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Con Eduardo “Lalo” Fernández *
El día en que los niños pintaron
las botas de colores |
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Aún 22 años después, para miles de uruguayos será imposible
revivir esta maravillosa página de la resistencia contra la
dictadura sin que “caiga un lagrimón”. Esta ingeniosa,
cálida y entrañable acción combinó la afectividad con la
inteligencia, y no produjo héroes, simplemente se inscribió
en nuestra historia con la tinta indeleble de la
solidaridad.
-Hagamos historia sobre la creación de la Comisión del
Reencuentro** y la venida de los niños del exilio en 1983.
-Cuando Víctor Vaillant viajó con Ernesto de los Campos a
Suecia y pasó por España, Artigas Melgarejo, “El Yuyo”, le
contó que hacía muy poco, después de una reunión de la
Internacional Socialista –donde asesinaron a un delegado
palestino–, los españoles habían organizado un viaje de
niños palestinos en tren de Portugal a Madrid. A Melgarejo
se le ocurrió proponerle a “Quico” Mañero, secretario de la
Juventud Socialista de España, organizar una movida similar
enviando grupos de niños exiliados de Argentina, Chile y
Uruguay a esos países. En Argentina había elecciones en ese
1983, Chile era más dificultoso, y entonces la idea quedó
planteada para Uruguay. Pasó Vaillant de regreso con De los
Campos por Madrid y Melgarejo le contó la idea. Al llegar a
Montevideo Víctor publicó un artículo en el entonces
semanario Convicción sobre la importancia de que vinieran
los niños, y ahí se empezó a mover todo. Viajé en noviembre
a España y con Melgarejo finiquitamos todos los detalles. Si
bien aquí se había conformado la Comisión el tema todavía no
estaba definido, y allá hubo que hacer gestiones ante el
Canciller español, Fernando Morán, quien aseguró que
trataría de convencer a Felipe González, y a los pocos días
me confirmó que era un “Sí”. Regresé a Uruguay el 11 o 12 de
diciembre de 1983 ya diciendo: “vienen”. Sabíamos que el
gobierno de Felipe González ponía a disposición un avión de
Iberia para antes de fin de año, pero no conocíamos la fecha
exacta. En aquel momento la compañía estaba con problemas
económico-financieros y era difícil conseguir el avión.
Al volver le dije a Vaillant que quería integrarme a la
Comisión por el Reencuentro, y empezamos a trabajar. Nos
instalamos en el local de FUECI. Cuando se dio a conocer la
noticia se empezó a acercar mucha gente que se ofrecía a
ayudar sin que supiéramos quiénes eran. Vinieron de la
Asociación de Escribanos, y a la llegada de los niños, en la
sede de AEBU, fueron ellos los que hicieron los escritos a
las familias que durante el período de visita se hacían
cargo de la Patria Potestad de los chicos que venían sin sus
padres y no tenían familiares directos en el país.
Y había gente que traía plata: “Somos de tal barrio y
queremos hacer un espectáculo por los niños”; eso empezó a
correr y era impresionante todo lo que nos ofrecieron. La
Asociación Rural ofreció todas sus instalaciones para
desarrollar actividades y allí se hicieron cosas. Sería
imposible nombrarlos a todos porque además venía gente
anónima y traía plata. “Para colaborar con los niños”,
decían.
-¿Todo se organizó desde España?
-Sí, porque era de donde salía el avión y fundamentalmente
porque los niños venían de España, Suecia, Italia y algunos
de Francia. En Madrid, en los primeros días de diciembre la
gente llamaba a la casa de Melgarejo y le preguntaban cómo
podían hacer para que sus hijos vinieran en ese viaje.
Todos sabíamos que ese emprendimiento encerraba una cuestión
humana y una cuestión política. La humana porque esos niños
volvían a su país después de años, y la política porque
todos veníamos siguiendo el desarrollo de los últimos
sucesos: el acto del 1 de mayo del flamante PIT, la marcha
de la ASCEEP-FEUU, en noviembre el Obeliscazo, y aquella
marcha por 18 de Julio en que nos apalearon, el 9 de
noviembre de 1983. Había caceroleadas por todos lados, se
estaba abriendo la puerta y estábamos metiendo el pie para
entrar. Ese evento era como ponerle la frutillita a la torta
de un año histórico.
