: Gerardo Iglesias

 

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