En América Latina ya conocemos estos procedimientos,
así como también las frustraciones de la lucha por la
justicia y los costos de la impunidad. Dialogamos con Jair
Krischke, coordinador del Movimiento de Justicia y Derechos
Humanos de Porto Alegre y asesor de la
Rel-UITA
sobre derechos humanos, para profundizar en los aspectos
políticos que estas prácticas encierran.
-Esta es una historia que no empezó ahora. Cuando en
Naciones Unidas se crea el Tribunal Penal Internacional, en
primera instancia Estados Unidos lo firmó, lo cual fue muy
importante porque de esa manera se obtuvieron los votos
necesarios para su aprobación. Pero luego, Washington no
ratificó su voto. Más aún: comenzó a efectuar negociaciones
bilaterales con varios países para que los soldados de
Estados Unidos no pudieran ser conducidos ante el Tribunal
Penal Internacional ni acusados de violaciones a los
derechos humanos.
-¿Qué razones dio Estados Unidos para que sus soldados no
fueran acusados?
-Ninguna. Ofreció refinanciar las deudas y préstamos a
los países que debían votar en la ONU.
Por otra parte, la novedad no es lo que pasó en las
prisiones en Irak, sino lo que pasó en Afganistán y en la
base de Guantánamo, donde hay cientos de personas detenidas
sin acusación formal. Ahora se sabe que hay gente presa en
Guantánamo que no tiene absolutamente nada que ver con nada.
Es un absurdo total y absoluto. Ahí comenzó la cosa. Esto
que sale a luz ahora de las torturas en Irak no tiene nada
de nuevo: los soldados estadounidenses utilizan técnicas que
nosotros ya conocemos y que siempre dijimos que se enseñaban
en la Escuela de las Américas de Panamá, que denunciamos en
su momento pese a que nos llamaran locos. Hoy todo el mundo
las ve.
-¿Quiénes son los responsables de estas violaciones?
-La responsabilidad directa no es de un solo general,
ni se trata de decir fue este o aquel soldado. Fue el propio
Estado norteamericano, se trata de terrorismo de Estado.
-Pero una vez más las responsabilidades van a diluirse y los
únicos acusados van a ser los de menor graduación.
-Me acuerdo de un libro que escribió un periodista
norteamericano en el que cuenta el paso del agente de la CIA
Dan Mitrione* por Brasil y Uruguay. El título del libro era
"La cara oculta del terrorismo", y se refería al terrorismo
de Estado. En nuestra región señalamos a Pinochet con el
dedo y lo llamamos asesino, así como al argentino Jorge
Rafael Videla, o al torturador uruguayo Jorge “Pajarito”
Silvera y a tantas otras bestias feroces. Ahora también
tenemos equivalentes en Estados Unidos. Lo interesante –y lo
indignante– del caso es que quienes son acusados ante los
tribunales son soldaditos y algún sargento que cumplieron
órdenes. Subleva que nadie diga nada al respecto en los
propios Estados Unidos, o en los países del primer mundo,
los del G-7, Alemania, Inglaterra, Italia. Hay un silencio
total, como si nada hubiera pasado. Tampoco la ONU dice
nada. Sí pueden hablar y denunciar lo que pasó en Chile, en
Argentina, en Brasil, en Yugoslavia o en la Plaza de Tian An
Men en China, pero de esto nadie habla y es lamentable.
Es tan terrible el panorama que me viene a la memoria
aquella frase de Mafalda:
“paren el mundo que me
quiero bajar”.
Enildo
Iglesias
© Rel-UITA
5 de julio de
2004
* En 1970, Mitrione fue secuestrado en Montevideo por un
comando del entonces guerrillero Movimiento de Liberación
Nacional-Tupamaros, y ejecutado.