Y esos padres confiaban en que las cosas se harían bien. Lo
más interesante fue que allí venían hijos o nietos de presos
que los venían a visitar. En algunos casos padres que ni los
habían conocido porque sus compañeras se habían tenido que
exiliar embarazadas. Con Vaillant nos tocó la dura pero a la
vez hermosa tarea de ir a hablar con el presidente del
Tribunal Militar, Silva Ledesma, para pedirle que
concedieran algunas visitas especiales. Fueron cosas que uno
tuvo que masticar y tragar en bien del objetivo, porque era
un asunto de principios no hablarle a esos tipos, pero el
tema era que los niños pudieran visitar a sus familiares, o
que los presos pudieran recibir a sus hijos, sus nietos, sus
sobrinos.
Costó pero nos abrieron, después fuimos al Comando de
Garibaldi para que nos autorizaran a hablar con los
comandantes que estaban a cargo de las cárceles de Libertad
y Punta de Rieles. Todo se hizo antes de que llegaran. Nos
plantearon que el encuentro debía ser a través de un
locutorio, y nosotros le discutimos que debía ser cuerpo a
cuerpo, todas cosas que parecían tonterías pero que no lo
eran. ¿Cómo hacía la dictadura para decirle que no a los
niños? Y se fueron logrando, en algunos casos tres y hasta
cuatro visitas, Fin de Año, Reyes... Conquistamos una y otra
visita, cosas que se lograron porque había toda una fuerza
atrás, el país se estaba moviendo. España y el resto de
Europa miraban hacia acá para ver qué pasaba. El Uruguay
quedaba frente al mundo otra vez.
-Y de la llegada, ¿qué recordás?
-Algunos niños no tuvieron tiempo ni de dormir porque la
actividad fue infernal. Del aeropuerto de Carrasco nos
sacaron rápidamente en los ómnibus que habían puesto las
empresas cooperativas RAINCOOP, COOPTROL, ONDA, COETC,
COTSUR, UCOT y lo más interesante fue que todos los niños
ingresaron al país sin registrar su pasaporte porque el jefe
de la delegación, que era el secretario de Organización de
la Juventud Socialista Española, Jesús Vacca, se quedó atrás
para ir haciendo sellar todos los pasaportes juntos, pero
los niños ya habían salido. No hubo control de quién era
quién. Los tipos tenían tanto miedo de que la gente se
concentrara en ese lugar que los sacaron rápidamente;
además, estaba toda la prensa, TV Española que siguió
permanente el viaje, la Cruz Roja de España, la Asociación
para los DDHH de España, venían senadores y diputados del
PSOE y de otros partidos. Fue impresionante toda aquella
rambla de Montevideo en la que miles y miles de uruguayos
fueron a saludarlos con aquellos cánticos que decían: “Oh le
le, oh la la, hoy vinieron los niños, mañana los papás”. Ahí
estaba lo humano y lo político. Veníamos en un ómnibus a la
altura del Museo Oceanográfico cuando un periodista le
preguntó a uno de los niños, tal vez de 8 o 9 años y que
venía de Barcelona: “¿Qué le vas a contar a tus padres
cuando vuelvas?” Y escuché que el niño respondió: “Es que no
voy a poder olvidar jamás lo que hoy ven mis ojos, no sé si
les voy a poder contar algo porque esto hay que sentirlo,
pero sí sé que no lo voy a olvidar”. Fue algo maravilloso.
Miles de uruguayos esperaban el paso de la caravana que duró
tres horas frente a la sede de AEBU en un día de calor
impresionante. Desde la sede se refrescaba a la gente con
agua a través de mangueras. Cuando llegaron los niños fue
una locura, ahí no había cordones de seguridad, era la
propia gente que abría el paso a los niños y ellos iban
subiendo. A todo esto los familiares estaban dentro
esperando con los escribanos que resolvían todo; había hasta
un grupo de psicólogos que se había ofrecido para atender a
los chicos por la emoción y el impacto que pudieran sufrir.
-¿Qué importancia social y política le das a ese hecho visto
con la perspectiva de 22 años de ocurrido?
