Amnesty International y el
Tribunal Permanente de los
Pueblos enviaron cartas a las
autoridades nicaragüenses
pidiendo protección para la
presidenta del Centro
Nicaragüense de Derechos Humanos
(CENIDH) y vicepresidenta de la
Federación Internacional de
Derechos Humanos (FIDH), la
doctora Vilma Núñez. Sirel
conversó con ella para conocer
cuáles son los temores de esta
reconocida organización de
derechos humanos.
-¿Qué fue lo que motivó a dos
organizaciones internacionales
tan importantes como Amnesty
International y el TPP, a
expresarse de manera oficial
pidiendo a las autoridades
nicaragüenses que se le
garantice protección y el cese
de lo que consideran un
hostigamiento contra usted?
-La preocupación que expresaron estas organizaciones, a las
que se sumaron el Observatorio
para los Defensores de Derechos
Humanos, la Organización Mundial
contra la Tortura y la FIDH,
se debe a la situación de
polarización que se está
viviendo en el país, a raíz de
la implementación de medidas y
acciones que yo definiría como
una verdadera persecución
selectiva en contra de aquellos
sectores críticos hacia el
gobierno. El discurso del actual
presidente Daniel Ortega
se ha caracterizado por ser muy
confrontativo con los medios de
comunicación, con algunas ONG y
con organizaciones de la
sociedad civil, entre ellas las
que defienden los derechos
humanos. En ese sentido, la
preocupación que expresaron
estas organizaciones no fue
solamente hacia mi persona, sino
también para todo el personal
del CENIDH.
Se
dedicaron
programas
televisivos
y
radiales
y
páginas
enteras
diciendo
que en
el
CENIDH
somos
“agentes
del
imperialismo”,
“defensores
de la
oligarquía”.
En un
contexto
muy
polarizado
como el
actual,
hablar
en esos
significa
ponernos
en
peligro
de vida. |
|
-¿Cuáles han sido estos hechos
que usted cataloga de
persecutorios?
-Son varios. Hubo una persecución en contra de nueve
defensoras de derechos humanos a
través de una acción penal
promovida por la Fiscalía de la
República y el CENIDH
decidió asumir su
acompañamiento. En los meses
pasados comenzó también una
persecución en contra de siete
ONG nacionales. Dos de ellas, el
Centro de Investigación de la
Comunicación (CINCO), de
Carlos Fernando Chamorro,
y el Movimiento Autónomo de
Mujeres (MAM) fueron
citadas, intervenidas y
hostigadas a través de continuos
llamados a comparecencias. Ambas
organizaciones denunciaron los
hechos al CENIDH y
pidieron nuestro acompañamiento.
Nosotros accedimos, así como lo
hicimos con otras organizaciones
que estaban siendo investigadas.
Esta decisión del CENIDH profundizó la política de
hostigamiento y obstaculización
del gobierno en contra de
nosotros y de mi persona.
-¿Cómo se concretó esta
política?
-Comenzó una campaña de deslegitimación y calumnia a través
de los medios de comunicación
oficialistas. Se dedicaron
programas televisivos y radiales
y páginas enteras para
desacreditarme, diciendo que en
el CENIDH somos “agentes
del imperialismo”, “defensores
de la oligarquía” y esto nos
pone en una situación de alto
riesgo. En un contexto muy
polarizado como el actual,
hablar en esos términos y
ponerme como una enemiga y
traidora del sandinismo
significa estar en peligro de
vida.
A esta campaña siguieron los hechos. Mientras acompañábamos a
las organizaciones sociales, que
habían sido citadas por la
Fiscalía para rendir
declaraciones sobre sus
actividades, fuimos insultados,
agredidos y golpeados por los
Consejos del Poder Ciudadano (CPC)
que sitiaban el lugar.
Sucesivamente, atacaron mi casa
lanzando pintura roja y negra en
la pared, simulando sangre
derramándose, lo que interpreto
como una clara advertencia de
muerte.
Creemos entonces que la verdadera causa de esta persecución
es estar defendiendo los
derechos humanos de estas
organizaciones y personas.
-¿Cuál fue su reacción?
-Solicitamos de inmediato medidas cautelares ante la Comisión
Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH), porque la
Policía Nacional no nos estaba
garantizando una verdadera
protección. Después de
investigar lo ocurrido, la
CIDH decidió solicitar al
gobierno de Nicaragua que
se adoptaran esta medidas para
proteger a mi persona y al
CENIDH. Lamentablemente, la
Cancillería le dio largas al
asunto y actualmente no tenemos
una verdadera protección. Toda
esta situación preocupó muho a
Amnesty International, tanto que
decidió enviar a dos personas
para investigar lo ocurrido y
fue a raíz de lo que pudieron
averiguar que surgen los
comunicados contundentes de esta
organización y del TPP. En este momento me siento agredida física y psicológicamente.
-Resulta evidente que en estos
últimos dos años el CENIDH ha
intensificado las denuncias en
contra del actual gobierno, lo
cual se diferencia de la actitud
demostrada en el pasado, cuándo
las denuncias estaban dirigidas
sobre todo a otro tipo de
violaciones. ¿A qué se debe ese
cambio?
-El accionar de un organismo de derechos humanos está
condicionado por el contexto y
por la clase de violaciones a
los derechos humanos que se
producen y denuncian. Tenemos
que acomodar nuestro trabajo a
la realidad que nos toca
enfrentar. Los 16 años que
precedieron al gobierno de
Daniel Ortega fueron de
gobiernos sistemáticamente
violadores de derechos
económicos y sociales y los
principales conflictos eran en
estos terrenos. Ahora el
gobierno dice que lo que
nosotros estamos haciendo es
atacarlo políticamente. La
defensa de los derechos humanos
no es un trabajo aséptico, ni
religioso, sino un trabajo
político; un enfrentamiento
permanente contra el poder que
está violentando los derechos y
que puede ser político,
económico o gubernamental. No se
trata entonces de un ataque
político de tipo partidario o en
calidad de adversarios del
gobierno, sino que se trata de
señalar quiénes son los
violadores de los derechos
humanos en este momento. Un eje
fuerte que caracteriza al actual
gobierno es la violación a los
derechos civiles y políticos.
-¿Qué salida le ve a esta
situación de polarización?
-Polarización no implica necesariamente comportamientos
homogéneos en ambos lados. Aquí
se está dando por la provocación
y agresión de un lado y el nivel
de resistencia del otro.
Considero que los principales
asesores del presidente
Ortega hicieron mal sus
cálculos y que no se esperaban
una reacción tan fuerte de parte
de diferentes sectores no afines
al gobierno. Hay heridas que
serán difíciles de sanar, y algo
que duele es que se está
afectando el trabajo que hemos
hecho en todos estos años, de
que la gente se sienta sujeta de
derechos y que tiene derecho a
reclamarlos. Ojala el gobierno
rectifique y busque nuevos
mecanismos de concertación.