-Primero, la importancia humana de lo que fue el encuentro
de aquellos niños que venían a su país, donde muchos de
ellos por haber nacido en Europa no habían sido vistos por
sus familiares directos, otros que se tuvieron que ir de
apuro y no conocieron a sus padres, a sus abuelos, porque se
habían ido muy chiquitos; sentir su paisito, que aquello que
les habían dicho en Europa era en realidad así. En lo
político, era seguir abriendo la puerta con el pie para que
apareciera más la luz de la democracia, algo que se sumaba a
todos los hechos ya mencionados y que fueron conformando una
serie de movilizaciones políticas muy importantes. Y por
último, constituida la Comisión del Reencuentro para los
niños, fue la Comisión Nacional para el Reencuentro de los
Uruguayos que perduró después y que permitió trabajar la
reinserción de los uruguayos del exilio. Esta Comisión logró
luego cantidad de proyectos para la reinserción de los
presos políticos, trabajó sobre las bases de las leyes,
etcétera. Fue una cuestión tan importante que quizás los
uruguayos en aquel momento no nos dábamos cuenta de la
importancia de lo que estábamos armando y cómo lo estábamos
haciendo. En 1984, con Vaillant y algún otro compañero,
tuvimos que reunirnos por la Comisión con toda la gente que
estaba en Buenos Aires, con todos los que estaban en el
exilio incluyendo a los dirigentes políticos, Wilson
Ferreira Aldunate, Martínez Moreno, Korseniak, en un
encuentro promovido por el Consejo Mundial de Iglesias para
determinar cómo íbamos a trabajar sobre la reinserción y el
reencuentro de todos los uruguayos. Es decir, si bien
nuestro proceso ha tenido muchas dificultades en el terreno
precisamente de la verdad y la justicia en el tema de los
detenidos-desaparecidos, por otra parte ha tenido cosas
maravillosas generadas por las organizaciones populares,
políticas, sindicales y sociales en cuanto a buscar
mecanismos que supusieran encontrar las mejores formas para
el reencuentro y tratar de eliminar los traumas y todas las
situaciones que se iban a dar y que se dieron. Visto en
perspectiva creo que fue una cosa increíble. Y fue muy
importante que hayamos tenido la gran claridad y capacidad
de no usar a los niños como objetos, y de haber sabido
trabajar lo humano sin afectarlos ni contaminarlos con la
cuestión política, aunque sabiendo que atrás estaba lo
político, que era lo que más le dolía a la dictadura.
-¿Cuáles fueron las organizaciones fundamentales que
trabajaron en primera línea?
-Fueron todos los sindicatos que estaban en torno al PIT, la
Asociación de Escribanos, el Colegio de Abogados, la
Asociación Rural, la Federación Rural, empresas comerciales
de todo tipo, y a nivel internacional sin duda el PSOE, la
Juventud Socialista Española, la Cruz Roja de España, la
Asociación pro DDHH de España, el gobierno español, los
partidos y gobiernos de la social democracia europea que
también colaboraron para que los niños pudieran venir. Y sin
duda en este nivel la ayuda de la Unión Internacional de
Trabajadores de la Alimentación (UITA) fue un puntal
sustancial en su local entonces ubicado en la calle Minas
1595 desde donde se conformó en primera instancia la
Comisión Nacional por los Derechos Sindicales y se trabajó
sobre el semanario Convicción. Aquello fue una herramienta
maravillosa apoyada por los suecos e impulsada por la UITA
por un hombre uruguayo, Enildo Iglesias, y otro hombre
entrañable para los uruguayos, militante sindical en aquella
época, Dan Gallin, que metió y metió porque creía en el
proceso uruguayo. Y no puedo dejar de reconocer a aquellas
dos espectaculares mujeres que eran María Rosa y Piedad,
funcionarias de la UITA en Ginebra, que estaban destinadas
al trabajo de los DDHH en América Latina y que lo hicieron
maravillosamente. Estas cosas hay que reconocerlas y hay que
revitalizar siempre el valor que tuvieron en su momento. La
UITA fue sustancial para que la Confederación Internacional
de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) mirara con
detenimiento a Uruguay, y la CIOSL fue también una base muy
importante en toda la ayuda y la solidaridad que, en aquella
época crucial, Uruguay recibió del mundo.
Rubén Yizmeyián
© Rel-UITA
19 de diciembre 2005
* Trabajador destituido del Banco de la
República Oriental del Uruguay en 1980, preso entre
agosto-octubre de 1980. Presidente de la Asociación de
Empleados Bancarios del Uruguay entre 1985 y 2005. Desde el
7 de noviembre de 2005 es Secretario General del Partido
Socialista del Uruguay.
** Integrantes de la Comisión para el
Reencuentro: Silvia Ferreira - Víctor Vaillant - Zelmar
Lissardi - Eduardo Fernández - María Esther Gatti de Islas
(Abuela de Mariana Zaffaroni).
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